Estupefacta,
miro la imagen de la desconocida que me mira desde el espejo, ¿esa
soy yo? ¿En serio? ¡Madre mía lo que hace un buen corte de pelo y
un buen maquillaje! ¡Estoy increíble! ¿Os había dicho alguna vez
que no tengo abuela? Bueno, pues ahora ya lo sabéis. Salgo del salón
de belleza con una sonrisa gigante en los labios, Claudine, me mira
desde la puerta, satisfecha de su trabajo. He alabado tanto su
destreza con las tijeras y la brocha que la pobre chica se ha
ruborizado y todo. Ha cortado mi negra melena por encima de la nuca,
y me ha escalonado el flequillo, estoy segura que acabará
molestándome, porque estoy acostumbrada a llevar la frente
despejada, pero bueno, creo yo que solo es cuestión de tiempo
acostumbrarse ¿no? Lo siguiente que haré, será renovar mi
vestuario, así que mañana después del trabajo, toca fulminar la
tarjeta.
Llego
a casa y con mucho cuidado para no estropear mi peinado, me doy una
ducha y me pongo cómoda. Mierda, me acabo de dar cuenta, que con lo
rizado que lo tengo, tendré que comprarme una plancha de esas para
poder alisarlo. Joer, igual me he pasado un poco con el corte, no
había caído en que sería yo la que tendría que peinarme, pues con
lo zote que soy, a saber la que lío. Mejor dejar aparcado ese tema
para dentro de un par de días, cuando tenga que enfrentarme a la
cruda realidad.
Voy
a mi cuarto y abro el armario de par en par. Con decisión empiezo a
sacar mis trajes de trabajo grises y aburridos, llegó la hora de
decirles adiós. Los meto en una bolsa, que dejaré mañana de camino
al trabajo en uno de esos puntos que está lleno de contenedores para
dejar la ropa usada, y la coloco junto a la puerta para no olvidarme
de ella. Me he quedado con cuatro prendas, las que me he comprado
hace poco para poder asistir a las reuniones del “Lust”. ¡Qué
tristeza de armario por Dios! Tengo tanta cosas que comprar… Lo
cierro para no deprimirme al ver lo poco que queda en su interior y
me voy a la cocina a preparar algo ligero para la cena.
Mientras
me hago unas pechugas de pollo a la plancha, cojo el teléfono de mi
bolso, por cierto, todavía no he leído ningún mensaje del señor
“soy un ogro”, y que queréis que os diga, estoy deseando hacerlo
y ver que me cuenta. Pero si he esperado todo el día, ¿tampoco
pasará nada por esperar un poco más no? Prefiero cenar tranquila, y
después cuando ya está acostada, dedicarle todo mi tiempo sin
ningún tipo de interrupción.
Estoy
nerviosa, si, muy, muy nerviosa. Todo el día deseando leer los
mensajes de Daniel y, ahora que tengo el teléfono en las manos y que
estoy cómodamente en la cama, no me atrevo a hacerlo. ¿Pero que
coño me pasa? Cuento hasta tres. Uno, dos, tres, lo desbloqueo y ahí
está, el sobre parpadeando pidiéndome a gritos que lo abra de un
puta vez. Y lo hago. Cuatro mensajes de él y uno de una compañía
de seguros ofreciéndome no se que oferta. Lo borro directamente y
voy a lo que me interesa.
MENSAJE
1
MENSAJE
2
MENSAJE
3
MENSAJE
4
Este
tío está como una regadera! ¿Os dais cuenta que es igual que Juan
Palomo, yo me lo guiso yo me lo como? Ay Dios, ¿rendirme yo? Va a
ser que no, que iluso.
— «Buenas
noches señor Dempsey, cómo se ve que es el jefe y tiene poco que
hacer. Yo en cambio, he estado muy ocupada, tanto que ni siquiera me
he acordado de su existencia. ¿Es consciente de que ha estado
pensando en mi todo el día? ¿Eso no le dice nada? Esto no ha hecho
más que empezar y ya le tengo en el bote, pensé que me costaría
más, pero está resultando ser pan comido ganarle señor… Después
de hablar con usted, he dormido plácidamente y, he tenido un sueño
un tanto extraño, ¿quiere que se lo cuente? Si, seguro que si. Pues
verá, yo iba tranquilamente caminando por una especie de selva y de
repente, me encontraba con un orangután que se hurgaba la nariz para
luego comerse los mocos, lo cierto es que me hizo mucho gracia y lo
disfrute, ¿qué cree que significa ese sueño? Podría darle mi
opinión al respecto, pero sé que usted es muy inteligente y que
sabrá captar el mensaje...»
Me
parto de risa, en serio, literalmente. ¿No echaba de menos mis
contestaciones? ¡Pues chúpate esa engreído! Lo que daría por
verle la cara mientras lo está leyendo. Una de dos, o se parte de
risa al igual que yo, o se pillará un cabreo de mil demonios. ¿cómo
creéis que se lo va a tomar? Seguro que no tardaremos mucho en
averiguarlo. Probablemente ahora esté devanándose los sesos
buscando una buena contestación. No espero menos de él. Su
respuesta llega exactamente quince minutos después, ya empezaba a
creer que no contestaría, pero ahí está el sobrecito parpadeando
de nuevo.
— «Vaya,
vaya…¿Así que crees tenerme en el bote porque te he enviado
cuatro mensajes de nada? ¿En serio? Estoy plenamente convencido de
que hoy has hecho verdaderos esfuerzos por mantenerte alejada del
teléfono y no caer en la tentación, pero ya te habrás dado cuenta
de que han sido en vano ¿no? Mientras yo me dejo llevar, tu te
reprimes. ¿Has conseguido algo con ello? Pues no señorita Murray,
porque al fin y al cabo usted ha caído y me ha contestado y yo he
conseguido lo que quería, saber de usted. Me resulta tan fácil
hacerla caer… solo tengo que teclear las palabras mágicas (
perdedora o, cobarde ), para que haga acto de presencia. ¿Está
segura de que soy yo el que está en el bote? Permítame que lo dude,
le recuerdo que esto es un juego, así que no se deje engañar por
las apariencias, suelen ser siempre equivocadas...»
En
una cosa tengo que reconocer que tiene razón, que cada vez que me
llama perdedora o cobarde, pierdo el culo en demostrar que no soy ni
uno ni otro, así que puntito para el caballero. Pero en el resto, va
a ser que no, antes muerta que rendida. Del sueño del orangután no
ha dicho ni mu, ¿habrá pillado la indirecta no? Bueno, a lo mejor
el chaval es un poco corto y no se ha enterado, eso o que haya
preferido hacerse el tonto y guardármela para otra ocasión, que es
lo mas probable.
— «Tiene
razón señor, las apariencias engañan, había olvidado que estoy
jugando con alguien que tiene mucha experiencia en este campo, a
pesar de que usted indica que no le gusta el juego, ambos sabemos que
eso no es cierto ¿verdad?»
Pasan
los minutos y no recibo contestación. Y claro, esperando, y
esperando me quedo dormida pensando en él. ¿Y qué pasa cuándo te
quedas dormida pensando en alguien? Pues que el subconsciente te
juega malas pasadas y sueñas. ¿Y que sueñas? Pues cosas raras,
como por ejemplo… Que estoy en el baño de la oficina y de repente,
entra un hombre vestido de griego y con una corona de laurel
adornando su cabeza. Lleva también una máscara dorada que le cubre
parte del rostro. Me alza en sus brazos, me apoya contra la pared y
con una mano me arranca la camisa, haciendo saltar los botones de
esta por los aires. Levanta el sujetador por encima de mis pechos y
me chupa los pezones, primero el derecho y luego el izquierdo. Su
lengua es una cerilla que prende fuego a mi cuerpo con un simple
roce. Levanto como puedo esa especie de túnica que lleva ( que no sé
ni para que la lleva porque apenas le cubre nada ), y su miembro
erecto me señala. Con una mano, lo llevo hasta la entrada de mi
cavidad húmeda y anhelante y la meto dentro. ¡Eso es, ése es tu
lugar bonita, dame placer! ¡Dios, y vaya si me da placer! Me
retuerzo entre sus brazos mientras me penetra una y otra vez hasta
que me corro gritando su nombre. ¡Jack, oh si Jack, deseaba tanto
volver a tenerte ahí, entre mis piernas…! Él me mira, su sonrisa
socarrona me pone los pelos de punta. Acerco mi mano a su cara y
despacio levanto la máscara dorada y, oh, oh ¡¡¡sorpresa!!! No es
mi Jack Sparrow, es el señor Dempsey que al ver mi cara de asombro
suelta una carcajada y grita… ¡¡¡Perdedora!!!
Me
siento sobre la cama desorientada y con la respiración agitada. No
sé si por el orgasmo que acabo de tener en un sueño, o por
descubrir quien era la persona que me hacía correrme de esa manera
tan brutal. ¡Joder, menudo sueño! ¡Maldito subconsciente traidor!
Miro el móvil para saber que hora es, las seis y media de la mañana,
me dejo caer otra vez sobre la almohada e intento controlar mi
respiración para que vuelva a la normalidad.
A
las siete en punto, suena el teléfono y, lo dejo sonar. Solo hay una
persona que pueda llamarme a estas horas. No quiero hablar con él,
no me veo capaz, aún lo siento palpitar dentro de mi y solo ha sido
un puto sueño. Seguro que notaría que algo me pasa y se anotaría
otro tanto. No, no quiero darle esa satisfacción, paso de hablar con
él. Al menos de momento.
Me
levanto de la cama y me preparo para ir a trabajar. En la oficina,
todos me miran con cara de asombro. Me apetece gritarles qué coño
están mirando, pero ellos no tienen la culpa de que esté de mala
hostia tan temprano. La culpa la tengo yo y mi cabeza, que empieza a
mezclar las cosas y me hace unas putadas tremendas. Me encierro en mi
despacho, si, mi despacho. Si quiero dejar al señor Dempsey
descolocado con mi cambio de look, no puedo trabajar en el suyo, no
mientras haya una cámara de seguridad de por medio, estropearía el
factor sorpresa ¿no?
Hoy
sabré con seguridad si esa cámara existe en realidad o solo son
imaginaciones mías. Solo es cuestión de tiempo que él llame para
preguntar porque no estoy en su despacho…