Domingo,
nueve y media de la mañana y, yo sigo sin poder pegar ojo. Desde que
llegué a casa esta madrugada cerca de las seis, y para no variar,
miles de pensamientos invaden mi cabeza. Algunos tienen que ver con
mi pirata del caribe, otros no.
La
noche con Jack, fue alucinante, como siempre. Hizo que me olvidara de
todo y de todos por unas horas, hizo que me olvidara hasta de mi
misma. Pero hay algo que me llama mucho la atención de él y que me
tiene, un tanto intrigada. Es su manera de acercarse a mi, tan
misterioso, sin pronunciar palabra, salvo cuando estamos disfrutando
de nuestros cuerpos, cuando estamos perdidos en sensaciones que, por
lo menos a mi, me nublan la razón y los sentidos. Solo cuando
estamos cegados por la pasión se deja oír, y a veces, aunque no
estoy al cien por cien de mis capacidades mentales por lo que ya
sabéis, tengo la sensación de que esa voz, la he escuchado en
alguna parte. No es por el tono de su voz, es su forma de hablar, de
susurrar, no sé, quizá esté volviéndome loca, o quizá esté
obsesionada con otra voz que se asemeja mucho, pero ahora aquí en
casa, cada vez que la recuerdo, la única imagen que veo, es la del
señor Dempsey. Lo sé, no tengo remedio, solo a mi se me ocurre
pensar siquiera que esos dos hombres tan diferentes, puedan llegar a
ser la misma persona.
Por
otro lado, y dejando a Jack a parte, cuando esta madrugada al llegar
a casa y ver que tenía varias llamadas perdidas del señor “soy un
ogro” y un mensaje de texto, en el móvil, me cabreé muchísimo.
¿Qué diantres es lo que quiere de mi este hombre? ¿Alguien lo
sabe? Porque desde luego yo no. Estoy más perdida que Lady Gaga en
una granja cuidando cerdos. Recapitulemos: Después de jugar al
escondite, al ahora si pero no, a enviarnos mensajes subidos de tono,
a vacilarnos sin compasión, por fin, pasó lo que tenía que pasar,
nos acostamos. Hicimos el amor de una manera tierna, adorándonos y
saboreando ese momento que ambos tanto ansiábamos, para después
cagarla yo con mi NO rotundo cuando me propuso algo más que un
simple juego. Cuando fui consciente de mi gran error, le pedí perdón
y, no solo no contestó sino que desapareció y dejó de dar señales
de vida para volver a reaparecer el día de mi cumpleaños con la
pelirroja aquella tetona y, dejarme claro que él es el que manda.
Esa noche, para mi quedó suficientemente claro que lo nuestro no
puede ser y, que no estoy dispuesta a que él, siga vacilándome.
¿Por qué coño me llama ahora?
Por
supuesto que no le he devuelto la llamada, es fin de semana y,
oficialmente estoy de vacaciones, así que no tengo nada que hablar
con ese señor. Tampoco he leído el mensaje, no sé si quiero saber
que es lo que pone, porque cualquier cosa amable o bonita que él me
diga, puede echar por tierra toda mi predisposición a pasar página
en lo que a él se refiere, porque sinceramente, estoy loca por ese
hombre tirano, arrogante, borde y, con un sin fin de etcéteras. Por
eso estoy deseando empezar a hacer la maleta y, poner tierra de por
medio para poder aclararme de una maldita vez.
Echó
las mantas hacia atrás y, me levanto de la cama. No tiene ningún
sentido que siga acostada si lo único que voy a hacer es comerme la
cabeza. Voy a la cocina y me hago un café, a ver si por lo menos la
cafeína me activa algo más que el cerebro. Termino con el café y,
recojo mi habitación. A continuación, saco la maleta del fondo del
armario y, empiezo a meter en ella la ropa que tengo pensado llevarme
de viaje. A medio día, cocino algo rápido para comer y, sigo
preparando cosas, esta vez las cosas de aseo y de playa. Sólo,
cuando ya tengo casi todo listo, me tomo un descanso para chafardear
un poco en las redes sociales y ver lo que se cuece en ellas, es la
única manera de que alguien como yo, se entere de los cotilleos.
Me
quedo bizca al ver que mi amiga y compañera Rebeca, le ha dado me
gusta a un estado de hace unas horas del señor Dempsey que pone que
está enamorado. ¿Enamorado? ¿De la pelirroja tetona? Me quedo
muerta, ¡qué fuerteeeee! Y, ¿desde cuándo tiene Rebeca cómo
amigo al jefe en facebook? Estoy flipando, ¿enamorado? ¿En serio?
Otra evidencia más que me deja claro que éste solo quiere que le
caliente la cama de tanto en tanto. ¡Pues lo lleva clarinete! Apago
con rabia el ordenador y, voy en busca del móvil, busco el mensaje
que me ha enviado esta mañana y, lo borro sin siquiera mirarlo. Así,
si me entra el gusanillo ya no podré leerlo. ¡Muerto el perro, se
acabó la rabia! Me tumbo en el sofá y pongo una peli que no llego a
ver porque me quedo dormida y, el subconsciente que no atiende a
razones, me la vuelve a jugar con un sueño.
«Estoy
en el despacho de Daniel, desnuda completamente. Sentada en su mesa
de trabajo cruzada de piernas y, mirando fijamente al hombre que está
de espaldas frente a mi. Lo llamo, mimosa, zalamera y él, se gira
lentamente. Veo en su rostro, la sonrisa que me desarma y, ese gesto
chulesco que la mayoría de la veces tanto me molesta, pero que en
él, queda tan sexy. Se quita la chaqueta, mirándome fijamente a los
ojos y, se acerca a mi desabrochando los botones de su camisa. A unos
pasos de mi, se detiene. Deja caer la camisa al suelo y, detrás de
ésta, el resto de su ropa. La visión de su cuerpo desnudo, me tiene
absorta y, muy, muy caliente. Estiro el brazo, quiero tocarlo y,
sentir el tacto de su piel, pero él niega con la cabeza y me dice:
Se
aleja y, del cajón del armario que hay en la pared derecha, donde él
guarda la documentación importante de la empresa, saca un antifaz
negro que se coloca sin perder la sonrisa. Ahora, ya no es Daniel,
ahora es mi pirata del caribe, que con los brazos cruzados sobre el
pecho, no deja de mirarme. Me bajo de la mesa, nerviosa, inquieta y,
extrañada de que sea él el que ahora está conmigo y no el señor
“soy un ogro”. Me quedo de pie, sin atreverme a acercarme a él,
porque tengo dudas. Ambos me gustan y, me hacen tener orgasmos
bestiales, pero siento que, si ahora me tiro a Jack, estaré
traicionando a Daniel, pues era con él con quien estaba a punto de
acostarme hace apenas unos minutos. En mi cerebro, aparece la imagen
de la pelirroja y, eso parece suficiente para que tome una decisión
y, cuando estoy a punto de comerle la boca con desesperación, suena
el teléfono, interrumpiendo mi ataque carnal...» Me despierto de
golpe, es mi móvil el que suena y, me saca de ese sueño tan
sumamente raro que estaba teniendo. Descuelgo sin mirar.
— ¿Si?
—Digo con la voz pastosa.
— Olivia,
soy Daniel —Abro los ojos de golpe y, el corazón me golpea en el
pecho desenfrenado. ¡Mierda!
— ¿Qué
quieres?
— Quiero
verte, necesito hablar contigo.
— Mala
suerte, porque yo no quiero verte a ti y, tampoco quiero escuchar lo
que sea que tengas que decir. No me interesa.
— Olivia,
por favor…
— ¡Ni
por favor ni leches! No quiero verte.
— Oye,
sé que me he portado como un gilipollas y, quiero disculparme en
persona…
— Siempre
te portas como un gilipollas Daniel. Estoy harta de esta historia,
así que vuelve a lo tuyo y déjame en paz.
— Necesito
explicarte…
— ¡Te
estoy diciendo que no! Ni quiero, ni necesito tus disculpas. Cada uno
es como es y punto—estoy tan cabreada…
— Dime
si por lo menos has leído el mensaje que te envié esta madrugada…
— No,
no lo he leído, te vuelvo a repetir que no me interesa lo que tengas
que decir. Lo borré.
— ¿A
qué hora sale tu vuelo mañana? —¿Y éste cómo sabe que mañana
cogeré un avión? ¡Joder, seguro que Rebeca ya se ha ido de la
lengua! ¡La madre que la parió!
— Lo
siento, pero no creo que sea de tu incumbencia Daniel…—Seguro que
si se lo digo, se presenta en el aeropuerto y, paso de que me monte
un numerito, la verdad.
— ¡Joder,
eres la persona más cabezota que he conocido en mi vida!
— Pues
mira tu por donde, ya somos dos. Mira, voy a colgar, tengo muchas
cosas que hacer y, estás haciéndome perder el tiempo.
— Está
bien, te verá a la vuelta de tus vacaciones y, entonces, lo quieras
o no, hablaremos...
— Si
claro… Adiós —Y cuelgo el teléfono con un nudo en el estómago.
¡Maldito señor Dempsey…! ¿Por qué me hace esto? ¡Qué me deje
vivir joder!
Termino
de preparar las cosas y, salgo a dar una vuelta. Siento que me ahogo
entre las paredes de mi apartamento y, necesito que me de el aire.
Con paso lento, camino en dirección al parque, cojo el sendero que
lleva al estanque y, cuando estoy frente a él, me siento en un banco
a contemplar el ir y venir de los patos. Seguro que para ellos, la
vida no es tan complicada. Aunque bueno, en realidad, para ser
sincera, mi vida me la he complicado yo solita. Nadie me obligó a
hacer nada que no quisiera. En serio, ¿por qué tiene que ser todo
tan difícil? Cierro los ojos por un momento y, dejo que la paz y la
tranquilidad que hay en esos momentos en el parque, me inunde el alma
y, la mente. Me quedo allí durante al menos una hora, perdida en mis
pensamientos, para no variar. Sólo cuando empieza a oscurecer, me
levanto y, regreso a casa.
A
la mañana siguiente, me levanto más temprano de lo habitual. El
avión sale a las diez de la mañana y, por lo menos tengo que estar
allí un par de horas antes, para facturar la maleta y demás. Por la
imagen que me devuelve el espejo después de la ducha, nadie diría
que estoy a punto de irme de vacaciones, más bien parece que me
acaban de dar la peor noticia del mundo. Pero estoy segura que una
vez subida a ese avión, mi estado de ánimo cambiará.
En
el aeropuerto, tardo menos de lo que creía en facturar y, como tengo
tiempo, entro en un quiosco para comprar una revista o, algo que me
entretenga durante el viaje. Al pasar por la sección de novela
romántica, me llama la atención la portada y, el título de una. No
soy yo muy de ese género de novela, pero ésa en concreto, tiene
buena pinta. Se titula “¿Qué puede pasar?”, de una tal
Virginia. Y, como esa pregunta suelo hacérmela yo muy a menudo,
decido comprarla.
Ya
acomodada en el avión, saco la novela de mi bolso y, empiezo a leer…