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lunes, 26 de octubre de 2015

R.D.C. JAQUE MATE

 
 
 
 
 
 

¿Qué puedo decir? Pues visto lo visto, creo que las palabras sobran ¿verdad? Si ha venido hasta aquí, mejor terminar con esto de una vez. Que pase lo que tenga que pasar y, después que cada uno continúe con si vida. Es lo mejor.
 
Estoy muy nerviosa, para que mentiros. Él es mi jefe y que coño, está como un puto queso. Jamás de los jamases imagine que algo así pudiera suceder, pero aquí estamos, en el salón de mi casa, mirándonos con deseo y a punto de devorarnos mutuamente. Solo de imaginarme ese pedazo de cuerpo como Dios lo trajo al mundo, se me seca la boca y se me humedecen otras zonas de mi cuerpo menos visibles.
 
 
Le pregunto si quiere tomar algo, más que nada por cortesía y por no ir directos al grano, por alargar un poco esta agonía. No tengo ni idea de por qué a veces, me sale esta vena masoquista. ¿Alargar la agonía, y esperar a tenerlo dentro de mi? ¿Soy gilipollas o qué me pasa? Pues va a ser que si, que soy bastante gilipollas. Menos mal que él es un tipo listo y declina mi invitación.
 
Como veo que el sigue estático junto a la puerta, opto por ser atrevida y tomar la iniciativa, quizá consiga sorprenderlo y que así deje de pensar que soy una mojigata y una cobarde.
Bajo la cremallera de la falda y, deslizo esta por mis piernas con tranquilidad, sin quitarle el ojo de encima al machoman que tengo frente a mi. La punta de su lengua, descansa sobre su labio inferior, como si estuviera a punto de relamerse. Me paso el top por encima de la cabeza y lo dejo caer al suelo, estoy delante de él vestida con un conjunto de lencería fina de color negro, y subida a mis tacones de aguja. Estoy consiguiendo dejarlo fuera de órbita con mi striptease particular, porque sigue sin inmutarse. Si no fuera porque desde aquí noto su respiración agitarse, pensaría que es inmune a mis encantos. Pero no ese el caso. Camino hacia él, contoneando mis caderas con ritmo sensual, como si en lugar de caminar, flotara.
 
Recorro su pecho bien formado por encima de la camiseta, desprende calor, mucho calor. Acaricio su cuello, y con el dedo índice, recorro el perfil de sus labios. Me mira hipnotizado, está empezando a asustarme que todavía no haya movido un dedo, aún así, continúo con la exploración de su cuerpo, ya no hay quien me pare, estoy totalmente decidida a hacerlo mío de una vez por todas.
Poco a poco, voy despojándolo de su ropa, la chaqueta negra de piel fina, la camiseta y los pantalones. Su cuerpo es escultural, su piel fina y caliente. El bulto que marcan sus calzoncillos negros ajustados, me indica que no es para nada inmune a mis caricias y, me crezco. Juego con sus labios a la vez que voy bajando una mano para acariciar ese bulto duro que promete darme mucho placer.
¿Es esto lo que querías Daniel…? —Pregunto seductora, y sin dejarlo responder, me apodero de su boca y, lo beso, desesperada por sentir su lengua húmeda rozarse con la mía. Me coge en brazos, y sin separar nuestras bocas, me lleva a mi habitación. No hace falta que le diga donde está, lo sabe de sobra.
 
Me deja de pie al lado de la cama, y con destreza me quita el sujetador y el tanga, dejándome sólo con los zapatos de tacón puestos. Acaricia mis pechos, sus dedos dibujan círculos alrededor de mis pezones, que están igual de duros que otra parte de su anatomía que ahora siento contra mi. Me tumba sobre la cama y me observa, y es tal la adoración que veo en su mirada que me estremezco.
 
Se toma su tiempo, acaricia y lame con tranquilidad, sin prisas pero sin pausa. Por primera vez en mi vida, siento que estoy haciendo el amor, y no echando un polvo, o follando como una loca, poseída por la lujuria. Este hombre, explora cada rincón de mi cuerpo con adoración, y algo dentro de mi se agita. Probablemente sean esas mariposas de las que hablan en las novelas románticas y, que yo pensaba que también eran una leyenda urbana.
Eres tan hermosa Olivia… —Susurra en mi oído. Ahora soy yo la que permanece en silencio, no podría articular palabra aunque quisiera.

Su lengua, dibuja un camino desde mi cuello, hasta mi ombligo, pasando por mi clavícula y mis pechos, a los que mima con esmero. Noto su mano presionando mi sexo, jugando con el botón mágico que a todas nos vuelve locas, y levanto mis caderas anhelante… Oh si, si, madre mía, podría dejarme ir en este mismo instante, pero no quiero hacerlo, quiero alargar todas estas sensaciones el máximo tiempo posible…
 
Cambia su mano por su miembro duro y caliente y, me aprieto más contra él, animándolo a que entre en mi de una vez y me haga enloquecer de placer. Y lo hace. Me penetra poco a poco, con calma, disfrutando de esa unión tan íntima y tan increíble, sin apartar sus ojos de los míos. Nos movemos al unísono, acompasados, una danza entre dos cuerpos que estaban destinados a unirse, aunque yo me resistiera a ello. ¡Que idiotas podemos llegar a ser a veces las personas negándonos aquello que deseamos!
 
Le rodeo la cintura con las piernas para sentirme llena por completo, y alzo mis caderas en busca de sus arremetidas, ¡madre mía, voy a explotar! Entra y sale de mi tan lentamente que estoy a punto de echarme a llorar… Entonces siento ese latigazo en mi vientre, justo donde está mi ombligo, ¡es tan intenso…! Y en cuestión de segundos tengo un orgasmo bestial, al que se une él en cuanto me oye jadear su nombre. ¡Joder, joder, joder, ahora si que puedo morirme satisfecha! ¡Madre del amor hermoso, esto ha sido… Uau, alucinante no, lo siguiente!
 
 
A ti también te lo ha parecido ¿verdad? —Pregunta tumbándose a mi lado en la cama. Asiento, aún no he recuperado el habla, y no creo que la recupera en un buen rato.—Joder nena, sabía que sería intenso… ¿No crees qué después de esto, es el momento de olvidarnos de ese estúpido juego? Me gustas mucho Olivia…
 
¡Eh, eh, pare el carro señor Dempsey! ¿Esta insinuando lo que creo que está insinuando? ¿O estoy tan obnubilada por lo que acaba de pasar qué son imaginaciones mías? Tendré que hablar claro con él, yo no quiero tener una relación amorosa ni nada que se la parezca, ¡por Dios, es mi jefe! Vale que acabamos de hacer el amor de una forma enloquecedora, y que nuestros cuerpos se acoplan a la perfección, ¿pero tener una relación con él? No, me niego.
 
Daniel… Lo que acaba de pasar, ha sido alucinante, pero veras…
¿Por qué tiene que haber un pero Olivia? No puedes simplemente dejarte llevar?
¿Qué es lo que quieres de mi Daniel?
Lo quiero todo de ti Olivia, ¿es qué no lo ves?
Lo único que veo es que por lo visto en la cama funcionamos muy bien.
¿Por lo visto? ¿Pero que coño te pasa? ¿Por qué eres tan fría Olivia?
Mira, no quiero discutir contigo ahora ¿vale? No estropeemos este momento por favor…
¡Eres tú con tu cabezonería la que ha estropeado este momento! No sé que coño te pasa, pero si no eres capaz de ver lo que para mi es tan evidente…
No quiero tener una relación contigo Daniel, no me interesa. ¡Eres mi jefe joder!
¿Y eso qué importa? ¿No podemos conocernos? ¿Ver a dónde nos lleva esta historia?
No lo se…
Vale, pues cuando lo sepas me llamas. No estoy dispuesto a perder el tiempo con alguien que ni siquiera se plantea conocerme fuera de la oficina o de la cama. —Sale de la habitación hecho una furia, y poco tiempo después, oigo la puerta de la calle cerrarse con un golpe seco. «Genial Olivia, esta vez, la has jodido pero bien. —Me digo».
 
Me meto en el baño y me doy una ducha eterna, dejando que el agua se lleve la sensación que tengo de que acabo de cometer el mayor error de mi vida al dejar que Daniel se fuera así. ¿Pero que coño me pasa? ¿Por qué no puedo hacerle caso y ver que pasa? «Porque te estás enamorando de él, y tienes miedo que te rompa el corazón, por eso no lo haces. Daniel tiene razón, eres una cobarde—me respondo». Cuando salgo de la ducha, voy al salón a buscar el teléfono que está dentro de mi bolso, y le envío un escueto mensaje.

«Lo siento».
 
 
Me acuesto en la cama y espero inquieta a que él me responda, pero no lo hace. Y lo entiendo, acabo de portarme fatal con él. Hace apenas una hora que los dos estábamos totalmente entregados a darnos placer, a sentirnos, y ahora… ahora todo se ha ido al garete por mi culpa. Estará cabreado conmigo el resto de mis días, y con razón. Soy lo peor de lo peor.
 
Intento dormir, pero parece ser, que el sueño también me ha abandonado. Son las cinco de la mañana y aquí estoy, panza arriba, mirando el techo de mi habitación como si fuera un oráculo y de un momento a otro pudiera mostrarme una respuesta. Respuesta que ya conozco, pero que me niego a ver.
 
Con las primeras luces del alba, harta de estar en la cama y sin pegar ojo, me levanto. El teléfono sigue encima de la mesita, en silencio. Nunca pensé que diría esto, pero le echo de menos. Lo llamo varias veces a lo largo de la mañana, pero sin resultado alguno, está claro que no quiere saber nada de mi. Me paso el día pensando en él, y en lo estúpida que he sido. Tengo que intentar solucionarlo, no puedo dejar que esto termine así, con este mal sabor de boca para ambos. Volveré a llamarlo más tarde, a ver si con un poco de suerte, consigo hablar con él.
 
 
Salgo a la calle para despejar un poco la mente, necesito mezclarme entre la gente y, que el barullo me distraiga. Voy al mercado que cada sábado ponen en el centro del parque y me pierdo entre los puestos de frutas y verduras. Compro algunas cosillas que necesito para casa y, cuando creo que llevo el tiempo suficiente fuera, regreso.
 
Paso el resto del fin de semana con un nubarrón sobre mi cabeza. Aunque he hecho todo lo posible por hablar con Daniel, no lo he conseguido, por lo visto, tampoco va a volver a hablarme en la vida ( yo tampoco lo haría ). Que le vamos a hacer, me lo he ganado a pulso.
 
Me acuesto pensando que cabe la posibilidad de que él, no haya regresado a San Francisco todavía, rezando en silencio para que algo lo haya retenido aquí, y así poder verle en la oficina y aclarar las cosas. Si mañana, cuando llegue al trabajo, él está en su despacho, le diré que si, que estoy dispuesta a cruzar la línea y dejarme llevar, que estoy dispuesta a entregarme a él en cuerpo y alma…