viernes, 30 de octubre de 2015

R.D.C. GRIS




Gris, así está el cielo de Manhattan, gris y encapotado, igual que mi estado de ánimo. Miro por la ventana de mi apartamento y suspiro, hasta los astros se han aliado conmigo, tapando con esas nubes, un sol que hasta hace tres días brillaba en un cielo azul celeste, y que ahora ha desaparecido para dar paso a un otoño repentino, que con su llovizna continua, no me ayuda a sentirme mejor, ni siquiera un poco.
Desde que el viernes pasado Daniel, saliera de mi casa dando un portazo, no he vuelto a saber de él. No contesta a mis mensajes, ni a mis llamadas. Ayer volví a intentarlo a última hora de la noche, y al no obtener ninguna respuesta, me he dado por vencida. Me dijo que cuando lo tuviera claro le llamara, lo he hecho, así que creo que queda suficientemente claro que es lo que quiero decirle, pero parece ser que a él ya no le interesa escucharme.
Ni siquiera se ha puesto en contacto conmigo para tratar temas de la empresa, ahora habla directamente con Rebeca, y ella me pasa los recados a mi. Ha tenido que pasar todo esto para que me de cuanta de cuánto lo extraño. Si, me he enamorado como una idiota y, si, por mi estúpido orgullo le he perdido. No me quedan más cartuchos que quemar, ¿o si? Ahora mismo no tengo ni idea, me encuentro sin fuerzas para intentar averiguarlo. Es la primera vez que me siento así, ni siquiera aquella relación de hace años me dejó tan echa polvo. Ahora mismo, me siento como las hojas que muy pronto empezarán a caer de lo árboles, seca y marchita.
Hoy he recibido un nueva invitación del “Lust”, y por primera vez desde que estoy en el club, me ha dado igual. El sábado harán una gran fiesta porque es el aniversario del club, y esta vez la reunión se hará aquí en Manhattan, pero no tengo intención de asistir, ni Jack Sparrow con uno de sus polvos mágicos, conseguiría sacarme de mi abatimiento. Es un poco soez lo que voy a decir, pero no tengo el chichi para farolillos, ni para nada. Soy consciente que me perderé una de las mejores, por no decir la mejor fiesta a la que haya asistido en mi vida, pero me da igual.
 
El lunes por la mañana, mientras iba de camino al trabajo, llegué a plantearme abandonar el club en el hipotético caso que Daniel me perdonara y siguiéramos adelante con nuestra rara historia, no sería para nada correcto, que yo siguiera frecuentando las reuniones si estuviera con él ¿no? En fin, pensamientos inútiles, ¿dónde voy a estar mejor que en el “Lust”? Ahora es el único lugar que me queda al que ir para intentar olvidarme de el señor “soy un ogro”, aunque no asista a la reunión de aniversario, si que lo haré en las próximas que hagan. Quiero creer que todo esto quede olvidado en poco tiempo y, que mi vida vuelva a la normalidad.
Miro el calendario que tengo pegado en la nevera, el viernes es mi cumpleaños, nunca lo he celebrado. ¿Para qué, si siempre he estado sola? Además, es uno de los poco días que pienso en mis padres, en lo diferente que hubiera sido todo si ellos no hubieran muerto en aquel accidente de tráfico… No quiero pensarlo, tampoco me sirve de mucho ¿no? No conseguiré nada con ello, así que mejor dejarlo. Invitaré a Rebeca a cenar a un buen restaurante y luego nos iremos de fiesta con el resto de compañeros. Por una vez, me apetece hacer algo distinto el día de mi cumpleaños, celebrarlo de alguna manera, en lugar de quedarme en casa sintiéndome desgraciada por no tener una familia, como la mayoría de los mortales. Si, eso haré, solo espero que mi amiga no tenga ningún plan especial esa noche.
 
Por cierto, hoy me han llamado de la agencia de viajes para decirme que todo está listo para mis vacaciones. Si, el viernes saldré de trabajar y no tendré que volver en quince días, tiempo que pienso aprovechar para poner en orden mi cabeza. Me he regalado un viajecito a Ibiza ( España ). Desde hace tres años, voy a esa maravillosa isla a desconectar de la rutina, y esta vez me vendrá de perlas estar fuera de mi ambiente habitual. Estoy deseando estar subida a ese avión que me llevará diez días lejos de aquí. Ya estoy imaginándome tumbada al sol en una de esas calas tan tranquilas y bonitas que hay por allí. Si, estoy ansiosa por poner tierra de por medio, lo necesito, no solo yo, también mi saludo mental me lo agradecerá.
El jueves no es mejor día que los anteriores, para colmo, cuando he ido a la cocina a media mañana para tomarme un café, los compañeros que estaban allí, hablaban del rumor que esa mañana circulaba por la oficina y que yo no había oído. Parece ser, que el señor Dempsey, se instalará una larga temporada en San Francisco, hasta solucionar el tema del gerente, su hermano Bruce será quien se haga cargo aquí en Manhattan. ¿Tan cabreado está que va a quedarse en San Francisco? ¿Por qué no deja que sea su hermano quién se encargue de todo allí y el regresa? Si vamos a dejar de vernos hasta en el trabajo, nos resultará imposible siquiera volver a nuestra antigua relación, esa en la que él era un borde y yo una pringada. ¡Maldita suerte la mía! Mejor dicho, ¡maldito orgullo el mío! Regreso a mi despacho, con el estómago encogido y, el corazón en un puño.
Rebeca me observa con cara de pena desde su mesa, debería de comentarle lo de mañana, para que no haga ningún otro plan, pero sinceramente no tengo ánimo.
¿Vas a contarme qué es lo que ha pasado con el señor Dempsey, o como siempre tendré que amenazarte para que hables?—Pregunta poniéndose de pie y acercándose a mi mesa.
¿Por qué crees que ha pasado algo con él?
Bueno, el viernes vi como os besabais. Después, los dos desaparecisteis de repente, no sé, dímelo tú… ¿Estuvisteis juntos? —Decido ser sincera, al fin y al cabo, ella es la única amiga que tengo, y necesito hablar con alguien…
El viernes cuando me fui a casa, él estaba esperándome allí. Yo me largué de la cervecería precisamente para evitar liarme con él, pero no sirvió de nada…
¿Osea que os liasteis?—Asiento— ¿Del todo?
Si, del todo.
¿Y por qué tienes esa cara de vinagre? ¿Tan malo fue?
Todo lo contrario, fue una auténtica pasada.
¿Entonces?
Pues resulta, que después de ya sabes, acostarnos, él empezó a decirme que yo le gustaba mucho, y bueno, propuso que dejáramos de jugar y tuviéramos una relación…
¿Y?
Le dije que no.
¿Qué le dijiste que? ¿Pero tu eres tonta o qué coño te pasa? ¡Joder Olivia, si estás loca por él!
¡Joder Rebeca, que quieres que te diga, me entro el caguele! ¡Es mi jefe!
¿Y eso que coño importa?
A mi me importa…
Pues no te entiendo chica. Lleváis jugando al gato y al ratón mucho tiempo, y cuando tienes la oportunidad de empezar algo serio con él ¿te rajas? ¡Joder, de verdad que no hay quien te entienda…
En el contrato, hay una cláusula que…
Venga ya Olivia, déjate de chorradas, él puede deshacerse de esa cláusula solo con chasquear los dedos. Ahora entiendo porque sólo habla conmigo, y me tiene de recadera, has herido su orgullo masculino al decirle que no después de echar un polvo con él y, está cabreado.
Si, se fue de mi casa muy enfadado, de hecho, nunca lo había visto así. Desde entonces he intentado hablar con él, pero no hay manera. No contesta ni a mis mensajes ni a mis llamadas. He sido una estúpida Rebeca…
Cierto, lo has sido.
¿Qué se supone que debo hacer ahora?
Esperar a que se le pase el cabreo Olivia. La semana que viene, hay una reunión importante, ya sabes, la firma con esa cadena de tiendas de Australia, estará aquí y, puedes aprovechar la oportunidad para hablar con él.
Imposible, la semana que viene estaré en Ibiza…
Es cierto, no me acordaba de tus vacaciones.
En fin, parece ser que no volveré a verlo en bastantes días…
No te agobies, estar sin veros, también os vendrá bien.
¿Tu crees?
Si.
Vale, intentaré no agobiarme más, aunque lo veo difícil la verdad. Oye, cambiando de tema, ¿tienes algún plan para mañana?
De momento no, ¿tienes algo en mente?
Si, es mi cumpleaños, y me gustaría invitarte a cenar, ¿qué me dices?
¿Pues que te voy a decir? ¡Qué siiii!
Perfecto, entonces reservaré mesa en algún restaurante chulo, y tu y yo iremos a celebrar que soy un año más vieja.
Que boba eres viejita…—Me dice sonriendo— Voy a bajar al almacén a revisar un pedido, si necesitas cualquier cosa me llamas ¿vale?
Si, tranquila y, gracias Rebeca.
No me des las gracias, para eso estamos las amigas…
Antes de salir del trabajo, hago la reserva para dos en el restaurante francés “Bon Appetit”, y después, algo más animada porque por primera vez tengo planes para mi cumpleaños, me voy casa. Me acuesto temprano, demasiado temprano, pero sinceramente, es lo único que me apetece hacer. Aunque intento desconectar retomando la lectura de el último libro que me compré, me resulta imposible y, al final, termino llorando releyendo los mensajes de Daniel. Si, mi vena masoquista, se acentúa a pasos agigantados.
 
A primera hora de la mañana, antes incluso de salir de casa, recibo la llamada de Rebeca, que me felicita y me canta el cumpleaños feliz. Me emociono como una tonta, hace mucho tiempo que nadie me canta esa canción, tanto que apenas recuerdo cuando fue la última vez. Cambio el chip, e intento que las horas que tengo por delante, pasen lo mejor posible.
Por la tarde, ya en casa, me preparo uno de esos baños que tanto me gustan y me relajo. Encima de la cama, tengo preparado el vestido que me pondré esta noche para ir a cenar con Rebeca. Es verde botella, de tirante fino y muy pegado al cuerpo. Tengo que aprovechar a ponérmelo ahora que el tiempo lo permite, después quedará relegado en el armario hasta el próximo verano. Me peino y me maquillo, siempre siguiendo los consejos de Claudine y, cuando me miro en el espejo, aunque es evidente las tristeza en mi ojos, me veo guapa.
En la calle, me espera mi amiga con una sonrisa radiante. Me abraza cariñosamente y me planta un beso en la mejilla.
 
Felicidades Olivia, estas preciosa. El color verde te sienta muy bien.
Gracias Rebeca —le contesto agradecida. Nos subimos a un taxi y le indico al conductor la dirección del restaurante. Ella, al oír a donde nos dirigimos, silba asombrada.
¿Vamos a cenar a “Bon Appetit”?
Si señorita.
¡Que fuerteee! —Exclama emocionada—. A ese restaurante suelen ir personas famosas y altos ejecutivos. ¿Crees qué nos encontraremos con algún actor?
No lo sé, te lo diré más tarde…
¡Ja, muy graciosa tú! —Nos reímos como bobas y, durante el tiempo que dura el trayecto hasta allí, ambas vamos imaginando que haríamos si viéramos a alguien conocido en el restaurante…





lunes, 26 de octubre de 2015

R.D.C. JAQUE MATE

 
 
 
 
 
 

¿Qué puedo decir? Pues visto lo visto, creo que las palabras sobran ¿verdad? Si ha venido hasta aquí, mejor terminar con esto de una vez. Que pase lo que tenga que pasar y, después que cada uno continúe con si vida. Es lo mejor.
 
Estoy muy nerviosa, para que mentiros. Él es mi jefe y que coño, está como un puto queso. Jamás de los jamases imagine que algo así pudiera suceder, pero aquí estamos, en el salón de mi casa, mirándonos con deseo y a punto de devorarnos mutuamente. Solo de imaginarme ese pedazo de cuerpo como Dios lo trajo al mundo, se me seca la boca y se me humedecen otras zonas de mi cuerpo menos visibles.
 
 
Le pregunto si quiere tomar algo, más que nada por cortesía y por no ir directos al grano, por alargar un poco esta agonía. No tengo ni idea de por qué a veces, me sale esta vena masoquista. ¿Alargar la agonía, y esperar a tenerlo dentro de mi? ¿Soy gilipollas o qué me pasa? Pues va a ser que si, que soy bastante gilipollas. Menos mal que él es un tipo listo y declina mi invitación.
 
Como veo que el sigue estático junto a la puerta, opto por ser atrevida y tomar la iniciativa, quizá consiga sorprenderlo y que así deje de pensar que soy una mojigata y una cobarde.
Bajo la cremallera de la falda y, deslizo esta por mis piernas con tranquilidad, sin quitarle el ojo de encima al machoman que tengo frente a mi. La punta de su lengua, descansa sobre su labio inferior, como si estuviera a punto de relamerse. Me paso el top por encima de la cabeza y lo dejo caer al suelo, estoy delante de él vestida con un conjunto de lencería fina de color negro, y subida a mis tacones de aguja. Estoy consiguiendo dejarlo fuera de órbita con mi striptease particular, porque sigue sin inmutarse. Si no fuera porque desde aquí noto su respiración agitarse, pensaría que es inmune a mis encantos. Pero no ese el caso. Camino hacia él, contoneando mis caderas con ritmo sensual, como si en lugar de caminar, flotara.
 
Recorro su pecho bien formado por encima de la camiseta, desprende calor, mucho calor. Acaricio su cuello, y con el dedo índice, recorro el perfil de sus labios. Me mira hipnotizado, está empezando a asustarme que todavía no haya movido un dedo, aún así, continúo con la exploración de su cuerpo, ya no hay quien me pare, estoy totalmente decidida a hacerlo mío de una vez por todas.
Poco a poco, voy despojándolo de su ropa, la chaqueta negra de piel fina, la camiseta y los pantalones. Su cuerpo es escultural, su piel fina y caliente. El bulto que marcan sus calzoncillos negros ajustados, me indica que no es para nada inmune a mis caricias y, me crezco. Juego con sus labios a la vez que voy bajando una mano para acariciar ese bulto duro que promete darme mucho placer.
¿Es esto lo que querías Daniel…? —Pregunto seductora, y sin dejarlo responder, me apodero de su boca y, lo beso, desesperada por sentir su lengua húmeda rozarse con la mía. Me coge en brazos, y sin separar nuestras bocas, me lleva a mi habitación. No hace falta que le diga donde está, lo sabe de sobra.
 
Me deja de pie al lado de la cama, y con destreza me quita el sujetador y el tanga, dejándome sólo con los zapatos de tacón puestos. Acaricia mis pechos, sus dedos dibujan círculos alrededor de mis pezones, que están igual de duros que otra parte de su anatomía que ahora siento contra mi. Me tumba sobre la cama y me observa, y es tal la adoración que veo en su mirada que me estremezco.
 
Se toma su tiempo, acaricia y lame con tranquilidad, sin prisas pero sin pausa. Por primera vez en mi vida, siento que estoy haciendo el amor, y no echando un polvo, o follando como una loca, poseída por la lujuria. Este hombre, explora cada rincón de mi cuerpo con adoración, y algo dentro de mi se agita. Probablemente sean esas mariposas de las que hablan en las novelas románticas y, que yo pensaba que también eran una leyenda urbana.
Eres tan hermosa Olivia… —Susurra en mi oído. Ahora soy yo la que permanece en silencio, no podría articular palabra aunque quisiera.

Su lengua, dibuja un camino desde mi cuello, hasta mi ombligo, pasando por mi clavícula y mis pechos, a los que mima con esmero. Noto su mano presionando mi sexo, jugando con el botón mágico que a todas nos vuelve locas, y levanto mis caderas anhelante… Oh si, si, madre mía, podría dejarme ir en este mismo instante, pero no quiero hacerlo, quiero alargar todas estas sensaciones el máximo tiempo posible…
 
Cambia su mano por su miembro duro y caliente y, me aprieto más contra él, animándolo a que entre en mi de una vez y me haga enloquecer de placer. Y lo hace. Me penetra poco a poco, con calma, disfrutando de esa unión tan íntima y tan increíble, sin apartar sus ojos de los míos. Nos movemos al unísono, acompasados, una danza entre dos cuerpos que estaban destinados a unirse, aunque yo me resistiera a ello. ¡Que idiotas podemos llegar a ser a veces las personas negándonos aquello que deseamos!
 
Le rodeo la cintura con las piernas para sentirme llena por completo, y alzo mis caderas en busca de sus arremetidas, ¡madre mía, voy a explotar! Entra y sale de mi tan lentamente que estoy a punto de echarme a llorar… Entonces siento ese latigazo en mi vientre, justo donde está mi ombligo, ¡es tan intenso…! Y en cuestión de segundos tengo un orgasmo bestial, al que se une él en cuanto me oye jadear su nombre. ¡Joder, joder, joder, ahora si que puedo morirme satisfecha! ¡Madre del amor hermoso, esto ha sido… Uau, alucinante no, lo siguiente!
 
 
A ti también te lo ha parecido ¿verdad? —Pregunta tumbándose a mi lado en la cama. Asiento, aún no he recuperado el habla, y no creo que la recupera en un buen rato.—Joder nena, sabía que sería intenso… ¿No crees qué después de esto, es el momento de olvidarnos de ese estúpido juego? Me gustas mucho Olivia…
 
¡Eh, eh, pare el carro señor Dempsey! ¿Esta insinuando lo que creo que está insinuando? ¿O estoy tan obnubilada por lo que acaba de pasar qué son imaginaciones mías? Tendré que hablar claro con él, yo no quiero tener una relación amorosa ni nada que se la parezca, ¡por Dios, es mi jefe! Vale que acabamos de hacer el amor de una forma enloquecedora, y que nuestros cuerpos se acoplan a la perfección, ¿pero tener una relación con él? No, me niego.
 
Daniel… Lo que acaba de pasar, ha sido alucinante, pero veras…
¿Por qué tiene que haber un pero Olivia? No puedes simplemente dejarte llevar?
¿Qué es lo que quieres de mi Daniel?
Lo quiero todo de ti Olivia, ¿es qué no lo ves?
Lo único que veo es que por lo visto en la cama funcionamos muy bien.
¿Por lo visto? ¿Pero que coño te pasa? ¿Por qué eres tan fría Olivia?
Mira, no quiero discutir contigo ahora ¿vale? No estropeemos este momento por favor…
¡Eres tú con tu cabezonería la que ha estropeado este momento! No sé que coño te pasa, pero si no eres capaz de ver lo que para mi es tan evidente…
No quiero tener una relación contigo Daniel, no me interesa. ¡Eres mi jefe joder!
¿Y eso qué importa? ¿No podemos conocernos? ¿Ver a dónde nos lleva esta historia?
No lo se…
Vale, pues cuando lo sepas me llamas. No estoy dispuesto a perder el tiempo con alguien que ni siquiera se plantea conocerme fuera de la oficina o de la cama. —Sale de la habitación hecho una furia, y poco tiempo después, oigo la puerta de la calle cerrarse con un golpe seco. «Genial Olivia, esta vez, la has jodido pero bien. —Me digo».
 
Me meto en el baño y me doy una ducha eterna, dejando que el agua se lleve la sensación que tengo de que acabo de cometer el mayor error de mi vida al dejar que Daniel se fuera así. ¿Pero que coño me pasa? ¿Por qué no puedo hacerle caso y ver que pasa? «Porque te estás enamorando de él, y tienes miedo que te rompa el corazón, por eso no lo haces. Daniel tiene razón, eres una cobarde—me respondo». Cuando salgo de la ducha, voy al salón a buscar el teléfono que está dentro de mi bolso, y le envío un escueto mensaje.

«Lo siento».
 
 
Me acuesto en la cama y espero inquieta a que él me responda, pero no lo hace. Y lo entiendo, acabo de portarme fatal con él. Hace apenas una hora que los dos estábamos totalmente entregados a darnos placer, a sentirnos, y ahora… ahora todo se ha ido al garete por mi culpa. Estará cabreado conmigo el resto de mis días, y con razón. Soy lo peor de lo peor.
 
Intento dormir, pero parece ser, que el sueño también me ha abandonado. Son las cinco de la mañana y aquí estoy, panza arriba, mirando el techo de mi habitación como si fuera un oráculo y de un momento a otro pudiera mostrarme una respuesta. Respuesta que ya conozco, pero que me niego a ver.
 
Con las primeras luces del alba, harta de estar en la cama y sin pegar ojo, me levanto. El teléfono sigue encima de la mesita, en silencio. Nunca pensé que diría esto, pero le echo de menos. Lo llamo varias veces a lo largo de la mañana, pero sin resultado alguno, está claro que no quiere saber nada de mi. Me paso el día pensando en él, y en lo estúpida que he sido. Tengo que intentar solucionarlo, no puedo dejar que esto termine así, con este mal sabor de boca para ambos. Volveré a llamarlo más tarde, a ver si con un poco de suerte, consigo hablar con él.
 
 
Salgo a la calle para despejar un poco la mente, necesito mezclarme entre la gente y, que el barullo me distraiga. Voy al mercado que cada sábado ponen en el centro del parque y me pierdo entre los puestos de frutas y verduras. Compro algunas cosillas que necesito para casa y, cuando creo que llevo el tiempo suficiente fuera, regreso.
 
Paso el resto del fin de semana con un nubarrón sobre mi cabeza. Aunque he hecho todo lo posible por hablar con Daniel, no lo he conseguido, por lo visto, tampoco va a volver a hablarme en la vida ( yo tampoco lo haría ). Que le vamos a hacer, me lo he ganado a pulso.
 
Me acuesto pensando que cabe la posibilidad de que él, no haya regresado a San Francisco todavía, rezando en silencio para que algo lo haya retenido aquí, y así poder verle en la oficina y aclarar las cosas. Si mañana, cuando llegue al trabajo, él está en su despacho, le diré que si, que estoy dispuesta a cruzar la línea y dejarme llevar, que estoy dispuesta a entregarme a él en cuerpo y alma…

 
 
 
 
 
 

 
 

 
 

 
 


viernes, 23 de octubre de 2015

R.D.C. VIERNES

 
 
 
 
 


Antes de pasarnos por la cervecería donde nos esperan el resto de compañeros, Rebeca y yo, decidimos cenar algo en la pizzeria que hay cerca de mi casa. Ambas compramos un par de porciones de la pizza mejicana y nos sentamos en unos taburetes altos que hay junto a la ventana para comerlas, para beber, en mi caso pepsi light y en el de ella cerveza. Hoy, vengo más que preparada a no dejarme convencer para que beba como una cosaca. No es que no vaya a tomar una copa, pero de ahí a pillar la torrija de la última vez… como que no.
 
Mi dicharachera compañera, me habla por primera vez de la relación que tiene con nuestro compañero Paul. Empezó hace poco más de un mes y los dos están pilladísimos, pero no quieren contarlo en la oficina por miedo a que a alguno de los dos lo echen del trabajo, por eso mantienen las distancias cuando estamos todos juntos. ¿Así tendría que ser en el caso que el señor “soy un ogro” y yo nos enamorásemos? ¿Tendríamos que mantener las distancias en nuestro puesto de trabajo? Si, probablemente si. En nuestro contrato laboral, hay una clausula que dice que están prohibidas las relaciones personales entre compañeros de un mismo departamento, dicen que porque el rendimiento baja considerablemente y eso, pero yo no me lo creo, es absurdo. Esa clausula, fue idea de Bruce cuando él dirigía la empresa. Es el hermano mayor del señor Dempsey, tengo entendido que era un picha brava de mucho cuidado, que se liaba con todo aquello que tuviera falda y un buen par de tetas. De hecho, creo que también tuvo algún que otro percance por liarse con secretarias y demás. Incluso corrieron rumores de que lo había denunciado por acoso sexual. De ahí que añadiera la clausula de las relaciones en los contratos laborales. Gracias a Dios que él ya no está en la empresa, no físicamente, pero sigue apareciendo en los papeles importantes de la empresa como director ejecutivo, menudo paripé.
 
Salimos de la pizzería pasadas las diez de la noche y con paso tranquilo nos encaminamos a la cervecería Indiana. Miro el teléfono antes de entrar por la puerta, y ahí está, el sobre parpadeando. Dudo si mirarlo ahora o por el contrario esperar a llegar a casa para hacerlo. Al final, me puede la curiosidad y le digo a Rebeca que me espere dentro para poder hacerlo tranquilamente. Hay dos mensajes de él, ¿de quién si no?
 
MENSAJE 1

«Buenas tardes nena, ¿cómo te ha ido el día? Yo aún estoy metido en la oficina enredado con un montón de papeleo. Estoy deseando que llegue la noche para poder seguir con lo que dejamos ayer a medias».

MENSAJE 2

«Hola. Avísame cuando estés en casa, estoy ansioso por jugar contigo, ya me entiendes… Me gustaría mucho oírte jadear y susurrar mi nombre, nada de señor Dempsey, simplemente Daniel. ¿Crees que podrá ser posible Olivia? ¿Serás lo suficientemente valiente esta noche para continuar dónde lo dejamos ayer y llegar hasta el final? Dime que si nena...»
 
 
¿Qué le diga que si? Uf, no sé si seré capaz. Aunque pensándolo bien, ¿por qué no? Puedo decirle que si, y tenerlo esperando toda la noche, eso le cabrearía bastante y posiblemente su calentura descienda unos cuantos grados. Seguro que mañana me arrepentiré de esto, pero, ¿qué puede haber de malo en ser un poco malota?
 
 
«Hola, estoy a punto de meterme en la ducha, te lo digo para que vayas poniéndote a tono y te imagines el agua resbalando por mi piel, mis manos acariciando mi cuerpo mientras me enjabono… ¿podrás esperar a que salga de la ducha, o será demasiado tarde? Estoy deseando ver lo que eres capaz de hacer Daniel, hoy no habrá vuelta atrás… Espérame.»
 
 
Nerviosa por lo que voy a hacer, y sabiendo las consecuencias que ello me acarreará lo envío. Cuando vea que pasa el tiempo y que no doy señales de vida, se pillará un cabreo de mil demonios, pero que mas da. Está muy equivocado si piensa que voy a dejarme llevar, si si, ya puede esperar sentado. Un nuevo sobre, vuelve a aparecer en la pantalla del teléfono. Lo leo.

«¿Me lo prometes nena? ¿Me prometes que será esta noche?»

¿Qué si te lo prometo? ¡Claro hombre, ahora mismo!

«Te lo prometo Daniel...»
 
 
Consciente de que acabo de hacer una pequeña travesura, pongo el móvil en silencio para no oírlo el resto de la noche y lo guardo en el bolso. Entro en la cervecería con una sonrisa de oreja a oreja. «Ay señor Dempsey, no sabe usted lo larga que se le hará la noche—pienso.» Voy hasta el fondo del bar, que es donde sé que estarán mis compañeros y busco a Rebeca con la mirada. Saludo a Paul, a Katty, y al resto de compañeros y, cuando miro hacia la barra, la sonrisa se borra de mi boca en cero coma. Rebeca está allí, apoyada en la barra, riéndose a carcajada limpia de algo por lo visto muy gracioso que nuestro queridísimo jefe le está contando. ¡Joder, que poco dura la felicidad en casa del pobre! «Creo que acabas de cagarla otra vez Olivia—me digo mosqueada».
 
Los observo disimuladamente y, veo como el sin dejar de hablar con mi amiga, saca el móvil del bolsillo de atrás de sus vaqueros y lo mira. Se dibuja en su cara una sonrisa, que me deja temblando, acaba de leer la contestación a su mensaje, y me doy cuenta que me acabo de meter en un buen berenjenal. Entonces Rebeca me ve y me hace un gesto con la mano para que me acerque pero que yo, por supuesto ignoro, ¿acercarme? ¡Ja, y una mierda!
 
Él, mira hacia donde yo estoy, y vuelve a mirar a mi amiga como si nada, de repente vuelve a girarse y sus ojos me escudriñan. ¡Si chato, soy yo! ¿No me habías reconocido eh? Coge la cerveza que tiene apoyada en la barra y con paso lento se acerca, hasta colocarse justo frente a mi. Rebeca nos mira a ambos con mucha curiosidad, con lo cotilla que es, como para perdérselo. Lo que me extraña es que no se haya acercado para poder oír también la conversación.
 
¿Olivia?
Señor Dempsey…
Hace dos minutos era Daniel, ¿y ahora vuelvo a ser el señor Dempsey?—Me quedo callada. Acerca su boca a mi oído y susurra—. Estás realmente espectacular nena, no esperaba verte por aquí...—¡Si claro, y voy yo y me lo creo!—Te lo digo totalmente en serio, tenía pensado pasarme más tarde por tu casa, ya sabes… para terminar lo que empezamos anoche.
¿Qué haces aquí?—«Eso es lo único que se te ocurre preguntar mema?—Me regaño».
He venido a pasar el fin de semana, no había nada interesante que hacer en San Francisco, en cambio aquí tenía algo pendiente. Ya me entiendes…
¡Si claro! —Contesto con sorna.
¿No irás a echarte atrás verdad nena? Me lo prometiste.
Siempre puedo cambiar de opinión…
¿Reculando otra vez Olivia? Que pena que solo tengas un par de ovarios cuando estoy lejos…
¿Por qué no vas a jugar una partida al billar con los chicos y dejas de incordiarme?
Aunque cambies de tema y, quieras mantenerme alejado, no vas a conseguir que me olvide de tus promesas, son demasiado apetecibles. Ayer me colgaste el teléfono con una excusa absurda, pero hoy no te librarás de mi tan fácilmente.—Me guiña un ojo y se va con el resto del grupo.
 
 
Dejo salir lentamente el aire contenido en mis pulmones y miro a Rebeca que sigue en la barra, ahora acompañada de Paul. ¿Y si cojo mis cosas y me largo? ¿Y quedar cómo una cobarde? ¿Puedo quedarme y controlar esto? ¿Puedo mantener a Daniel alejado de mi? No, claro que no. No dejará de tocarme las pelotas el tiempo que estemos aquí. Y ademas, si me fuera a casa, ¿de qué me serviría? Sabe de sobra donde vivo, sé con certeza que no tardaría mucho en presentarse en la puerta de mi casa y reclamar lo que le he prometido. Pero si yo me niego, ¿no será capaz de obligarme no? «¿Y que es lo que quieres tu Olivia?—Me pregunto. Por primera vez desde que empezamos este juego, me planteo seriamente lo que yo quiero. ¿Y si me acuesto con él esta noche y terminamos con esto de una puta vez? Seguramente, una vez conseguido por su parte lo que quiere, pierda el interés en mi y pueda seguir con mi vida tranquilamente. ¿Podré yo seguir con mi vida como si tal cosa? ¿Y por que no? Si lo hago cuando voy a las reuniones del “Lust”, ¿por qué no voy a poder hacerlo ahora? ¡Joder, menudo cacao mental me traigo!
 
Pasan un par de horas sin que el jefe se acerque a mi para nada, aunque sus sus ojos me siguen allí a donde vaya. Estoy tranquila, relajada y pasándomelo bien, excepto cuando nuestras miradas se cruzan y, entonces recuerdo que tenemos algo pendiente. Katty y Rebeca, están en el escenario cantando un tema de roxette, “Listen to your heart” en el karaoke. ¿La cabrita de mi amiga la habrá escogido aposta? Si, apostaría mi mano derecha y, no la perdería, a que esta canción va con segundas. La muy arpía no deja de mirarme con el micrófono en la mano, y por si fuera poco, el señor “soy un ogro”, se acerca a mi y me invita a bailar. ¿Bailar yo? Ups, va a ser que no, soy demasiado patosa para eso, así que me escabullo como puedo y me escondo en el baño, por lo menos hasta que termine la maldita canción. Cuando salgo, casi me da un soponcio al ver a mi jefe apoyado en la pared con los brazos cruzados sobre el pecho, esperándome.
 
¿Ahora eres mi guardaespaldas?—Le increpo molesta poniendo las manos en las caderas.
Llevo toda la noche esperando esta oportunidad… —Dice acercándose a mi con mirada felina.
¿Oportunidad para qué?
Para esto… —Me coge por la cintura con una mano, me acerca a él, apoya su mano libre en mi nuca y baja la cabeza, hasta que sus labios, rozan los míos con delicadeza, con ternura. Incapaz de impedírselo ( porque no quiero hacerlo ), entreabro mis labios para que su lengua su una a la mía y, nos fundimos en un beso apasionado y cargado de deseo.
 
 
Nos besamos hasta que nuestras respiraciones se agitan, y entonces nos damos cuenta que ya no basta solo con besarnos, ambos queremos llegar al final. Entonces, se separa de mi, me acaricia el rostro y se va, dejándome otra vez con ganas de más. Frustrada, vuelvo con los demás, no veo a Daniel por ningún lado, así que decido que ese es el mejor momento para largarme. Sin perder ni un minuto más, me despido de Rebeca y los demás compañeros y regreso a casa.
 
Pero cuando llego a casa, me quedo patidifusa al verlo en la entrada del edificio esperándome.
 
¿Creías que iba a ser tan fácil librarte de mi…?

 
 
 

 
 
 

 
 
 

 
 
 

 
 

 



miércoles, 21 de octubre de 2015

R.D.C. TIENES UN MENSAJE

 
 
 



Cuando esa mañana, Rebeca entra en el despacho y me ve, flipa en colores, se queda tan sorprendida por mi cambio de aspecto que parece que hasta le cuesta pronunciar palabra. Precisamente, ese es el efecto que quiero causar en el señor “soy un ogro”, y al ver la reacción que han tenido todos mis compañeros, y ahora la de Rebeca, estoy deseando que él me vea. Lástima que todavía tengan que pasar varios días para que vuelva de San Francisco.

No llevo ni una hora en mi despecho, cuando empieza a sonar el teléfono de la oficina.
 
¿Puedo saber por qué coño no estás en mi despacho? —Vaya, parece que alguien se ha despertado de mal humor esta mañana.
Buenos días a usted también señor Dempsey, ¿no ha dormido bien?
¡Déjate de gilipolleces Olivia, ¿dónde demonios estás? ¿No has ido a trabajar? —Pero que borde es cuando quiere joder.
Por supuesto que estoy trabajando señor, —digo con voz melosa— lo que pasa que no me encuentro a gusto en su despacho, prefiero trabajar en el mío, si no le importa.

¿Puedo saber por qué no estás a gusto en mi despacho? Es mucho más grande que el tuyo, y está mejor equipado… —¡No estoy a gusto porque me vigilas con una puta cámara imbécil!

Lo se, pero que quiere que le diga, no me gusta ser observada sin mi consentimiento.

¿Observada? —Pregunta cauto.

Si, observada.

¿A qué te refieres exactamente? —¿Pero este tío cree que soy gilipollas o qué?

Oh vamos señor, sabe de sobra a que me refiero. Sé que en alguna parte de su despacho hay una cámara…

Por supuesto que hay una cámara. Pero no está ahí para vigilarte a ti Olivia, es por seguridad, por si entra algún desconocido, ya me entiendes.

Si, claro que le entiendo, pero dígame, ¿por qué sabía que esta mañana no me encontraba en su despacho? —¡Venga confiesa!

Bueno, he entrado en el programa de vigilancia desde el ordenador, y no verte me extraño.

¿ Y qué necesidad tiene de entrar en el programa de vigilancia señor? ¿No cree que si algo no fuera bien, ya se hubieran puesto en contacto con usted desde aquí? Dígame la verdad, ¿entra para controlarme?

No Olivia, no entro para controlarte, entro para verte que es distinto. Echo de menos ver esos horrorosos trajes que te pones todos los días.

¿Y si son tan horrorosos, por qué los echa de menos? —Joder, estoy disfrutando como una enana con esta llamada— ¿No será que me echa de menos a mi señor? —¡Vamos campeón dilo!

Touché señorita Murray, ha dado en el clavo, puntito para la señorita —¡Toma del frasco carrasco! Son las nueve de la mañana y ya tengo un punto.

Vaya, la mañana no ha hecho más que empezar y, ya me he anotado un tanto señor. Eso quiere decir que vamos empatados ¿no?

Si Olivia si, vamos empatados, pero no cantes victoria tan pronto, aún queda mucho día por delante… —Y el muy capullo cuelga el teléfono volviendo a dejarme otra vez con la palabra en la boca. ¡Qué manía más asquerosa leches! Aún así, no puedo evitar sonreír.
 
Levanto la mirada y me encuentro a Rebeca observándome perpleja y, con una de sus cejas tan alzada que prácticamente se une con su flequillo. ¡Mierda, me había olvidado por completo de ella! Disimulo mirando al ordenador, igual con un poco de suerte consigo librarme de sus preguntas. Pero va a ser que no.


¿Qué ha sido eso?

¿El qué? —Pregunto haciéndome la loca.

¡Madre mía, eres increíble! ¿Crees qué no me he dado cuenta de esa conversación tan extraña que acabas de mantener con nuestro jefe?

¿Conversación extraña? —Eso Olivia, tu sigue haciéndote la tonta que igual cuela.

Si Olivia extraña, ¿o vas a decirme que no es extraño que tu le preguntes al jefe si no es a ti a quién echa de menos? ¡Cuéntame ahora mismo que narices me he perdido!

En serio Rebeca, no se de que me estás hablando.

Olivia Murray, como no me cuentes ahora mismo lo que está pasando, te mato.—Al final claudico y le cuento lo del juego que nos traemos entre manos el señor Dempsey y yo.

Eres una ingenua si piensas que vas a salir indemne de ese juego chata.

¿Y por qué crees eso?

Joder chica, porque salta a la vista que él te gusta.

Que me guste no quiere decir que esté enamorada, y muchos menos rendida a sus pies, que es lo que él pretende.

Vaya… estás convencida de verdad de que vas a ganar… Quiero apostar.

¿Apostar? ¿Por qué?

Porque perderás y me llevaré tu dinerito.

¿Apostarás en mi contra?

¡Obvio! Será un dinerillo extra ganado fácilmente y sin mover un dedo.

Eres una amiga pésima, ¿lo sabías?

Si tu lo dices… Apuesto cien dólares a que el señor Dempsey consigue que te vuelvas loquita por sus huesos. ¿Aceptas la apuesta?

Que remedio ¿no? —Nos damos la mano a modo de hacer oficial de alguna manera esta ridícula apuesta y volvemos al trabajo como si nada.

Pasa la semana tan rápido que cuando quiero darme cuenta, ya es viernes y estoy buscando entre mis nuevos trapitos algo que ponerme para ir a tomar algo con los compañeros de trabajo más tarde. El martes, al finalizar la jornada laboral, me fui de tiendas, para renovar mi vestuario. Me gasté un montón de pasta, pero que queréis que os diga, no me pesa en absoluto porque lo he gastado en mi, y que narices, ya era hora de que le diera algún caprichito a este body, que para eso me lo curro. Si ya sé, si no me di el caprichito primero no fue porque no me lo mereciera, más bien fue porque no veía ninguna necesidad en ello. En cambio ahora es diferente, ahora tengo en mente un objetivo, y necesito todos estos cambios para lograrlo.
 
El miércoles por la tarde al llegar a casa y encontrarme vacío el buzón de correos, me dio el bajón, me había convencido de que esta semana, también habría reunión en el “Lust”, pero mi gozo en pozo. Me toca quedarme con las ganas de ver de nuevo a Jack Sparrow y de disfrutar de su magnífico cuerpo, por eso hoy me voy de copas con los compis. Que no cunda el pánico, prometo mantenerme alejada de los chupitos de aguarrás, la última vez, me salió demasiado cara la borrachera. Esa noche, mientras esperaba los ansiados mensajes de el señor “soy un ogro”, me di cuenta de que ahora mi vida gira en torno a los sobres. Siempre esperando ver algunos de ellos, o en mi buzón, o en el móvil, cada uno de ellos, me alegra la vida a su manera.
 
El jueves por la noche, el señor Dempsey cambió de modus operandi, pasó de los mensajes y me llamó directamente. Me sorprendió, dijo que deseaba oír mi voz, estuvimos hablando mucho rato, demasiado diría yo, tanto que nos falto el canto de una moneda para tener sexo telefónico. Menos mal que fui lista e hice una retirada a tiempo, con consecuencias claro, me dormí más caliente que una plancha de gofres.
Lo cierto es que la llamada empezó como una llamada normal, y sin apenas darme cuenta había subido de tono de una manera considerable. Pienso que el muy cabrón estaba poniéndome a prueba, por eso hice una estampida en el momento menos oportuno, por eso, y porque si me corría con él al otro lado de la línea, estaría dándole la oportunidad de burlarse de mi a la primera de cambio. Vale que puede haya perdido la ocasión de tener mi primer orgasmo telefónico, pero soy de las que piensa, que más vale una retirada a tiempo, que una batalla perdida. Y no nos olvidemos de que esto es un juego.
 
Hoy he pagado las consecuencias de esa llamada, he estado todo el día en la inopia y sin dar pie con bola, y por supuesto, esquivando la preguntitas de los cojones de Rebeca, que no sé como narices lo hace, pero la muy bruja, parece leerme la mente. Por más que insistió, no salió de mi boca ni una palabra, eah, por haber apostado en mi contra, no pienso decirle como va la partida, que se fastidie. Si quiere saber algo, que llame a su adorado jefe y que él mismo la ponga al corriente.
Ahora mientras estoy relajada dándome un baño, rememoro de nuevo la llamada de anoche, antes de que subieran los decibelios, el señor Dempsey me hizo una pregunta con la que consiguió que el corazón me diera un vuelco y dejara de latir por unos segundos. Fue exactamente así…
 
Olivia, hay algo que ,me tiene intrigado desde hace días… ¿Por qué una rosa negra salpicada de gotas de sangre? —Mi corazón se para y mis manos tiemblan. ¿Cómo sabe él eso?— ¿Sigues ahí?
Eh… si, sigo aquí. Per… perdona, no sé a que te refieres…
A la rosa negra salpicada de gotas de sangre que tienes tatuada en el omóplato izquierdo —las últimas palabras pronunciadas por Jack Sparrow, retumban en mis oídos. «Volveremos a vernos, bonito tatuaje». ¡Ay Dios, ay Dios, que ahora va a resultar que mi jefe es…! ¡Nooooo imposible! ¿Pero entonces cómo coño sabe él lo del tatuaje?— ¿Olivia?
Si, si perdona, estaba distraída. ¿El tatuaje dices?
Si, el tatuaje, ¿tiene algún significado especial?
¿Co… cómo sabes que tengo un tatuaje?
Porque te lo he visto…
¿Cu… cuándo? —¡Me cago en todo lo que se menea que dos y dos son cuatro!
El día de tu borrachera nena, ¿has olvidado que tuve que desnudarte para meterte en la cama? —Responde divertido. ¡Ostras es verdad, no me acordaba de aquel día! Mi corazón vuelve a latir aliviado y el aire regresa a mis pulmones. ¡Joder que susto acabo de pasar!— ¿Lo habías olvidado?
Pues si, lo había olvidado por completo…
Dime, ¿tiene algún significado especial?
No, ninguno —si que lo tiene, pero no quiero contárselo.
Todos los tatuajes significan algo Olivia…
El mío no.
Ya bueno, si no quieres contármelo, estás en todo tu derecho. Lo respeto. —¡Perfecto, pues deja de preguntar cotilla!
 
¡Jesús, es que es acordarme de ello, y ponerme a sudar tinta china! Seguro que me entendéis, por un momento había pensado que él y Jack eran la misma persona, madre mía, de ser así, me moriría ipso facto. Salgo del agua sonriendo por mis ridículas ocurrencias, mira que pensar que… Meneo la cabeza de un lado a otro, «estás empezando a volverte loca Olivia—me digo». Cojo la ropa que hay encima de la cama y comienzo a vestirme.
 
Me pongo una falda de tubo roja y un top azul marino con escote palabra de honor. Me paso la plancha por el pelo y me maquillo siguiendo los pasos que Claudine muy amablemente me indicó. Por último, me calzo mis nuevos zapatos de tacón también azul marino y me miro en el espejo. ¡Estoy divina de la muerte! Lástima que el señor Dempsey no pueda verme…