Nadie
dice nada. No me extraña, la cara de Daniel no da lugar a ello, ¿he
dicho que al dar mi golpe de gracia se convertiría en un fiero león?
Pues creo que me he quedado corta. Su mirada es tan fiera, y su
mandíbula está tan tirante que miedo me da de lo que pueda soltar
por esa boca en cuanto la abra. Que lo hará, de eso no tengo ninguna
duda. Rebeca se ha quedado paralizada, seguramente piense que me he
vuelto loca, y con razón. Yo también lo pienso, pero no retrocederé
ni un milímetro. En cambio la expresión de Bruce es de satisfacción
y de triunfo. ¡Si pedazo de mierda, disfrútalo! Pero yo soy de las
que piensa que el que ríe el último, ríe mejor. En vista de que
nadie dice ni pío, soy yo la que vuelve a hablar…
— Bueno,
veo que nadie tiene nada de objetar, así que el problema de San
Francisco por fin queda resuelto. Señor Dempsey, le agradecería
mucho que agilizara los tramites de mis traslado, cuanto antes me
vaya, antes podré empezar a realizar mi trabajo.
—¡¡No!!—Todos
nos sobresaltamos por la rotundidad de esa sola palabra.
— ¿Y
por qué no Daniel? La señorita Murray tiene razón, no entiendo
porque te niegas…
— ¡Cállate
Bruce! Señorita Murray, a mi despacho, ¡¡ahora!!—Tira la silla
en la que está sentado al levantarse y sale por la puerta bufando.
Tranquilamente me pongo en pie y le sigo.
Entra
en su despacho como un huracán, arrasándolo todo a su paso. Me
asusto, pero no me amilano. Entro detrás de él y me quedo de brazos
cruzados contemplando su ir y venir, la rabia que desprenden sus
movimientos, en lugar de achicarme, hace que yo también empiece a
sentir mi ira apoderándose de todo mi ser. Para que mentir, para
enfrentarme a él, prefiero que esté rabioso e iracundo que no con
su típica frialdad, estoy completamente segura que de esta batalla,
ninguno de los dos va a salir bien parado.
— ¡¡Cierra
la puta puerta!!—obedezco sin rechistar, pero para cabrearlo más
si cabe, en lugar de cerrar dando un buen portazo, lo hago con
muchísima parsimonia—. ¿Puedo saber a que cojones viene esto?
— Es
muy simple, tú necesitas cubrir un puesto de trabajo con urgencia y,
yo me he ofrecido voluntaria...
—
¡¡¿Acaso
te has vuelto loca?!!
—
No
lo creo, y por favor Daniel, deja de gritarme. Gracias a Dios oigo
perfectamente—ni yo misma puedo creerme que esté hablando tan
pancha, como si todo esto en realidad no fuera una puta locura.
—
¡¡¿Qué
deje de gritarte?!! ¡¡¿Tienes idea de lo cabreado que estoy
contigo en estos momentos?!!
—
Descuida,
me hago una idea...
—
¿Me
estás vacilando Olivia?—Dice acercándose a mi.
—
No.
—
¡¡¿Por
qué estás haciendo esto?!! Y no me vengas con lo del puesto que hay
que cubrir con urgencia porque no me lo trago.
—
No
es mi problema...
— ¡¡Déjate
de evasivas...!! ¿Qué pasa con lo nuestro?—Pregunta señalándonos
a ambos—¡¡Contéstame joder!!
—Lo
nuestro ya no existe Daniel...
—
¿Cómo
dices?
—
Lo
que oyes... Escuché tu conversación con Bruce.
—
¿Conversación?
¿De qué estás hablando?
—
De
la conversación que mantuvisteis tu hermano y tu esta mañana sobre
mi...—Por fin parece entender de que estoy hablando.
—
¡¡¿Nunca
te han dicho que es de mala educación escuchar conversaciones
ajenas?!! ¡¡¿Cómo lo hiciste, pegaste la oreja a la puerta?!!—¡Oh
señor, ayúdame a controlarme porque temo matarlo aquí
mismo!—¿Tenías miedo de que me enterara de algo que debía
ignorar? ¿Por eso pegaste la oreja a la puerta?—¡Oh no, no y no,
por ahí no paso!
—
¡¡No
fue necesario que hiciera algo así!!—Ahora soy yo la que
grita—¡¡Tú querías que escuchara la conversación!! ¿Por qué
sino ibas a pulsar el botón del intercomunicador si no fuera esa tu
intención? ¡¡ Y no te atrevas a acusarme de algo de lo que no
tienes ni idea!!
— ¿De
qué cojones estás hablando? Yo no pulse ningún botón, ni siquiera
estaba...—Se queda callado, pensativo…
Contemplo
como su cara va cambiando de expresión, a cada cual peor. Mueve la
cabeza ligeramente con gestos afirmativos y luego negativos. ¿Qué
estará pensando? ¿Estará dándose cuenta de algo importante que se
le haya pasado por alto? Eso espero, porque a pesar de que lo nuestro
esté más que finiquitado, al menos por mi parte, él sigue siendo
mi jefe y, tendremos que seguir manteniendo una relación profesional
y, por el bien de los dos y de la empresa, ésa relación deberíamos
llevarla de la mejor manera posible.
Se
coge el puente de la nariz con dos dedos y sigue reflexionando. Ojalá
pudiera saber lo que está pasando por su cabeza. Respira hondo un
par de veces y por fin, tengo la sensación de que va a seguir
hablando. Sea, lo que sea que haya pasado por su mente, estoy a punto
de saberlo.
— Olivia...—dice
más calmado. Después de todo parece que esas hondas inspiraciones,
han servido para algo. Por lo menos se ha tranquilizado—, no fui yo
quien pulso el botón…
— ¡Venga
ya Daniel, no me vengas con chorradas! ¿Ahora resulta que el puto
botón se pulsó solo?
— Me
da igual si me crees o no. Pero no fui yo quien lo hizo… yo estaba
sentado ahí—dice señalando el sofá de piel negra que está en el
lateral de su despacho—estaba repasando los puntos de la reunión
mientras hablaba con Bruce…
— Si
tu no fuiste, entonces, ¿fue Bruce? ¿Es eso?
— Exactamente.
Era él quien estaba sentado a mi mesa, y yo, estaba tan concentrado
con los papeles que tenía en la mano, que ni cuenta me di de que él
estaba pulsando el botón del intercomunicador mientras hablábamos—.
Si, ese cerdo ha sido capaz de planear todo esto por joderme…
— De
todos modos, aunque no hayas sido tú, eso no te exculpa de lo que
dijiste. Te oí perfectamente Daniel…
— ¿No
te das cuenta de que ambos caímos en la trampa de mi hermano?
— ¿Trampa?
— Si
Olivia, trampa. Bruce sabía que en cuanto empezará a hacer
preguntas sobre ti, yo, diría cualquier cosa con tal de quitármelo
de encima, ¿es qué no lo entiendes? ¿Acaso no te ha quedado claro
en estos dos meses lo que siento por ti? ¿Qué te quiero?
— Lo
siento, pero no, no lo entiendo. Si es cierto lo que dices, ésta
hubiera sido tu oportunidad de dejarle claro a tu hermano lo que
sientes por mi en lugar de decir claramente que yo era una más de
las que te estás tirando…
— ¿Y
qué crees que hubiera hecho él al saber que estoy locamente
enamorado de ti? ¡Yo te diré lo que hubiera hecho… Ahora estaría
removiendo Roma con Santiago para ponerte de patitas en la calle…!
— Por
eso no lo entiendo Daniel… Eres el jefe y, si de verdad me
quisieras como aseguras, jamás le permitirías a Bruce hacer tal
cosa. Tú eres quien manda aquí, no él. Tú eres quien dicta las
normas, no él… en cambio, me has negado, igual que Judas negó a
Jesús, así me has negado tu. O pero aún, has dicho claramente que
soy una más… Por una vez, ponte en mi lugar y piensa, ¿que harías
tú si hubieras escuchado todas esas cosas sobre ti? ¿Te hubieras
quedado de brazos cruzados? ¡Dime!
— No
lo se Olivia. Lo único que sé es que cuando crees tener la razón,
te cierras en banda y no escuchas. Te ciegas de tal manera que, tomas
decisiones sin pararte a pensar en las consecuencias.
Al contrario que tu, yo tengo claros mis sentimientos por ti. Supongo
que lo que yo hubiera hecho si estuviera en tu lugar, hubiera sido
hablar contigo para aclarar las cosas, no sentenciarte sin más…
— Si
claro…
— ¿No
me crees verdad?—Niego con la cabeza— Si escuchaste toda la
conversación, entonces habrás oído como Bruce te acusaba de
ciertas cosas, entre ellas de haber intentado tener algo con
él…—Asiento— No creí ni una sola palabra de lo que me dijo, y
¿sabes por qué? Porque te conozco Olivia, porque sé que tu no eres
de esa clase de mujeres, pero sobretodo, por que confío en ti y, te
quiero.
— Si,
eso pensé cuando escuché tu respuesta, de hecho, te di las gracias
mentalmente y, prometí quererte más si cabía… Y lo primero que
haces en cuanto sabes que estoy al tanto de la conversación, es
tirarme a la cara las insinuaciones de Bruce… Otra bofetada
más…—Chasqueo la lengua— Si a la mínima oportunidad que has
tenido, has sido capaz de de hacer algo así, entonces, permíteme
que dude de tu confianza…
— Tienes
razón, pero entiende que estaba muy cabreado contigo y…
— Yo
te entiendo, ¿puedes entenderme tú a mi? Di, ¿puedes entenderme?
— Si.
— Perfecto.
Entonces prepara todo lo necesario para mi traslado a San Francisco.
— No
voy a hacerlo.
— ¿No?
— No.
No quiero que te vayas. No quiero perderte.
— Como
quieras. Entonces mañana a primera hora, tendrás mi renuncia sobre
tu mesa...—Camino hacia la puerta y, antes de que pueda salir del
despacho, Bruce irrumpe en éste como un vendaval.
— ¿Qué
cojones te crees que estás haciendo Daniel? Tienes a ocho directivos
esperando en la sala de juntas esperando a que resuelvas tus líos de
faldas con la señorita Murray…
— ¡¡Cierra
la puta boca Bruce!!
— ¡¿Te
has vuelto loco o que?!—Como veo que sobro, abro la puerta para
largarme, pero antes…
— Oye
Bruce—digo tranquilamente— ¿Por qué no le cuentas a tu hermano
lo que pasó ayer en mi despacho? Ya sabes… Cuando intentabas
acariciarme y, me decías que si fuera tan cariñosa contigo como lo
era con tu hermano, me darías lo que quisiera… No me mires así
hombre, seguro que recuerdas la patada que tuve que darte en tus
partes para que me soltaras.—Al ver su cara, sonrío—Ya veo que
lo recuerdas. Ahora cuéntaselo a él…
— ¡¡Serás
hija de…!!—Cierro la puerta tras de mi. No me interesa ni quiero,
seguir escuchando a ese mamón. Lo dicho, “Quien ríe el último,
ríe mejor”.
Cuando
salgo del despacho, las voces que salen de éste no dejan a nadie
indiferente. Mis compañeros al verme disimulan y vuelven a lo suyo,
pero sé de sobra que están más pendientes de lo que pasa allí
dentro, que del trabajo que tienen que realizar. Paso de largo la
sala de juntas y, Rebeca que me ve, sale a mi encuentro, me coge del
brazo y tira de mi hasta que consigue meterme en el baño. Su cara es
un poema la verdad, y aunque su boca se abre y se cierra
constantemente, de ella, no sale ni una sola palabra. Creo que por
primera vez desde que la conozco, he conseguido dejarla sin ellas.
Lástima que sea por este motivo en concreto. Me cruzo de brazos,
esperando que deje de dar vueltas como si fuese un pato mareado, pero
la muy cabrita no deja de moverse. Cuando creo que no dejará de ir
de un lado a otro,
se para en seco frente a mi, apoya sus manos en mis hombros y
pregunta…
— ¿Qué has hecho Olivia?—La única contestación que obtiene de mi, son las lágrimas que llevo reteniendo desde que salí de la reunión para ir al despacho de Daniel. Por el momento, es de lo único que soy capaz, de llorar, llorar y, llorar…