Me
giro lentamente y, entonces le veo. Está en la puerta de entrada,
con su imponente esmoquin y su antifaz negro. Nuestras miradas se
encuentran y, lo siento. Un escalofrío recorre mi columna vertebral.
¡Dios santo, es verlo y desearlo, no puedo evitarlo! Sabía que si
él estaba aquí, me olvidaría hasta de mi propio nombre. Es el
efecto que ese hombre causa en mi. Es tan misterioso, enigmático y,
tan seguro de si mismo, que no puedo hacer otra cosa que no sea
admirarle y babear. Si, babear por dentro y por fuera. Es increíble,
pero su sola presencia me excita de una manera escandalosa. Suerte,
que de momento soy solamente yo quien se escandaliza. Hércules a mi
lado carraspea divertido.
— Ese
Jack Sparrow, te tiene hipnotizada —susurra en mi oído—. Ni se
te ocurra volver a querer convencerme de que no es para tanto. Los
dos giráis en otra órbita cuando estáis en la misma habitación,
es evidente.
— Tienes
razón, pero estás equivocado en algo. No era a ti a quien quería
convencer de que no era para tanto, intentaba convencerme a mi misma,
porque lo cierto es que me acojona lo que este hombre me hace sentir
con solo mirarme.
— Te
entiendo. Hace meses que conozco a Jack y, puedo asegurarte, que es
la primera vez que lo veo tan interesado en alguien. Estos meses, iba
y venía de vez en cuando, pero desde que te conoce a ti, no se
pierde una reunión. Le gustas y, mucho. ¿No vas a acercarte a
saludarlo?
— ¿Estás
de coña? Ahora mismo, no podría dar un paso aunque quisiera, me
tiemblan hasta las uñas de los pies. —Hércules suelta una sonora
carcajada ante mi respuesta.
— Bueno,
entonces, si no te importa, me quedaré para hacerte compañía. Me
encantaría ser testigo de ver cual de los dos, da el primer paso. Lo
siento, no me mires así—dice tras ver la mirada asesina que le
lanzo—, no puedes negar que esta situación es muy divertida.
Además, seguro que prefieres estar acompañada mientras esperas, o
¿prefieres que te deje sola?—Lo pienso durante unos segundos y, él
tiene razón, no quiero quedarme sola.
— ¡Ni
se te ocurra dejarme sola! —Asiente y, depositando nuestras copas
en una mesa redonda y alta, situada a nuestro lado, me coge de la
mano y, me lleva al centro de la pista de baile.
— Vamos
a jugar un rato —me dice.
— ¿A
jugar?
— Si,
quiero comprobar hasta que punto le gustas…
— ¿Pero
cómo?
— De
momento, vamos a bailar. Tú sólo déjate llevar...
Nos
movemos entre las demás parejas que hay en la pista, “Bitter Sweet
Symphony” de ( The Verve ), marca el compás. No tenía ni idea que
fuera capaz de mover los pies sin tropezarme, sin duda alguna, estoy
siendo guiada por un experto bailarín. No es que este tipo de música
necesite de pasos laboriosos, pero con lo patosa que yo soy, hasta
moverme de derecha a izquierda al ritmo de la música, me resulta
complicado. Me divierte bailar con Hércules, es un buen tipo y, muy
simpático. Cada dos por tres, me hace reír con sus comentarios,
haciendo que muchas de las personas que están cerca de nosotros, nos
miren. Después de esa canción, suena otra, y otra y, sin para de
reírnos, seguimos bailando. Hago contacto visual cada dos por tres
con Jack Sparrow. Ahora está junto a la mesa que Hércules y yo
ocupábamos antes y, donde nos esperan nuestras consumiciones. Sólo
pensar que, tendré que ser yo quien me acerque a él, ya me pone
nerviosa.
— Te
has quedado muy pensativa, ¿qué estás cavilando?
— Es
una tontería…
— Adelante,
dime de que se trata.
— Jack,
está justo donde antes estábamos nosotros y, no quiero ser yo quien
tenga que acercarse a él…
— Ya
veo, pero no creo que tengas la necesidad de hacerlo —me dice con
una sonrisa burlona. Acerca sus labios a mi oído y murmura—. Jack
Sparrow está detrás de ti. Apuesto a que en cuanto termine la
canción, será él quien te saque a bailar.
Dicho
y hecho, en cuanto los acordes de la canción dan sus últimos
coletazos, Jack, se pone a mi lado y, sin mediar palabra, le hace un
gesto a Hércules para que se vaya. Éste sonriendo, me guiña un ojo
y antes de alejarse de mi, vuelve a susurrarme en el oído.
— Todo tuyo Reina… —Me da un beso en la mejilla y nos deja solos en la pista.
Jack,
me mira intensamente, coloca una mano en mi cintura y, con la otra
acaricia mi hombro desnudo. Si, ya me tiene a su merced y, soy
consciente que ésto, no ha hecho más que empezar. La voz de “Bon
Jovi” entonando “Always”, me devuelve al ahora, porque si,
tengo que confesar que mi mente, ya estaba perdida en alguna otra
parte de este enorme piso gimiendo de placer.
Nos
movemos lentamente, sin pronunciar palabra. Su mano, sube y baja por
mi espalda, es una caricia muy sensual, electrizante, que me pone la
piel de gallina. Sus ojos, se clavan en los míos. Tiene una mirada
tan penetrante, tan concentrada, que tal mente parece que quiera
leerme la mente y, adueñarse de mis pensamientos.
Se
acerca despacio, muy despacio. Inclina la cabeza y hunde su nariz en
mi cuello, inhalando mi olor, para luego lamer mi piel con la punta
de su lengua húmeda y, caliente. Un calambre atiza con fuerza en el
centro de mi sexo, ¡le deseo! Todo a nuestro alrededor se evapora.
En esa pista de baile solo estamos él y yo, nadie más. Ni siquiera
soy consciente del espectáculo que probablemente estemos dando.
Nuestro baile, ha pasado de ser sensual, a ser erótico. A más de
uno y de una, le estará subiendo la temperatura con solo mirarnos.
Me
pega más a él, tanto que, si no fuera por todos los volantes que
lleva mis vestido, estaría notando su erección sobre mi vientre.
Joder, ¿cuánto dura esta canción? Estoy deseando que termine para
que me lleve a algún sitio apartado y podamos dar rienda suelta a
nuestra pasión contenida por estar en público. Es tal la calentura
que tengo, que el calentamiento global a mi lado se queda en unas
simples ascuas. Entonces, como si Bon Jovi, se compadeciera de mi
estado volcánico, deja de cantar y, Jack, antes de que salgamos de
la pista en dirección a cualquier parte, me susurra…
— Todavía
no… —¿Cómo qué todavía no? ¿Qué narices quiere decir con
eso?
Cogidos
de la mano, caminamos hasta la mesa ocupado por Hércules y una
despampanante morena que nos miran divertidos y, para mi sorpresa, me
deja con ellos y él se va. ¿Pero a dónde coña va? ¿Por qué me
deja aquí? Frustrada, miro a Hércules.
— ¿Tienes
idea de a dónde ha ido? —Le pregunto.
— No,
pero estoy seguro que no tardará en volver. Ten paciencia Reina, lo
bueno, siempre se hace esperar —me guiña un ojo y, cogiendo de la
mano a la morena, también se van dejándome sola.
No
entiendo nada, de verdad que no. Me ha puesto como una moto en la
pista de baile para a continuación dejarme plantada. ¡Si alguien lo
entiende, por favor que me lo explique! Busco un sitio donde
refugiarme de las miradas indiscretas que me dedican algunas
personas. Es lógico que me miren así, viendo el numerito que nos
hemos marcado hace apenas unos minutos para después dejarme tirada
como una colilla… Dios, ¿qué estarán pensando?
Salgo
por una puerta lateral que da a una terraza impresionante, donde
varias parejas están disfrutando de su mutua compañía a la luz de
las estrellas, acariciándose y prodigándose todo tipo de
carantoñas. Empezando con los preliminares de un fogoso encuentro
que, más tarde, culminarán en alguna habitación. No como yo, que
estoy allí con la única intención de que el aire fresco de la
noche, enfríe mis hormonas y las deje a temperatura ambiente, pero
viendo lo que se cuece por aquí, quizá no esté en el sitio
adecuado. Así que salgo de allí y me dirijo a la puerta de salida,
pero antes de que llegue al ascensor, una mano fuerte, me empuja
contra la pared. Asustada levanto la mirada para ver de quien se
trata. Es nada más y nada menos que mi pirata del caribe, ése que
con solo tocarme, me convierte en gelatina.
Mi
respiración se agita en cuestión de segundos, ¿qué demonios me
hace este hombre para que reaccione así a él? Con mi mano en su
nuca, acerco su cara a mi cara y, cuando estoy a escasos milímetros
de su boca murmuro con descaro…
— Si
vas a empezar algo, será mejor que lo termines, o de lo contrario,
tendré que buscar a otro que lo haga por ti. ¡Tú decides!
Su
respuesta no se hace esperar. Su boca, busca la mía con
desesperación, con ansia. Mi inquieta lengua, sale al encuentro de
la suya y se enroscan. Durante unos minutos, nos devoramos mutuamente
y, nos tocamos por encima de la ropa, hasta que él se detiene y,
cogiéndome de la mano, me lleva por el oscuro pasillo hasta una
puerta doble. La cruzamos, es un salón vacío y oscuro lleno de
sofás. Sin tiempo que perder, nos deshacemos de la ropa y, una vez
desnudos, volvemos a devorarnos, sin ningún tipo de barrera que se
interponga entre nosotros, sintiendo el calor que emana de nuestras
pieles. La tenue luz que entra por la ventana, nos da la claridad
suficiente para poder vernos. Jack, se sienta en uno de los sofás y,
yo me coloco a horcajadas encima suyo. Sin tiempo que perder,
introduzco su miembro en mi y, empiezo a cabalgarlo, poseída por un
deseo que me nubla la razón y los sentidos. Me muevo adelante, atrás
y en círculos. Sus dientes juegan con mi barbilla, mi cuello, mis
pezones… En este momento, soy yo la que lleva la batuta y, me
gusta. Me vuelve loca. Loca de deseo, de lujuria y, me embriaga
sentirlo tan dentro de mi, golpeando con fuerza, con ímpetu. Los dos
buscamos lo mismo. Estamos aquí para lo mismo, ambos lo tenemos
claro, por lo menos yo. Dejo de pensar y, empiezo a moverme con
urgencia, noto el orgasmo ascendiendo por todo mi ser. El ruido de
nuestras pieles al impactar me nubla la razón y, me dejo que ir.
Jadeo y grito su nombre mientras él se hunde en mi y jadea el mío.
¡Joder, cada orgasmo con este tío es bestial! Aún con nuestras
respiraciones agitadas, él me coge del pelo y, tira con fuerza hacia
atrás, de tal manera que nuestras frentes están casi pegadas y,
nuestros ojos a la misma altura. Entonces, con una seguridad
aplastante me dice…
— ¡Jamás
vuelvas a amenazarme con buscarte a otro para que sacie tu necesidad,
eres mía, que no se te olvide!— Después de eso, empieza a lamerme
la comisura de los labios y, empezamos de nuevo, y así hasta las
cinco de la madrugada. Hora en la que nos decimos adiós en la puerta
de aquel salón…