lunes, 5 de octubre de 2015

R.D.C. TIRA Y AFLOJA PARTE I

 
 
 
 
 

Salgo del edificio con los dedos tocando mis labios que aún arden por el contacto de los suyos. Ese beso ha sido… ¡Uau, ha sido la hostia! Sonrío. Madre mía, si con ese beso ha conseguido dejarme en este estado de excitación, no quiero ni imaginar que pasaría si la cosa hubiera ido a más. «¡Maldito ascensor que ha tenido que abrir sus puertas en el momento más inoportuno!» —Me quejo.
 

Camino como una autómata, dejando que la fina lluvia que ha empezado a caer sobre Manhattan me empape. No me importa mojarme, todo lo contrario si de esta manera mis hormonas vuelven a la normalidad merecerá la pena la mojadura.
 

Una vez en casa, me doy cuenta de que me he olvidado de pasar a recoger las putas bambas del señor Dempsey, no me extraña, diez minutos más encerrada con él allí dentro y, me hubiera olvidado hasta de mi propio nombre. Me siento algo avergonzada, tanto erre que erre con que no me gusta, con que no siento nada por él y a la mínima oportunidad, si me descuido hasta le regalo mis bragas. ¡Dios que patética soy! Si al menos hubiera mostrado un poco de resistencia… pero que va, si hasta casi le hago una ola y todo. Uff, ahora que se me está pasando el calentón, empiezo a arrepentirme. ¡Seré idiota!
 
 
Ha conseguido demostrarme a mi, y así mismo, que no soy tan inmune a él como aparento. «Menuda metedura de pata Olivia —me regaño— ahora no va a dejarte en paz hasta que consiga llevarte a la cama». A pesar de que me estoy regañando a mi misma por mi falta de dominio, el cosquilleo que siento en las paredes de mi estómago cuando pienso en el señor “soy un ogro”, en la cama, y una servidora, me sudan hasta las orejas, por no decir algo que en mi cabeza suena mucho más soez y mucho más guarro. ¡Madre mía, madre mía, como se me va la pinza! Necesito con urgencia una de esas invitaciones a las reuniones del club para desfogarme o acabaré cometiendo una locura.
 

Ya en la cama, sigo dándole vueltas a lo mismo. Ahora lo que me preocupa es cómo voy a actuar mañana en cuanto lo vea. Supongo que actuaré como si nada, como si ese beso, no hubiera significado nada para mi. «Si claro, eso no te lo crees ni tu—me digo—, si al menos no hubieras gemido de satisfacción tonta del culo...». ¡Basta ya, se acabó, ni un pensamiento más! Soy una mujer adulta por el amor de Dios, ¿qué coño me está pasando? Sé de sobra lo que tengo que hacer, solo espero que él, no se empeñe en ponerme las cosas más difíciles ahora que ya tiene claro que no me es indiferente.

A la mañana siguiente, me visto como de costumbre. Traje gris marengo, camisa blanca y zapatos planos. Vamos, un golpe bajo a toda la libido de cualquiera, especialmente a la del señor Dempsey. Llego a mi despacho puntual como cada mañana, con mi capuccino con canela en una mano y mi maletín en la otra. En la cara ni una mueca, soy como un emoticono pero sin emociones ¿me entendéis? Como siempre se dice que la cara es el espejo del alma, pues no quiero que vean que hoy mi alma está agitada por culpa de cierto hombre que ayer se tomó la libertad de darme un beso de película en el ascensor, y yo de corresponderle claro.
 

Paso buena parte de la mañana enclaustrada en mi despacho, ni siquiera me atrevo a ir al baño por miedo a encontrarme con él, más que nada porque temo mi reacción, y para que mentir, me acojona la suya por supuesto. Conociéndolo, seguramente no dudará en burlarse de mi y, entonces yo tendré que ponerme a la defensiva y, ya sabéis como terminará la historia ¿verdad?
 

Total que cuando yo ya me creía que iba a superar la mañana sin verle, llegan a mis manos unos papeles muy importantes y que necesitan urgentemente la firma del señor Dempsey, y como Rebeca no ha venido a trabajar esta mañana por no se que movidas de la facultad, pues no me queda más remedio que llevárselos yo misma. Así que me armo de valor y, con la carpeta en las manos, me dirijo a su despacho.
 
 
Antes de que me de tiempo a golpear la puerta, esta se abre de golpe y aparece mi jefe, que se queda sorprendido de verme en la puerta y con la mano en alto. Sin decir nada, se hace a un lado para dejarme pasar y cierra la puerta. Mete las manos en los bolsillos y lentamente se acerca a mi. Reculo hasta que el borde de la mesa queda pegado a mi espalda, sujeto la carpeta que lleva en las manos con fuerza contra mi pecho, utilizándola como escudo protector, como si sirviera de algo. En realidad, no creo que haya nada que pueda protegerme de él. Ya no.


No sé porque sigues empeñándote en poner esos traje tan horripilantes Olivia —dice a escasos centímetros de mi, chasqueando la lengua con desagrado—. Mis retinas se quejan y sufren cada vez que te veo entrar en mi despacho…

Lástima que no se quede ciego —contesto.

¿Perdón?

Decía que necesito que me firme estos documentos…

Creí haber entendido otra cosa —dice cogiendo la carpeta que le tiendo.

Quizá sus tímpanos también sufran al igual que sus retinas cada vez que me ven. Debería hacérselo mirar…

Ya bueno, o quizá usted podría cambiar su forma de vestir…

Pues va a ser que no…

¿Cenamos juntos esta noche? —Me pregunta devolviéndome los documentos firmados.

No.

¿Puedo saber por qué?

Principalmente porque no me da la gana. Pero también podría decirle que es por su bien, no vaya a ser que al estar demasiado tiempo en mi presencia, usted se quede ciego, sordo y mudo, Y ¿no queremos que eso suceda verdad? —Con paso enérgico me dirijo a la puerta, y antes de que la abra él dice…

Pongas lo que te pongas, seguirás estando preciosa Olivia… —Salgo de su despacho y oigo su risa ronca. Este tira y afloja entre los dos me agota, pero me gusta, para que vamos a mentir a estas alturas ¿no?



Esa tarde, me voy a la misma hora que el resto de personal, a las cinco en punto. A la mierda el trabajo que no esté terminado, no pienso quedarme ni un minuto más, no, ni de coña. No pienso arriesgarme a tener otro encontronazo con él en el ascensor y no ser capaz de controlarme y a hacerle la ola que no le hice ayer.

 
Regreso a casa con las putas bambas en una bolsa, joder, me han costado un huevo y la yema del otro. ¿Casi cuatrocientos dólares por unas zapatillas? ¿Estamos locos o qué? Pues va a ser que si, que estamos locos de remate. Tengo dinero, para que negarlo, gano un buen sueldo, e incluso dos veces al año el señor Dempsey reparte los beneficios de la empresa con sus empleados, pero jamás se me pasaría por la cabeza gastarme ese pastizal en unas simples zapatillas con las iniciales de un famoso diseñador de moda. Me parece ridículo. Gastarme ese dineral y no en mi precisamente, me da un motivo más que convincente para mantenerme alejada de los chupitos de aguarrás por el resto de mis días.
 

Estoy a punto de entrar en casa cuando me suena el teléfono. Es Rebeca que me llama para preguntarme si me apetece tomar un café con ella, le digo que si y camino hacia el starbucks donde cada día compro mi capuccino con canela. Cuando llego, ella ya está esperándome en la puerta. Entramos juntas y nos acomodamos en una mesa tranquila que hay en el fondo del local, pedimos unos cafés y mientras esperamos a que nos los sirvan, le cuento como ha ido el día en la oficina.



¿Has ido a comprar a Calvin Klein? —Pregunta sorprendida.

No por voluntad propia —contesto.

¡No me digas que el señor Dempsey te ha hecho comprarle unas bambas nuevas! —Asiento— ¡No me lo puedo creer!

Pues créetelo, casi cuatrocientos pavos que acabo de pagar por ellas. Nuestro jefe tiene unos gustos muy caros amiga.

Joder, ya te digo. Pensé que estaba vacilándote cuando te dijo que tendrías que comprarle unas nuevas… Sinceramente no entiendo porque ha hecho eso, supuse con lo usaría como excusa para conseguir una cita contigo o algo así.

Y así ha sido, pero como no acepté…

¡Qué fuerte! Menudos huevos tienes Olivia, a veces os escucho desde nuestro despacho y me acojonas. Haces muy bien en plantarle cara, que no se crea que porque es el jefe y que porque le gustas, te puede tratar como le de la gana.

¿Sabes? En realidad no me creo que le guste, más bien creo que para él soy desafío. Está acostumbrado a que todo el mundo se rinda a sus pies…

Y tú no eres como todo el mundo ¿verdad?

Intento no serlo… —Suspiro. Charlamos durante una hora más aproximadamente y luego me voy a casa.



Después de darme una ducha y ponerme cómoda, voy a la cocina para prepararme algo de cena. No es que yo sea una cocinillas, pero cuando me lo propongo, puedo hacer algo medianamente bien, y hoy, no sé por qué, pero me apetece cocinar. Saco un pescado del congelador y dispongo sobre la encimera los ingredientes necesarios para hacerlo al horno. Aproximadamente una hora más tarde ya estoy degustándolo en el salón mientras veo en la tele un documental de extraterrestres. ¿En serio hay gente que cree que existe vida inteligente en otros planetas? Pues va a ser que si, hasta hay gente que incluso asegura haberlos visto. ¡Qué fuerte! Apago la televisión y enciendo el portátil, hace días que no entro en facebook y me apetece cotillear un poco.
 

En cuanto lo abro, veo que tengo una solicitud de amistad de Rebeca, la acepto y empiezo a chafardear sus fotos. Hay cientos, por no decir miles. Que guapa es esta chica, y además va siempre también arreglada que es normal que llame la atención y, que le guste tanto hacerse selfis de esos. De repente, me fijo en unas fotos que ha colgado hace una semana, exactamente del viernes que estuvimos en la cervecería Indiana.
 
 
Hay varias de ella con Paul, lo que me da a entender que entre estos dos hay temita, vamos, que se ve a la legua que son algo más que compañeros de trabajo. Me gusta Paul y hacen muy buena pareja. Y entonces la veo, es una fotografía mía y del señor Dempsey. Él está con los brazos cruzados sobre el pecho, apoyado en la barra, con la vista fija puesta en mi, mientras yo me río por algo que Katty me está contando. ¿En qué momento hizo Rebeca esa foto que no lo recuerdo? ¿Y por qué coño la ha subido a facebook? Joder, al ver esta imagen, entiendo a que refería mi amiga con lo de las miradas del jefe y me entra un escalofrío, pero esta vez, no es de los chungos. Lo contemplo durante largo rato, sus ojos me fascinan, y el poder de su mirada es tan potente que tengo la sensación de que traspasa la pantalla para clavarse en mi pecho. ¡Dios, que sexy está con esa postura chulesca! En realidad, él siempre está tan sexy…
 

Pego un brinco en el sofá al escuchar los golpes secos en la puerta, miro el reloj asustada, solo conozco una persona que tenga los huevos de aparecer a estas horas en mi casa…

















 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 

 


 

 








8 comentarios:

  1. Estoy aplaudiendo como una adolescente loca, mientras acabo el final del capítulo. ¡Qué abra la puerta! Jajajajaja.
    Me dejas siempre con la miel en los labios.
    A la espera de más.
    Un besillo.

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    1. jajjaja pues la puerta ya está abierta!! Gracias por tus comentarios María!!
      Besin :(

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  2. Será él!!?????? Siiiiiiii!!! Por dios, siguiente capítulo! Cómo me gusta esta relación de quiero pero no quiero....aaaaiiiiixxxxx! Esperaré más! Bravo Virginiaaa! Besitos!!

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  3. Menos mal que esta chica empieza a darse cuenta de lo evidente... ambos se gustan!! jajajaja. Cada vez que entra en su despacho rezo mentalmente para que no le suelte una de las suyas, qué casamentera soy!! :P

    Un capítulo estupendo, Virginia. Ya estoy loca porque subas el siguiente!!

    Besitos y feliz lunes.

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  4. Virginia, me requetencanta!!!! Pero siempre nos dejas con ganas de seguir leyendo... ¡Que sea él! Por favor, que lo sea!!! jajaja
    Besos.

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  5. Me parece que va a ser su jefe, que ha ido a hacerle una visita para hacer de las suyas jajaja. ¡Lo de la foto me ha matado! Aunque pensé que pensaría en otra cosa al observarla tan detenidamente...

    Ains, ahora tendré que esperar bastaaante para leer lo siguiente. Jo. Voy a estar pensando en estos dos mientras hago los ejercicios jejeje.

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  6. jajja y yo sigo aquí leyendo a este paso me pongo al día . Estupendo ya llega él otra vez

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    1. Pues si María del Carmen, al paso que vas mañana ya estarás al tanto de todo!! Jajajaja
      Gracias Besin-:))

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