Durante
varios minutos, permanezco de espaldas a él. No quiero mirarle. No
quiero ver esos ojos que piden una clemencia que no estoy dispuesta a
dar. No se la merece, mucho menos después de haberme comparado con
él. Siento sus pasos acercándose a mi, espero que no se le ocurra
tocarme, porque sería capaz de arrancarle la mano de un mordisco. Me
giro y, doy un paso atrás para volver a poner distancia entre
nosotros. Tampoco quiero tenerle cerca. Ya no.
—Olivia...—dice
con voz ronca.
—¡No
te acerques a mi Daniel! ¿Cómo te atreves siquiera a insinuar que
soy igual que tú? ¿Acaso estás tan ciego que no eres capaz de ver
la diferencia que hay entre nosotros? ¡Tú me engañaste
deliberadamente! ¡Eres un egoísta que con tal de salirse con la
suya y tenerme, fue capaz de mentir! No pensaste en mi. Yo ni
siquiera estaba contigo cuando empecé a acudir a las reuniones del
“Lust”. No tenía ninguna obligación de contarte ese aspecto
privado de mi vida, pero quería hacerlo, porque me importabas.
Porque no contártelo me hacía sentirme desleal contigo. En cambio
tú… te callaste y decidiste no ser sincero conmigo. Decidiste
seguir con un engaño que de sobra sabías que me iba a hacer mucho
daño. ¿Y dices que me quieres? ¡Tú no sabes lo que éso! ¡No
tienes ni idea! ¡Me lo cuentas ahora porque tu egoísmo no es capaz
de soportar que yo pudiera buscar en lo brazos de otra persona la
manera de olvidarme de todo! ¡De olvidarme de ti!
—¡Como
siempre hablas sin pensar! ¡Tu lengua antes que tu cerebro! Si te
pararas a pensar por un momento, te darías cuenta de que estás
equivocada. Si no te quisiera, ¿qué caso tendría contártelo todo
ahora? ¿Por qué no seguir con la identidad de Jack bien oculta y,
seguir follándote todas las veces que se me antojara eh? ¡Dime!
¡Estuvo mal lo que hice y, lo siento muchísimo! Cometí un error.
¿Es qué tú eres tan jodidamente perfecta que nunca has cometido
ninguno?
—No
soy perfecta Daniel, por supuesto que he cometido errores. Y el peor
de todos ha sido enamorarme de ti. Ahora estoy pagando las
consecuencias de ello. Yo no hago daño deliberadamente a las
personas que quiero.
—Ahora
estás haciéndome daño a mi…
—¿Y
quién dice que aún te siga queriendo?
—Olivia
por favor...—da un paso al frente y yo, vuelvo a recular—. No
digas eso, ¿qué puedo hacer para que me perdones?
—No
tienes que hacer nada porque no voy a perdonarte. Me has hecho mucho
daño Daniel. Me has decepcionado. Has hecho todo esto para tenerme
si o si, y lo único que has conseguido con ello, ha sido perderme.
Esas son las consecuencias. Yo pago las mías y, tu las tuyas. No
quiero volver a verte. No quiero volver a saber nada de ti nunca más.
Desde este momento, estoy fuera de la empresa, y de tu vida.
—¿Esa
es tu decisión?
—Si.
—¿Estás
segura?
—Si.
—Te
quiero más que a mi vida Olivia, pero no voy a rogarte. Todos
tenemos derecho a equivocarnos y a enmendarnos. Si de vedad me
quisieras, me perdonarías… Esta vez no iré a buscarte. Jamás
volverás a saber de mi. Te lo prometo—Asiento. Ya no queda más
por decir. Salgo de la azotea con la cabeza alta. Orgullosa. Y
destrozada.
Cuando
salgo del ascensor en la planta baja, respiro aliviada al no ver a mi
amiga pululando por allí. Voy al guardarropía y recojo mi abrigo.
Una vez en la calle, respiro hondo. Muy hondo. Pero la presión del
pecho sigue ahí, oprimiendo mis pulmones y mi corazón. No me
arrepiento de lo que acabo de hacer. Quiero muchísimo a Daniel, pero
me quiero más a mi misma. Se acabó. Soy consciente de que empezar
de cero, va a ser muy difícil. Pero no imposible. Camino hacia la
parada de taxi más próxima y vuelvo a casa. Tengo que pensar
detenidamente lo que voy a hacer a partir de ahora. Cierro los ojos e
intento dejar la mente en blanco, pero no me sirve de nada.
No
hace ni dos minutos que estoy en casa cuando suena el teléfono. Es
Rebeca.
—Olivia, acabo de ver a Daniel y me ha dicho que te habías ido. ¿Dónde estás?
—Estoy
en casa.
—¿Qué
ha pasado?—Sé que está preocupada, pero no tengo ganas de hablar
con ella. Ahora no.
—Mañana
te lo cuento ¿vale? Ahora estoy cansada y voy a acostarme.
—Algo
malo ha tenido que ser para que tu estés en casa y él, con el
aspecto de querer matar alguien. ¿Cómo estás?
—He
tenido días mejores Rebeca…
—Voy
en un periquete—. Y sin darme tiempo a replicar me cuelga.
Resignada,
preparo café. Si mi amiga viene de camino, lo necesitaremos, porque
auguro que el amanecer nos sorprenderá sentadas en el sofá
analizando todo lo que pasó en la azotea con Daniel. Me pongo cómoda
y, espero sentada en el sofá a que llegue Rebeca. ¿Qué va a ser de
mi vida ahora? Tengo tanto que hacer… quizá debería plantearme
irme lejos. A otro país. ¿España? ¿Y por qué no? No tengo nada
que perder. Puedo encontrar un buen trabajo y disfrutar del cálido
clima de allí. Si, cuanto más pienso en ello, más me agrada la
idea de irme y empezar de nuevo bien lejos de aquí. Me levanto a
abrir la puerta en cuanto oigo el portero automático. Lo primero que
hace mi amiga en cuanto me ve, es abrir los brazos y, acogerme en
ellos fuertemente. Mal. Muy mal, porque con ese abrazo, las lágrimas
salen de mis ojos a borbotones sin que pueda hacer nada por evitarlo.
—Lo siento Oli, lo siento muchísimo—asiento sollozando y tiro de ella para sentarnos en el sofá—. Desahogate cielo—.dice acariciando mi espalda.
Cuando
el llanto cesa, empiezo a relatarle toda la conversación con Daniel,
sin omitir ni una coma. Ella escucha atentamente todo lo que le
cuento sin interrumpirme. Se lo agradezco. Prefiero soltarlo todo de
golpe para no tener que volver a hablar de ello. Aunque conociéndola…
en cuanto abra la boca, no dejará títere con cabeza. Y sin ninguna
duda, la primer cabeza que rodará será la mía. Cuando por fin me
quedo en silencio, la miro esperando a que diga algo. Pero no lo
hace. Se queda callada, sin decir ni mu.
—¿No
vas a decir nada? ¿Ni siquiera para regañarme?
—Lo
siento Oli, de verdad. Lo siento mucho. No imaginé que fuera a pasar
algo así.. cuando él…
—¿Que
sabes tú que yo no sepa Rebeca?
—Todo
esto ha sido culpa mía.
—¿Culpa
tuya? ¿Por qué dices eso?
—Porque
el me pidió que amañara el sorteo del amigo invisible para que le
tocaras tu. Y lo hice pensando que os reconciliaríais. Él estaba
tan nervioso, que creí que se te iba a declarar en serio, ya me
entiendes…
—No
digas gilipolleces Rebeca, tu no tienes la culpa de nada.
—Si
que la tengo Oli, si no hubiera amañado el sorteo…
—Si
no hubieras hecho trampas, esto hubiera ocurrido de todas maneras.
Quizá hoy no, pero si cualquier otro día. Las mentiras tienen las
piernas muy cortas amiga.
—Tienes
razón pero…
—Nada
de peros, no sigas culpándote por ello.
—Está
bien, no lo haré. ¿Qué vas a hacer ahora?
—No
lo sé, no me he parado a pensarlo detenidamente. Pero supongo que
para empezar, irme bien lejos de aquí.
—¿Irte?
—Si.
Al menos una temporada. Hasta que todo se enfríe y se olvide.
—¿Crees
qué has hecho lo correcto? Él te quiere Olivia. Y tú, le quieres a
él. Lo que hizo no estuvo bien, pero puedo llegar a entenderlo. ¿No
puedes hacer tu lo mismo y perdonarlo?
—Para
ti es muy fácil verlo así, no estás en mi situación. Si te
sintieras como me siento yo, te aseguro que opinarías de otra
manera.
—Si,
tal vez tengas razón.
Permanecemos
despiertas toda la noche dándole a la húmeda sin parar. Yo,
llorando cada poco y Rebeca, intentando consolarme. Pero no tengo
consuelo. No de momento. Cuando mi amiga decide irse a casa, ya ha
amanecido completamente y, a pesar de las horas que llevo sin dormir,
no puedo cerrar los ojos. Entonces, me acuerdo de las pastillas que
tengo para dormir y me tomo una. Lo hago porque necesito descansar, y
resetear la mente. Me arrebujo en mi cama bajo las mantas y aunque
parezca cómico, empiezo a contar ovejitas hasta quedarme dormida.
Esas
pastillas son tan milagrosas, que consigo dormir del tirón unas
siete horas. Milagrosas para conciliar el sueño. No para curar un
corazón destrozado. Creo que todavía no existe una medicina que
pueda curar eso. Bueno, mucha gente dice que el tiempo lo cura todo
y, que siempre pone las cosas en su lugar. Eso espero… Desde mi
cama, veo como cae la nieve copiosamente sobre la ciudad. Si
estuviera con ánimo, no dudaría en salir a pasear por el parque,
pero visto lo visto, hoy o me levanta de la cama ni el tato. Cojo el
ipod que está sobre la mesita de noche y le doy al play. La música
que escuho últimamente, es la que mi amiga asturiana, Sheila, me
metió en
el ipod en
las vacaciones. Música española y aunque preciosa, tengo que decir
que también muy nostálgica. Precisamente, la que estoy escuhando en
este momento, es de una muchacho que se llama Manuel Carrasco, se
titula “Ya no”, y me va que ni pintada. Talmente parece que se ha
escrito para mi.
«Ya
no, llevaremos la venda, buscaremos respuestas, moriremos de amor. Ya
no, por más que quiera verte, ya no puedo tenerte, ya todo terminó.
Ya todo rompe en mi se va y me mata… ¿Qué quieres? Ya no tengo
fuerzas para resistir, ya no tengo palabras para rebatir, ya no, te
alejas y me dueles. Ya no habrá canción ni bailes de pasión, los
ojos que ahora miras, no los veo yo, ya no, seremos para siempre...».
Mi
vena masoquista es tan profunda, que pongo esa canción una y otra
vez mientras lloro sin consuelo. Ya no. Ya no habrá mas reuniones en
el “Lust”, porque pienso cancelar mi suscripción. Ya no habrá
mas miradas cargadas de desdén en la oficina, porque ya no
pertenezco a la empresa. Ya no habrá más mensajes de amor, ni más
besos, ni más caricias. Ya no habrá nada de nada. Nada. Me doy
cuenta de que no puedo quedarme en esta ciudad y arriesgarme a que
cualquier día me encuentre con Daniel de sopetón en la calle, o en
un restaurante. No mientras siga enamorada de él. No mientras no lo
tenga superado. Así que en este mismo instante, queda tomada
firmemente, la decisión de emigrar a otro país. Tengo que poner el
apartamento en venta, o alquilarlo. Quizá a Rebeca le interese
quedarse con él e independizarse. Por lo menos lo dejaría en buenas
manos. Si, mañana hablaré con ella y, de paso le diré que me
traiga las cosas personales que quedaron en el despacho cuando me fui
a San Francisco. Yo no pienso volver a poner un pie en D&D, ¡ni
hablar!
Vuelve
a empezar la canción y, vuelvo a llorar. Y así me paso
prácticamente todo el día, hasta que agotada, me quedo dormida
profundamente…