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viernes, 16 de octubre de 2015

R.D.C FLOTANDO

 
 
 
 
 

¿Alguna vez habéis sentido en vuestro cuerpo, en vuestra alma, la sensación de flotar? Pues así me siento yo desde anoche. Han pasado exactamente doce horas desde que Jack sparrow y yo, pusimos el kamasutra patas arriba, y aún lo noto en mi piel, en mi carne, en mi pecho. ¡Dios, ha sido la experiencia más increíble de mi vida!
 
Siempre pensé que el libro del Kamasutra, era eso, un libro con imágenes de posturas sexuales imposibles de realizar. Para mi, algo así como una leyenda urbana, pues no conocía a nadie que me hubiera confesado que hubiera practicado alguna de esas posturas. Vale que mi vida social es escasa , y la sexual no digamos ( gracias a Dios eso esta empezando a cambiar ), pero en serio, ¿conocéis a alguien que haga la mayoría de esas posturas habitualmente a parte de ese tal Grey y su sumisa? Porque yo hasta la noche pasada con Jack, no supe que mi cuerpo podía ser tan elástico ni que pudiera aguantar un ritmo sexual tan salvaje. ¡Joder, joder, si cada vez que pienso en la cantidad de cosas que me hizo ese hombre, me sube la temperatura de tal manera que si me pusieran un termómetro en el culo explotaría! Solo he estado con él una noche y me declaro adicta a todo su ser.
 
  Desde el minuto uno que entré en aquella habitación, todo fue deseo, excitación, expectación… ¡Uau, fue la hostia! No soy religiosa, pero puedo prometer y prometo que soy capaz de ponerle diariamente una vela al Dios de los polvos mágicos para que me toque uno así todos los días. Si, necesito un Jack sparrow en mi vida. Suspiro.
Es tan misterioso, tan poco comunicativo, bueno, verbalmente hablando porque corporalmente, el tío se comunica de una manera, que el griego y el francés se quedan obsoletos. Si que me dijo cosas, cosas como… «Eres hermosa», «Eres perfecta», «Me vuelves loco», «Te deseo tanto...», y claro, yo con los sentidos desperdigados por sabe Dios dónde, solo atinaba a responder… «Mmmm», «Oh si, si», «Joder, más...», «No pares, no pares». ¿Menuda conversación eh? Pero que leches, ¿quién coño se va a poner a hablar en medio de un polvo que te está quitando el poco sentido común que tienes? Además, mejor así, sin conversaciones ni nada que nos indique cómo somos fuera de la cama, que al fin y al cabo, es a lo que vamos a esas reuniones, a follar y a disfrutar ¿no?
 
Pero claro, eso lo piensa “La Reina de Corazones” que es ella muy liberal y tal, pero Olivia, ella es harina de otro costal. Ella se ruborizaría, pensando en la imágenes que el espejo le devolvía cuando estaban empotrados en aquella pared, cuando estaba sujeta al poste de la cama, inclinada hacia delante, mientras Jack lamía su sexo desde atrás, cuando estaba a cuatro patas en el suelo, como un perrito, con la cabeza echada hacia atrás y él la sujetaba por el pelo y le pedía que se corriera, o cuando ella lamía su pene con ansia, con un hambre voraz, haciendo que él cerrara los ojos y suplicara que no parase.
 
Ella se preguntaría cómo es el rostro que se esconde debajo de esa máscara, a qué se dedicaría, cómo sería su vida, si alguna vez habría estado enamorado, o si lo estaba. Ella, en estos momento, probablemente estaría arrepentida de haberse dejado llevar, y de que una persona totalmente desconocida la hubiera hecho gemir y gozar, la hubiera hecho sentirse tan poderosa sexualmente que Afrodita a su lado no tenía nada que hacer. Si, así era Olivia.
 
Tendría que buscar la forma de unir esas dos personalidades tan distintas que formaban parte de mi, conseguir que se acoplasen de tal manera, que la una no pudiera vivir sin la otra, y que juntas, disfrutaran de la vida sin prejuicios, ni comeduras de tarro. En fin, ahora en territorio de Olivia, debería de dejar de revivir una y otra en vez la magnífica experiencia de ayer que tan cachonda me pone, y hacer algo por la vida. Como por ejemplo, ir dando un paseo hasta la pizzeria y comprarme la cena. Llevo demasiadas horas tirada en este sofá corriendo el riesgo de que mi cuerpo, quede fosilizado en él, pero va a ser que no. Tengo el cuerpo molido y para un maldito día que tengo para descansar no me mueve del sofá ni una grúa.
 
Os juro que intento por todos los medios sacarme a Jack de la cabeza, pero que va, no lo consigo ni de coña, ni televisión, ni lectura ni facebook ni leches en vinagre, nada. A última hora de la tarde decido prepararme un baño de esos super relajantes, con velitas y todo. Al meterme en el agua caliente, noto como algunos músculos de mi cuerpo que no sabía ni que existían se relejan. ¡Este hombre me ha dejado para el arrastre! Pero no me importa, si hoy me invitaran a ir otra vez a una reunión, allí estaría, aún corriendo el riesgo de que cuando me fuera de esta, no pudiera ni caminar.
 
Más tarde, ya acostada en mi cama, al poner la alarma en el móvil, veo que tengo un mensaje de texto del señor “soy un ogro”. Vaya, no me había acordado de él en todo el fin de semana. ¿Cómo le habrá sentado el último mensaje que yo le envié? Bueno, solo tengo que leer el que él me ha enviado para saberlo no? Vamos allá…
 
«Ay Olivia, como se nota que no me conoces bien. No me gustan los juegos, pero estoy dispuesto a cambiar eso si te tengo a ti como contrincante. ¿Crees que serás capaz de llegar hasta el final de la partida sin haberte enamorado de mi?»
 
 
Esta si que es buena, que ego más grande tiene este hombre por Dios. Se tiene mamado que tarde o temprano acabaré rendida sus pies. Que chasco más grande se va a llevar el pobrecito, y más ahora que he descubierto las delicias amatorias de Jack Sparrow. Me pongo cómoda y contesto.
 
«Daniel, Daniel, Daniel… ¿Sabes lo qué creo? Creo que tu ego está por la nubes, y nada me agradará más que hacerlo aterrizar y que toque suelo firme. ¿Acaso crees tú que yo me enamoro de cualquiera? ¡Ja ja!» —Enviado. Su contestación, llega al instante.
«¡Vamos nena, ya te he demostrado que me deseas! ¿Ya lo has olvidado?»
«Intento hacerlo, pero siempre estarás tú para recordármelo ¿no? Pero déjame que te aclare algo, desear, no es lo mismo que amar...»
«No Olivia, no es lo mismo, pero ambas van de la mano. No son nada la una sin la otra. Lo comprobarás muy pronto por ti misma. Y dime nena, ¿cuál es el premio? ¿Serás tú?»
«¿Yo? No lo creo, porque no voy a perder. Pero no te preocupes Daniel, te daré un premio de consolación. Te compraré una bonita muñeca de esas hinchable y si quieres, te doy permiso para que pongas en su cara una fotografía mía. ¿Qué te parece?»
«Me parece que este juego se pone muy interesante. Si estuviera en Manhattan, ahora mismo estaría llamando a tu puerta para darte un beso de buenas noches, seguro que después de ese beso, estarías dispuesta a darme mucho más...»
« Pues si, es una verdadera lástima que estés en San Francisco, siempre duermo mejor después de un buen beso de buenas noches. Y ahora, si le parece bien al señor, me voy a dormir, mañana tengo que trabajar, estoy segura que el tirano de mi jefe se cabrearía mucho si llegara tarde. Buenas noches Señor Dempsey.»
«El tirano de tu jefe está en la puerta esperando para darte un beso...»
 
 
¿Qué? ¡No me lo puedo creer! ¿Cómo que está en la puerta? ¡Mierda, mierda, mierda! Me siento en la cama nerviosa. ¡No, imposible, no puede ser cierto! Mañana tiene una reunión importante con el personal de San Francisco para tratar el tema de la sustitución del gerente. «Y eso que tiene que ver Oliva—me digo enfadada—. La empresa tiene avión privado, él puede ir y venir a su antojo». ¡Joder, eso me pasa por bocazas! ¿Y qué leches hago ahora? ¡Mierda, joder! Miro el teléfono que empieza a sonar, ¡es él…!
 
 
¿Se… señor? —Pregunto acojonada de la vida.
¿Qué pasa nena, te has puesto nerviosa? ¿Te palpita el corazón?
Ehhh… ¿en serio estás en la puerta? —Su carcajada me dan ganas de estrangularlo.
No Olivia, sigo en San Francisco. Pero he conseguido que te acojonaras ¿verdad? ¿De verdad crees que vas a ganar está partida nena? Sinceramente, yo creo que no, ¿sabes por qué? Porque eres una cobarde. Buenas noches nena, felices sueños —sin más cuelga, dejándome con la palabra en la boca.
 
 
¡Maldito capullo! ¡Casi me da un infarto por su culpa! Estoy tan enfadada… Es que tiene razón jolines, soy una cobarde. Me he acojonado en cuanto me dijo que estaba en la puerta. No, que va, esto tiene que cambiar, si quiero demostrarle que no me interesa en absoluto para darle un buen golpe a su ego, tendré que cambiar de actitud. Está acostumbrado a la Olivia virginal, pero esto lo cambio yo en un pis pas. Si, es hora de que “La Reina de Corazones” y Olivia se unan de una vez por todas. Tengo que conseguir que la próxima vez que el señor Dempsey me vea, se quede tan descolocado, que no sepa por donde tirar.
 
A la mañana siguiente, lo primero que hago en cuanto salgo de casa, es pasarme por el salón de belleza al que acostumbro a ir dos veces al año, y pedir cita para la tarde. Que conste que no solo quiero cambiar por el señor Dempsey, también lo hago por mi salud mental, que es mucho más importante que este juego de ahora si y ahora no que nos traemos entre manos el jefe y yo. Si sigo pensando y haciendo las cosas como dos personas diferentes, cuando en realidad solo somos una, acabaré volviéndome loca y encerrada en un manicomio, y no estoy dispuesta a correr ese riesgo.
 
En la oficina, todo sigue su curso, hoy es un lunes de pura rutina y de caos total. He quedado con Rebeca para comer juntas en su despacho, en el mío, no me atrevo. Bueno en el mío no, en el del señor Dempsey, sigo pensando que tiene infiltrada alguna cámara de seguridad por ahí y no me gustaría que pudiera escuchar algo que luego puediera utilizar en mi contra. Cuanta menos munición le de, mejor me irá a mi.
 
Después de comer, y de que Rebeca me haya puesto al día de su ajetreado fin de semana, vuelvo al despacho con ganas de que pase la tarde. Estoy ansiosa por llegar al salón de belleza y empezar con mi metamorfosis. En toda la mañana no he mirado el teléfono, y eso que me moría de ganas por hacerlo. Me siento como una adolescente esperando ver ese mensaje que cambie mi día. Estoy segura de que hay un sobrecito ahí, parpadeando en la pantalla, con un mensaje para mi, pero no lo miraré hasta que no salga del despacho. Ole por mi…