¿Qué
puedo decir? Pues visto lo visto, creo que las palabras sobran
¿verdad? Si ha venido hasta aquí, mejor terminar con esto de una
vez. Que pase lo que tenga que pasar y, después que cada uno
continúe con si vida. Es lo mejor.
Estoy
muy nerviosa, para que mentiros. Él es mi jefe y que coño, está
como un puto queso. Jamás de los jamases imagine que algo así
pudiera suceder, pero aquí estamos, en el salón de mi casa,
mirándonos con deseo y a punto de devorarnos mutuamente. Solo de
imaginarme ese pedazo de cuerpo como Dios lo trajo al mundo, se me
seca la boca y se me humedecen otras zonas de mi cuerpo menos
visibles.
Le
pregunto si quiere tomar algo, más que nada por cortesía y por no
ir directos al grano, por alargar un poco esta agonía. No tengo ni
idea de por qué a veces, me sale esta vena masoquista. ¿Alargar la
agonía, y esperar a tenerlo dentro de mi? ¿Soy gilipollas o qué me
pasa? Pues va a ser que si, que soy bastante gilipollas. Menos mal
que él es un tipo listo y declina mi invitación.
Como
veo que el sigue estático junto a la puerta, opto por ser atrevida y
tomar la iniciativa, quizá consiga sorprenderlo y que así deje de
pensar que soy una mojigata y una cobarde.
Bajo
la cremallera de la falda y, deslizo esta por mis piernas con
tranquilidad, sin quitarle el ojo de encima al machoman que tengo
frente a mi. La punta de su lengua, descansa sobre su labio inferior,
como si estuviera a punto de relamerse. Me paso el top por encima de
la cabeza y lo dejo caer al suelo, estoy delante de él vestida con
un conjunto de lencería fina de color negro, y subida a mis tacones
de aguja. Estoy consiguiendo dejarlo fuera de órbita con mi
striptease particular, porque sigue sin inmutarse. Si no fuera porque
desde aquí noto su respiración agitarse, pensaría que es inmune a
mis encantos. Pero no ese el caso. Camino hacia él, contoneando mis
caderas con ritmo sensual, como si en lugar de caminar, flotara.
Recorro
su pecho bien formado por encima de la camiseta, desprende calor,
mucho calor. Acaricio su cuello, y con el dedo índice, recorro el
perfil de sus labios. Me mira hipnotizado, está empezando a
asustarme que todavía no haya movido un dedo, aún así, continúo
con la exploración de su cuerpo, ya no hay quien me pare, estoy
totalmente decidida a hacerlo mío de una vez por todas.
Poco
a poco, voy despojándolo de su ropa, la chaqueta negra de piel fina,
la camiseta y los pantalones. Su cuerpo es escultural, su piel fina y
caliente. El bulto que marcan sus calzoncillos negros ajustados, me
indica que no es para nada inmune a mis caricias y, me crezco. Juego
con sus labios a la vez que voy bajando una mano para acariciar ese
bulto duro que promete darme mucho placer.
— ¿Es
esto lo que querías Daniel…? —Pregunto seductora, y sin dejarlo
responder, me apodero de su boca y, lo beso, desesperada por sentir
su lengua húmeda rozarse con la mía. Me coge en brazos, y sin
separar nuestras bocas, me lleva a mi habitación. No hace falta que
le diga donde está, lo sabe de sobra.
Me
deja de pie al lado de la cama, y con destreza me quita el sujetador
y el tanga, dejándome sólo con los zapatos de tacón puestos.
Acaricia mis pechos, sus dedos dibujan círculos alrededor de mis
pezones, que están igual de duros que otra parte de su anatomía que
ahora siento contra mi. Me tumba sobre la cama y me observa, y es tal
la adoración que veo en su mirada que me estremezco.
Se
toma su tiempo, acaricia y lame con tranquilidad, sin prisas pero sin
pausa. Por primera vez en mi vida, siento que estoy haciendo el amor,
y no echando un polvo, o follando como una loca, poseída por la
lujuria. Este hombre, explora cada rincón de mi cuerpo con
adoración, y algo dentro de mi se agita. Probablemente sean esas
mariposas de las que hablan en las novelas románticas y, que yo
pensaba que también eran una leyenda urbana.
— Eres
tan hermosa Olivia… —Susurra en mi oído. Ahora soy yo la que
permanece en silencio, no podría articular palabra aunque quisiera.
Su lengua, dibuja un camino desde mi cuello, hasta mi ombligo, pasando por mi clavícula y mis pechos, a los que mima con esmero. Noto su mano presionando mi sexo, jugando con el botón mágico que a todas nos vuelve locas, y levanto mis caderas anhelante… Oh si, si, madre mía, podría dejarme ir en este mismo instante, pero no quiero hacerlo, quiero alargar todas estas sensaciones el máximo tiempo posible…
Cambia
su mano por su miembro duro y caliente y, me aprieto más contra él,
animándolo a que entre en mi de una vez y me haga enloquecer de
placer. Y lo hace. Me penetra poco a poco, con calma, disfrutando de
esa unión tan íntima y tan increíble, sin apartar sus ojos de los
míos. Nos movemos al unísono, acompasados, una danza entre dos
cuerpos que estaban destinados a unirse, aunque yo me resistiera a
ello. ¡Que idiotas podemos llegar a ser a veces las personas
negándonos aquello que deseamos!
Le
rodeo la cintura con las piernas para sentirme llena por completo, y
alzo mis caderas en busca de sus arremetidas, ¡madre mía, voy a
explotar! Entra y sale de mi tan lentamente que estoy a punto de
echarme a llorar… Entonces siento ese latigazo en mi vientre, justo
donde está mi ombligo, ¡es tan intenso…! Y en cuestión de
segundos
tengo un orgasmo bestial, al que se une él en cuanto me oye jadear
su nombre. ¡Joder, joder, joder, ahora si que puedo morirme
satisfecha! ¡Madre del amor hermoso, esto ha sido… Uau, alucinante
no, lo siguiente!
— A
ti también te lo ha parecido ¿verdad? —Pregunta tumbándose a mi
lado en la cama. Asiento, aún no he recuperado el habla, y no creo
que la recupera en un buen rato.—Joder nena, sabía que sería
intenso… ¿No crees qué después de esto, es el momento de
olvidarnos de ese estúpido juego? Me gustas mucho Olivia…
¡Eh,
eh, pare el carro señor Dempsey! ¿Esta insinuando lo que creo que
está insinuando? ¿O estoy tan obnubilada por lo que acaba de pasar
qué son imaginaciones mías? Tendré que hablar claro con él, yo no
quiero tener una relación amorosa ni nada que se la parezca, ¡por
Dios, es mi jefe! Vale que acabamos de hacer el amor de una forma
enloquecedora, y que nuestros cuerpos se acoplan a la perfección,
¿pero tener una relación con él? No, me niego.
— Daniel…
Lo que acaba de pasar, ha sido alucinante, pero veras…
— ¿Por
qué tiene que haber un pero Olivia? No puedes simplemente dejarte
llevar?
— ¿Qué
es lo que quieres de mi Daniel?
— Lo
quiero todo de ti Olivia, ¿es qué no lo ves?
— Lo
único que veo es que por lo visto en la cama funcionamos muy bien.
— ¿Por
lo visto? ¿Pero que coño te pasa? ¿Por qué eres tan fría Olivia?
— Mira,
no quiero discutir contigo ahora ¿vale? No estropeemos este momento
por favor…
— ¡Eres
tú con tu cabezonería la que ha estropeado este momento! No sé que
coño te pasa, pero si no eres capaz de ver lo que para mi es tan
evidente…
— No
quiero tener una relación contigo Daniel, no me interesa. ¡Eres mi
jefe joder!
— ¿Y
eso qué importa? ¿No podemos conocernos? ¿Ver a dónde nos lleva
esta historia?
— No
lo se…
— Vale,
pues cuando lo sepas me llamas. No estoy dispuesto a perder el tiempo
con alguien que ni siquiera se plantea conocerme fuera de la oficina
o de la cama. —Sale de la habitación hecho una furia, y poco
tiempo después, oigo la puerta de la calle cerrarse con un golpe
seco. «Genial Olivia, esta vez, la has jodido pero bien. —Me
digo».
Me
meto en el baño y me doy una ducha eterna, dejando que el agua se
lleve la sensación que tengo de que acabo de cometer el mayor error
de mi vida al dejar que Daniel se fuera así. ¿Pero que coño me
pasa? ¿Por qué no puedo hacerle caso y ver que pasa? «Porque te
estás enamorando de él, y tienes miedo que te rompa el corazón,
por eso no lo haces. Daniel tiene razón, eres una cobarde—me
respondo». Cuando salgo de la ducha, voy al salón a buscar el
teléfono que está dentro de mi bolso, y le envío un escueto
mensaje.
— «Lo siento».
Me
acuesto en la cama y espero inquieta a que él me responda, pero no
lo hace. Y lo entiendo, acabo de portarme fatal con él. Hace apenas
una hora que los dos estábamos totalmente entregados a darnos
placer, a sentirnos, y ahora… ahora todo se ha ido al garete por mi
culpa. Estará cabreado conmigo el resto de mis días, y con razón.
Soy lo peor de lo peor.
Intento
dormir, pero parece ser, que el sueño también me ha abandonado. Son
las cinco de la mañana y aquí estoy, panza arriba, mirando el techo
de mi habitación como si fuera un oráculo y de un momento a otro
pudiera mostrarme una respuesta. Respuesta que ya conozco, pero que
me niego a ver.
Con
las primeras luces del alba, harta de estar en la cama y sin pegar
ojo, me levanto. El teléfono sigue encima de la mesita, en silencio.
Nunca pensé que diría esto, pero le echo de menos. Lo llamo varias
veces a lo largo de la mañana, pero sin resultado alguno, está
claro que no quiere saber nada de mi. Me paso el día pensando en él,
y en lo estúpida que he sido. Tengo que intentar solucionarlo, no
puedo dejar que esto termine así, con este mal sabor de boca para
ambos. Volveré a llamarlo más tarde, a ver si con un poco de
suerte, consigo hablar con él.
Salgo
a la calle para despejar un poco la mente, necesito mezclarme entre
la gente y, que el barullo me distraiga. Voy al mercado que cada
sábado ponen en el centro del parque y me pierdo entre los puestos
de frutas y verduras. Compro algunas cosillas que necesito para casa
y, cuando creo que llevo el tiempo suficiente fuera, regreso.
Paso
el resto del fin de semana con un nubarrón sobre mi cabeza. Aunque
he hecho todo lo posible por hablar con Daniel, no lo he conseguido,
por lo visto, tampoco va a volver a hablarme en la vida ( yo tampoco
lo haría ). Que le vamos a hacer, me lo he ganado a pulso.
Me
acuesto pensando que cabe la posibilidad de que él, no haya
regresado a San Francisco todavía, rezando en silencio para que algo
lo haya retenido aquí, y así poder verle en la oficina y aclarar
las cosas. Si mañana, cuando llegue al trabajo, él está en su
despacho, le diré que si, que estoy dispuesta a cruzar la línea y
dejarme llevar, que estoy dispuesta a entregarme a él en cuerpo y
alma…