Gris,
así está el cielo de Manhattan, gris y encapotado, igual que mi
estado de ánimo. Miro por la ventana de mi apartamento y suspiro,
hasta los astros se han aliado conmigo, tapando con esas nubes, un
sol que hasta hace tres días brillaba en un cielo azul celeste, y
que ahora ha desaparecido para dar paso a un otoño repentino, que
con su llovizna continua, no me ayuda a sentirme mejor, ni siquiera
un poco.
Desde
que el viernes pasado Daniel, saliera de mi casa dando un portazo, no
he vuelto a saber de él. No contesta a mis mensajes, ni a mis
llamadas. Ayer volví a intentarlo a última hora de la noche, y al
no obtener ninguna respuesta, me he dado por vencida. Me dijo que
cuando lo tuviera claro le llamara, lo he hecho, así que creo que
queda suficientemente claro que es lo que quiero decirle, pero parece
ser que a él ya no le interesa escucharme.
Ni
siquiera se ha puesto en contacto conmigo para tratar temas de la
empresa, ahora habla directamente con Rebeca, y ella me pasa los
recados a mi. Ha tenido que pasar todo esto para que me de cuanta de
cuánto lo extraño. Si, me he enamorado como una idiota y, si, por
mi estúpido orgullo le he perdido. No me quedan más cartuchos que
quemar, ¿o si? Ahora mismo no tengo ni idea, me encuentro sin
fuerzas para intentar averiguarlo. Es la primera vez que me siento
así, ni siquiera aquella relación de hace años me dejó tan echa
polvo. Ahora mismo, me siento como las hojas que muy pronto empezarán
a caer de lo árboles, seca y marchita.
Hoy
he recibido un nueva invitación del “Lust”, y por primera vez
desde que estoy en el club, me ha dado igual. El sábado harán una
gran fiesta porque es el aniversario del club, y esta vez la reunión
se hará aquí en Manhattan, pero no tengo intención de asistir, ni
Jack Sparrow con uno de sus polvos mágicos, conseguiría sacarme de
mi abatimiento. Es un poco soez lo que voy a decir, pero no tengo el
chichi para farolillos, ni para nada. Soy consciente que me perderé
una de las mejores, por no decir la mejor fiesta a la que haya
asistido en mi vida, pero me da igual.
El
lunes por la mañana, mientras iba de camino al trabajo, llegué a
plantearme abandonar el club en el hipotético caso que Daniel me
perdonara y siguiéramos adelante con nuestra rara historia, no sería
para nada correcto, que yo siguiera frecuentando las reuniones si
estuviera con él ¿no? En fin, pensamientos inútiles, ¿dónde voy
a estar mejor que en el “Lust”? Ahora es el único lugar que me
queda al que ir para intentar olvidarme de el señor “soy un ogro”,
aunque no asista a la reunión de aniversario, si que lo haré en las
próximas que hagan. Quiero creer que todo esto quede olvidado en
poco tiempo y, que mi vida vuelva a la normalidad.
Miro
el calendario que tengo pegado en la nevera, el viernes es mi
cumpleaños, nunca lo he celebrado. ¿Para qué, si siempre he estado
sola? Además, es uno de los poco días que pienso en mis padres, en
lo diferente que hubiera sido todo si ellos no hubieran muerto en
aquel accidente de tráfico… No quiero pensarlo, tampoco me sirve
de mucho ¿no? No conseguiré nada con ello, así que mejor dejarlo.
Invitaré a Rebeca a cenar a un buen restaurante y luego nos iremos
de fiesta con el resto de compañeros. Por una vez, me apetece hacer
algo distinto el día de mi cumpleaños, celebrarlo de alguna manera,
en lugar de quedarme en casa sintiéndome desgraciada por no tener
una familia, como la mayoría de los mortales. Si, eso haré, solo
espero que mi amiga no tenga ningún plan especial esa noche.
Por
cierto, hoy me han llamado de la agencia de viajes para decirme que
todo está listo para mis vacaciones. Si, el viernes saldré de
trabajar y no tendré que volver en quince días, tiempo que pienso
aprovechar para poner en orden mi cabeza. Me he regalado un viajecito
a Ibiza ( España ). Desde hace tres años, voy a esa maravillosa
isla a desconectar de la rutina, y esta vez me vendrá de perlas
estar fuera de mi ambiente habitual. Estoy deseando estar subida a
ese avión que me llevará diez días lejos de aquí. Ya estoy
imaginándome tumbada al sol en una de esas calas tan tranquilas y
bonitas que hay por allí. Si, estoy ansiosa por poner tierra de por
medio, lo necesito, no solo yo, también mi saludo mental me lo
agradecerá.
El
jueves no es mejor día que los anteriores, para colmo, cuando he ido
a la cocina a media mañana para tomarme un café, los compañeros
que estaban allí, hablaban del rumor que esa mañana circulaba por
la oficina y que yo no había oído. Parece ser, que el señor
Dempsey, se instalará una larga temporada en San Francisco, hasta
solucionar el tema del gerente, su hermano Bruce será quien se haga
cargo aquí en Manhattan. ¿Tan cabreado está que va a quedarse en
San Francisco? ¿Por qué no deja que sea su hermano quién se
encargue de todo allí y el regresa? Si vamos a dejar de vernos hasta
en el trabajo, nos resultará imposible siquiera volver a nuestra
antigua relación, esa en la que él era un borde y yo una pringada.
¡Maldita suerte la mía! Mejor dicho, ¡maldito orgullo el mío!
Regreso a mi despacho, con el estómago encogido y, el corazón en un
puño.
Rebeca
me observa con cara de pena desde su mesa, debería de comentarle lo
de mañana, para que no haga ningún otro plan, pero sinceramente no
tengo ánimo.
— ¿Vas
a contarme qué es lo que ha pasado con el señor Dempsey, o como
siempre tendré que amenazarte para que hables?—Pregunta poniéndose
de pie y acercándose a mi mesa.
— ¿Por
qué crees que ha pasado algo con él?
— Bueno,
el viernes vi como os besabais. Después, los dos desaparecisteis de
repente, no sé, dímelo tú… ¿Estuvisteis juntos? —Decido ser
sincera, al fin y al cabo, ella es la única amiga que tengo, y
necesito hablar con alguien…
— El
viernes cuando me fui a casa, él estaba esperándome allí. Yo me
largué de la cervecería precisamente para evitar liarme con él,
pero no sirvió de nada…
— ¿Osea
que os liasteis?—Asiento— ¿Del todo?
— Si,
del todo.
— ¿Y
por qué tienes esa cara de vinagre? ¿Tan malo fue?
— Todo
lo contrario, fue una auténtica pasada.
— ¿Entonces?
— Pues
resulta, que después de ya sabes, acostarnos, él empezó a decirme
que yo le gustaba mucho, y bueno, propuso que dejáramos de jugar y
tuviéramos una relación…
— ¿Y?
— Le
dije que no.
— ¿Qué
le dijiste que? ¿Pero tu eres tonta o qué coño te pasa? ¡Joder
Olivia, si estás loca por él!
— ¡Joder
Rebeca, que quieres que te diga, me entro el caguele! ¡Es mi jefe!
— ¿Y
eso que coño importa?
— A
mi me importa…
— Pues
no te entiendo chica. Lleváis jugando al gato y al ratón mucho
tiempo, y cuando tienes la oportunidad de empezar algo serio con él
¿te rajas? ¡Joder, de verdad que no hay quien te entienda…
— En
el contrato, hay una cláusula que…
— Venga
ya Olivia, déjate de chorradas, él puede deshacerse de esa cláusula
solo con chasquear los dedos. Ahora entiendo porque sólo habla
conmigo, y me tiene de recadera, has herido su orgullo masculino al
decirle que no después de echar un polvo con él y, está cabreado.
— Si,
se fue de mi casa muy enfadado, de hecho, nunca lo había visto así.
Desde entonces he intentado hablar con él, pero no hay manera. No
contesta ni a mis mensajes ni a mis llamadas. He sido una estúpida
Rebeca…
— Cierto,
lo has sido.
— ¿Qué
se supone que debo hacer ahora?
— Esperar
a que se le pase el cabreo Olivia. La semana que viene, hay una
reunión importante, ya sabes, la firma con esa cadena de tiendas de
Australia, estará aquí y, puedes aprovechar la oportunidad para
hablar con él.
— Imposible,
la semana que viene estaré en Ibiza…
— Es
cierto, no me acordaba de tus vacaciones.
— En
fin, parece ser que no volveré a verlo en bastantes días…
— No
te agobies, estar sin veros, también os vendrá bien.
— ¿Tu
crees?
—Si.
— Vale,
intentaré no agobiarme más, aunque lo veo difícil la verdad. Oye,
cambiando de tema, ¿tienes algún plan para mañana?
— De
momento no, ¿tienes algo en mente?
— Si,
es mi cumpleaños, y me gustaría invitarte a cenar, ¿qué me dices?
— ¿Pues
que te voy a decir? ¡Qué siiii!
— Perfecto,
entonces reservaré mesa en algún restaurante chulo, y tu y yo
iremos a celebrar que soy un año más vieja.
— Que
boba eres viejita…—Me dice sonriendo— Voy a bajar al almacén a
revisar un pedido, si necesitas cualquier cosa me llamas ¿vale?
— Si,
tranquila y, gracias Rebeca.
— No
me des las gracias, para eso estamos las amigas…
Antes
de salir del trabajo, hago la reserva para dos en el restaurante
francés “Bon Appetit”, y después, algo más animada porque por
primera vez tengo planes para mi cumpleaños, me voy casa. Me acuesto
temprano, demasiado temprano, pero sinceramente, es lo único que me
apetece hacer. Aunque intento desconectar retomando la lectura de el
último libro que me compré, me resulta imposible y, al final,
termino llorando releyendo los mensajes de Daniel. Si, mi vena
masoquista, se acentúa a pasos agigantados.
A
primera hora de la mañana, antes incluso de salir de casa, recibo la
llamada de Rebeca, que me felicita y me canta el cumpleaños feliz.
Me emociono como una tonta, hace mucho tiempo que nadie me canta esa
canción, tanto que apenas recuerdo cuando fue la última vez. Cambio
el chip, e intento que las horas que tengo por delante, pasen lo
mejor posible.
Por
la tarde, ya en casa, me preparo uno de esos baños que tanto me
gustan y me relajo. Encima de la cama, tengo preparado el vestido que
me pondré esta noche para ir a cenar con Rebeca. Es verde botella,
de tirante fino y muy pegado al cuerpo. Tengo que aprovechar a
ponérmelo ahora que el tiempo lo permite, después quedará relegado
en el armario hasta el próximo verano. Me peino y me maquillo,
siempre siguiendo los consejos de Claudine y, cuando me miro en el
espejo, aunque es evidente las tristeza en mi ojos, me veo guapa.
En
la calle, me espera mi amiga con una sonrisa radiante. Me abraza
cariñosamente y me planta un beso en la mejilla.
— Felicidades
Olivia, estas preciosa. El color verde te sienta muy bien.
— Gracias
Rebeca —le contesto agradecida. Nos subimos a un taxi y le indico
al conductor la dirección del restaurante. Ella, al oír a donde nos
dirigimos, silba asombrada.
— ¿Vamos
a cenar a “Bon Appetit”?
— Si
señorita.
— ¡Que
fuerteee! —Exclama emocionada—. A ese restaurante suelen ir
personas famosas y altos ejecutivos. ¿Crees qué nos encontraremos
con algún actor?
— No
lo sé, te lo diré más tarde…
—¡Ja,
muy graciosa tú! —Nos reímos como bobas y, durante el tiempo que
dura el trayecto hasta allí, ambas vamos imaginando que haríamos si
viéramos a alguien conocido en el restaurante…