Pues
si, ya se han acabado mis días de vacaciones y, voy de regreso a la
vida real, a la rutina, a Manhattan, donde me espera mi amor. Que
ganas tengo de verlo, de abrazarlo, de besarlo. ¡Qué ganas tengo de
él por Dios! Tengo mono de él, es mi droga, mi adicción, mi todo.
No
dejo de pensar que mi relación con Daniel es una puta locura, pero
que narices, el que no arriesga no gana. Me he tirado de cabeza a la
piscina sin apenas saber nadar, sin flotador, sin nada que me proteja
en el caso de que quede sumergida en el agua, pero me da igual. Dije
que lo intentaría y lo estoy haciendo y, cuando tomo una decisión
suelo hacerlo con todas las consecuencias. No soy para nada
impulsiva, de hecho suelo pensarme muy mucho las cosas antes de tomar
una decisión, pero en esta ocasión a pesar de todas mis
reticencias, me he lanzado porque así lo deseo, porque estoy harta
de perderme la vida y no disfrutarla, y la vida está para vivirla,
no para cuestionarla.
El
fin de semana que pasamos juntos en la isla, no se me va a olvidar
mientras viva. Atesoro los momentos vividos con él en un lugar
preferente de mi mente y de mi corazón y, ahí se quedarán hasta el
fin de mis días. Estas vacaciones, siempre serán especiales para mi
por dos razones. Primera, he dejado atrás mis prejuicios y he
empezado una historia con mi jefe, ¿a donde nos llevará? No tengo
ni la más remota idea, lo que si tengo claro es que no me arrepiento
de haberle abierto mi corazón y, haber sido sincera con él respecto
a mis sentimientos, y por supuesto, de haberme dejado llevar.
Segunda, he conocido a grupo de personas increíbles, tanto las
chicas de Asturias, como los chicos de Galicia, me han demostrado en
estos pocos días, que se puede hacer amigos e cualquier parte del
mundo. Siempre les estaré agradecida por los maravillosos momentos
que hemos pasado juntos, las risas, los bailes, las bromas… Hemos
prometido no perder el contacto, y vernos en cuanto haya un hueco en
nuestras agendas, a ser posible antes de que termine el año. Ellas
han pensado en ir a verme el mes de diciembre, según me han contado,
la primera semana de ese mes, tiene un puente largo, y si ha todas
les viene bien, irán a Manhattan para pasarlo conmigo. Ellos en
cambio lo tiene un pelín más complicado, pero bueno, todo se
andará. Acabo de dejarles a todos en el aeropuerto y, ya les echo de
menos. Decididamente, estas han sido las mejores vacaciones de mi
vida.
Saco
el móvil del bolso y miro las fotografías que me han enviado las
chicas. Son de hace un par de noches, cuando yo tenía pensado
quedarme a cenar en la habitación del hotel y ellas me enviaron un
mensaje diciéndome que me esperaban abajo. Menuda juerga nos
pegamos, estamos para que nos encierren no, lo siguiente. Cuanto más
miro las imágenes, más me descojono, es que ver a Luz con un pene
de pan en las manos apuntándonos como si fuese una pistola, no tiene
precio.
Las
muy condenadas, tenían reservada una mesa en uno de esos
restaurantes picantes, ya me entendéis. El nombre de dicho
restaurante lo dice todo y por cierto, me hizo mucha gracia, se
llamaba “69 punto G”, ¿verdad que ya no hay ninguna duda de que
tipo de restaurante era? Pues total que llegamos allí y nos pasan a
un comedor enorme y lleno de gente. Por lo visto es uno de esos
sitios donde se celebran despedidas de soltera y de soltero. Si, si,
todos juntos en el mismo salón. Al principio me choco un poco,
porque por norma general, esas fiestas suelen hacerse por separado
¿no?, pues allí no, allí había despedidas tanto de unos como de
otras.
Una
vez ubicadas en nuestra mesa, se acerca un animador, muy simpático
él y hace la pregunta del millón. «¿Quién es la novia bonitas?»
Miro a unas y a otras para ver que respuesta dan, por que claro, si
hay una despedida, tiene que haber una novia ¿no? Pues casi me da un
sincope cuando veo que todas a la vez, me señalan a mi, ¡la madre
que las parió! El chico me mira, sonríe, me da la enhorabuena y me
coloca en la cabeza una diadema con un pene de goma enorme, repito
¡la madre que las parió! Después de la sorpresa inicial de verme
metida en ese sarao sin comerlo ni beberlo, y ya que estamos, pues me
suelto la melena y disfruto de la compañía, de la cena y, del
espectáculo, ¡y menudo espectáculo!
Me
quedé muerta cuando con el primer plato, vi salir a un pedazo de
maromo vestido de marine y empezó a sonar la música. A los pocos
minutos, ya se había desprendido de su camisa y caminaba provocador
hacia mi, moviendo aquel cuerpo pecaminoso de una forma alucinante.
Cuando estaba a mi altura, arrancó literalmente sus pantalones al
son de la música, con un gesto brusco pero excitante, quedándose
con un tanga de color negro bien pegadito a esa parte de su anatomía
que prometía y mucho. Lo último que esperaba, era que el macizorro
se sentara en mi regazo, y lo hizo, vaya que si lo hizo. Decir que se
froto lo que pudo y más contra mi, es quedarse corta, y yo, claro,
metida en el papel de novia, no desaproveché la ocasión de palpar
aquel culito tan prieto y tan mono, provocando la risa histérica de
mis amigas y los silbidos y vítores de los demás comensales. ¡Había
comenzado el espectáculo y yo, era la primera en disfrutarlo!
Con
Cada plato, una nueva actuación. Había de todo, desnudo de chicos y
también de chicas, primero unos y luego las otras, hasta que en el
postre, se unieron todos e hicieron una actuación conjunta muy
subidita de tono. Con piscina de plástico incluida y todo. Que
manera de calentar al personal. Después de la cena, la fiesta
continuo allí mismo, ya que había barra libre y música para
bailar. Como buenas rumberas, nos quedamos hasta el final, hasta que
el cuerpo no dio más de si. Fue una despedida de vacaciones en toda
regla. Otra vivencia más que guardar en el USB de mi memoria.
Acabo
de subirme al avión y, ya estoy ansiosa por llegar a mi destino. No
sé si al final Daniel irá a buscarme al aeropuerto, anoche cuando
hablé con él, volvió a decirme que tenía un par de reuniones
después de la comida, y que no sabía si le daría tiempo de pasar a
recogerme. De todos modos le veré en mi apartamento, y
conociéndonos, el reencuentro será apoteósico.
Como
no tengo nada mejor que hacer y, me quedan muchas horas de viaje por
delante, cojo el ipod, me pongo los cascos y escucho la música que
sheila me ha metido en él estos días. Con el suave ritmo de una
balada preciosa de un grupo que se llama “Devicio”, me quedo
dormida.
«—
No te des la vuelta, quiero tenerte así, de espaldas—me dice mi
capitán del caribe en susurros cargados de deseo.
— Quiero
verte, no te has cubierto la cara con el antifaz y, siento
curiosidad. Quiero saber quien eres...—Gimo. Sus manos están
acariciando mis pechos y apenas puedo hablar. Estoy excitada.
— Aún
no. Después…
Pega
su cuerpo al mío, aplastándome contra la pared. Mis manos por
encima de mi cabeza, enganchadas a unas esposas que a su vez están
sujetas a unas correas de cuero que cuelgan del techo. No puedo
verle, ni tocarle. Me tiene completamente sometida a su antojo. Su
posesión me atormenta, me enerva, me enciende… Presiona el botón
mágico que hay entre mis piernas y me retuerzo. Tiro con fuerza de
las correas, pero no consigo soltarme, me tiene bien sujeta y yo,
necesito tocarle. No me basta con sentir su piel contra la mía.
Quiero y necesito explorar su cuerpo con mis manos, con mi lengua,
necesito saborearlo. Pero me quedo con las ganas, al menos de
momento. Su lengua juguetona, recorre mi espalda, activando mis
terminaciones nerviosas en cuestión de segundos. Poniéndome a cien
no, a mil, e incluso a dos mil.
— Separa
las piernas—me ordena—. Eso es… Estás tan húmeda, tan
receptiva, tan caliente…
— Por
favor Jack… No me tortures más… ¡Fóllame de una maldita vez!—Y
lo hace.
De
un solo empujón y sin previo aviso, entra en mi, llenando toda mi
cavidad con su miembro duro. ¡Oh señor siiii, siiii! Me deshago
entre sus manos. Mis pechos golpean contra la pared con cada una de
sus fuertes y salvajes arremetidas. ¡Joder, joder, joder, voy a
correrme…!
— Estás
a punto nena, lo noto. Vamos Olivia, déjate ir… ¡córrete!
¿Cómo
cojones sabe mi verdadero nombre? ¿Acaso me conoce? ¿Quién eres
Jack Sparrow…?»
Me
despierto y, acto seguido me incorporo en el asiento. Varias cabezas
están giradas hacia mi, con la boca literalmente abierta,
contemplándome descaradamente. ¡Mierda! Seguro que me he puesto a
gemir como una loca. ¡Qué alguien me abra la puerta que me lanzo al
vacío! ¡Joder que vergüenza!
Me
siento frustrada y cabreada. Frustrada porque me he quedado a las
puertas de un orgasmo brutal y, cabreada porque mi puto subconsciente
ha vuelto a hacer de la suyas dejándome en evidencia delante de toda
esta gente. ¿Por qué siguen mirándome? ¡Maldita sea, no voy a
correrme, dejad de mirarme!
Ojalá
hubiera un sitio donde pudiera esconderme de todas esas miradas
curiosas y ávidas de mi inexistente orgasmo. Quizá si fuera al baño
y me quedase allí durante un ratito… no que va, mala idea. Seguro
que piensan que he ido a terminar de satisfacerme y eso ya sería el
colmo de los colmos. No creo que fuera capaz de soportar más miradas
indiscretas. Mejor me quedo donde estoy y espero a que cada uno
vuelva a lo suyo y se olviden de mi. A duras penas consigo mantenerme
despierta durante el resto del viaje. Solo de pensar en volver a
quedarme dormida, me da pavor. No quisiera por nada del mundo seguir
deleitando al público aquí presente con mis gemidos.
Cuando
el avión por fin aterriza en el aeropuerto JFK, suspiro aliviada. No
veo la hora de salir de este cacharro y perder de vista a toda esta
gente. Seguro que hoy seré el tema de conversación en muchos
hogares… ¡Pues que lo disfruten cotillas de mierda! «Eso
Olivia—me digo—como si ellos tuvieran la culpa de todo». Nos
bajamos del avión y disparada voy a buscar mi maleta. Igual son
imaginaciones mías, pero creo algunos todavía me miran…
Con
la maleta ya en mi poder y, sin volver a dirigir una mirada a mi
alrededor, me encamino hacia la puerta de salida, pero antes de que
llegue a ésta, una mano tira de mi y me da la vuelta… Al ver de
quien se trata, una sonrisa brota de mis labios, mi “pitufo gruñón”
ha venido a buscarme. Me refugio en sus brazos, ¡por fin estoy en
casa…!