He
pasado de estar sentada en el sofá a estar literalmente tirada
encima de la cama, con los ojos abiertos como platos mirando a ese
oráculo particular que es el techo de mi habitación con la
esperanza de que me muestre las respuestas adecuadas a todas mis
dudas que son muchas, demasiadas. En las últimas horas, mi cerebro
parece una lavadora en el programa de centrifugado, vueltas hacia un
lado, vueltas hacia el otro y, lo único que estoy consiguiendo con
ello a parte de un terrible dolor de cabeza, es desesperarme.
SI,
sé que en algún momento tengo que hablar con Daniel y contarle lo
del club, lo malo es que no tengo ni idea de cuando llegará ese
momento, porque sinceramente, viendo lo visto, si antes estaba
acojonada, ahora lo estoy más, aunque no sé si realmente existe un
motivo para sentirme así porque él, NO debería de enfadarse por
ello ya que cuando tomé la decisión de solicitar una suscripción
en el Lust, entre Daniel y yo, no había ni la más mínima
posibilidad de estar juntos. Mi animadversión por él era tan
potente que ni de coña hubiera imaginado que tan solo dos meses
después estaríamos embarcados en una relación rara y complicada
por ser él quien es y, por mi reticencia a enamorarme. Así que TAL
VEZ me esté preocupando por algo que realmente no vaya a ocurrir,
que solo sea mi cabeza que para no perder la costumbre, le gusta
darle demasiadas vueltas a todo para conseguir volverme loca.
Desde
que Rebeca salió por la puerta esta madrugada, la casualidad de que
Daniel también sea miembro del club al igual que su mejor amigo
Oliver Hamilton, osea Hércules, arraiga con fuerza en mi interior.
Ha empezado como un simple pensamiento para ir echando raíces en mi
cerebro y quedar plantado fuertemente ahí, como un roble. ¿Qué por
qué pienso eso? Muy simple, porque hasta no hace poco tiempo los dos
amigos hacían todo juntos, por eso mi sorpresa al enterarme de que
el hermano de mi amiga estuviera casado nada más y nada menos que
con Bella, lo que me lleva a plantearme la siguiente pregunta, ¿qué
clase de matrimonio es ése? ¿Será solamente un paripé de cara a
la galería? Porque que yo sepa ella solo se acuesta con mujeres en
las reuniones, bueno, da igual, lo cierto es que eso precisamente a
mi, ni me va ni me viene, no es mi problema y no pienso perder el
tiempo cuestionándome algo que no es de mi incumbencia.
Volviendo
al tema de Daniel y su posible pertenencia al club. ¿Y si todo este
tiempo el también hubiera estado en las mismas reuniones que yo? ¿Y
si de en lugar de Hércules fuera él con quién me hubiera acostado
mi primera vez? ¿Lo hubiera reconocido? Probablemente no, aquel día
estaba demasiado nerviosa, pero, ¿y él a mi? Joder, ¿en serio
estoy planteándome que exista la posibilidad de que mi “pitufo
gruñón” sea miembro del “Lust”? Pues va a ser que si. ¿Podría
averiguarlo de alguna manera? Supongo que si, que hay una manera. Que
Rebeca le pregunte discretamente a su hermano si a parte de él y de
su esposa, hay en el club algún conocido más y de quién se trata.
Sonrío al imaginarme a mi amiga en plan detective privado,
conociéndola, es capaz de traerme hasta el número de
identificación. Dios, creo que el no haber pegado ojo en toda la
noche, está haciéndome empezar a desvariar. Seguro que si
consiguiera dormir unas pocas horas y descansar, lo vería todo desde
otra perspectiva y, me daría cuenta de que nada es tan complicado
como parece. Tengo que intentar relajarme de alguna manera y dejar de
pensar, pero, ¿cómo lo hago?
Para
empezar, voy al cuarto de baño y, pongo la bañera a cargar, me
vendrá bien sumergirme en agua muy caliente para desentumecer los
músculos de mi cuerpo, quizá así consiga liberar toda la tensión
que se ha acumulado en éstos durante la noche. Una hora después,
con los dedos de los pies y de la manos arrugados como uvas pasas,
salgo del agua y me pongo un pijama. Voy a la cocina y me preparo una
infusión doble de esas que llevan varias clases de hierbas. Me la
tomo de pie, apoyada en la encimera de la cocina mientras leo un
mensaje que me ha llegado de Daniel hace un rato.
— «Buenos
días nena, no he querido llamarte por si aún estás dormida.
Llámame en cuanto leas el mensaje. Tengo ganas de oír tu voz. Ayer
te eché mucho de menos»
«Ayyy
Daniel, si tu supieras...—pienso». Marco su número de teléfono,
yo también le he echado muchísimo de menos, y eso que solo hemos
pasado separados unas pocas horas. No quiero ni pensar en lunes
cuando él se vaya a San Francisco y yo me quede aquí. Si con unas
pocas horas ya me siento así, ¿cómo voy a sentirme cuando esté
sin verlo cinco días?
— Hola—digo
en cuanto oigo su voz al otro lado de la línea.
— Hola
nena, ¿qué tal? ¿Se alargó mucho la noche de chicas?
— Estoy
bien, agotada y muerta de sueño, porque si, la noche de chicas se
alargó demasiado y, después al estar despejada no he podido dormir,
y ahora estoy que me caigo de sueño. ¿Qué tal tu? ¿Estuvisteis
hasta muy tarde en la cervecería?
— No
sé lo demás, pero yo no. Cuando hablé contigo por última vez, me
fui a casa. Si me hubieras dejado ir a dormir contigo…
— Daniel,
no podía dejar que vinieras. Rebeca necesitaba desahogarse, y
contigo pululando por aquí, no hubiera sido lo mismo.
— Ya
bueno… ¿Por qué no me llamaste cuando ella se fue?
— Porque
eran más de las seis, era muy tarde para hacerte venir ¿no crees?
— Pues
no me hubiera importado para nada levantarme a esa hora de mi cama
para ir a meterme en la tuya…
— ¿Estás
molesto por qué no deje que ayer vinieras a dormir conmigo?
— No
nena, solo estoy dejando claro mientras seas tu la que me llame,
siempre estaré disponible sea la hora que sea.
— Gracias.
Lo tendré en cuenta…
— ¿Qué
vas a hacer ahora?
— Pues
voy a meterme en la cama e intentaré dormir un poco, estoy molida.
— ¿Cuánto
será un poco? Tengo muchas ganas de verte nena.
— Pues
no lo sé Daniel…
— ¿Me
llamarás en cuanto te despiertes?—Me dice con voz melosa.
— Por
supuesto. Será lo primero que haga en cuanto abra los ojos.
— Pues
estaré esperando impaciente…
— Luego
hablamos ¿vale?—Y sin más cuelgo. ¿Por qué tengo la sensación
de estar siendo desleal con él? Hago a un lado la respuesta, si en
estos momentos me paro a escucharla, todos los malos pensamientos
empezarán de nuevo. Me acuesto en mi cama, no sin antes quitarle el
sonido al teléfono. No quiero ni necesito que nadie me moleste. Solo
quiero cerrar los ojos y dormir profundamente.
Bastantes
horas más tarde, tantas que vuelve a ser por la noche, y no, no he
dormido hasta ahora, me encuentro en mi cama observando como Daniel
duerme. Parece que el estar así, contemplándole después de haber
tenido una buena ración de sexo, se ha vuelto una costumbre para mi.
Estoy inquieta y molesta conmigo misma. Desde luego el haber tomado
la decisión de dejar de momento las cosas como están no ha servido
para nada, porque mi conciencia no para de recordarme una y otra vez
que estoy metida en un buen lío. Por suerte para mi, ésta me ha
dado un respiro en cuanto mi “pitufo gruñón” entró por la
puerta esta tarde con la idea de llevarme al teatro a ver un musical
y después a cenar. Sólo ahora, en la oscuridad de mi cuarto, mis
miedos y temores vuelven a mi después de haberme dado una tregua.
También
he pensado en lo extraño de haber visto a Bruce en el restaurante
donde Daniel me llevó a cenar y, que ni siquiera se haya dignado a
venir a saludar, ya no digo a mi, que al fin y al cabo para él no
soy más que la directora ejecutiva de D&D, pero ¿por qué no
saludar a su hermano? Algo me dice que era por estar en mi compañía,
ya sabemos todos lo que piensa él respecto a las relaciones no
profesionales. Lo vi en cuanto me senté a la mesa, la mirada de
desdén que me dedico me dejó clavada en la silla, pero solo fue un
momento porque al recordar la clase de persona que es, enseguida me
vine arriba y le devolví la mirada, consiguiendo con ello que no
tardara ni dos segundos en mirar hacia otro lado. En ese momento, no
le di la mayor importancia, pero claro, ahora, veo con total claridad
que mi situación no hace más que empeorar a pasos agigantados. No
sé exactamente cuánto tardará Bruce en meter sus tentáculos donde
nadie le llama, pero que los meterá lo tengo clarísimo. Que consiga
o no algo con ello, no tengo ni la menor idea, pero no me quita nadie
de la cabeza que de alguna manera intentará complicarnos la vida,
aunque una de las partes afectadas sea su hermano. A todo esto,
Daniel ni cuenta se dio de nuestro cruce de miradas, y por supuesto,
yo mantuve la boca cerrada por si acaso.
Una
vez terminada la cena, caminamos cogidos de la mano hasta el teatro.
La experiencia de ver un musical en directo me encantó. Como en casi
todo desde que salgo con Daniel, era la primera vez que acudía a un
espectáculo de esa envergadura. Y digo envergadura porque por lo
visto era el estreno y aquello estaba lleno de gente muy, muy
conocida. Menos mal que sin saberlo, iba vestida para la ocasión,
porque de no haber sido así, me hubiera largado a casa con tal de no
dejar en evidencia a mi chico. El musical duró aproximadamente dos
horas, y en cuanto terminó, fuimos a un pub bastante conocido a
tomar una copa antes de regresar a casa.
Empezamos
a quitarnos la ropa en cuanto traspasamos la puerta de mi
apartamento, lo que quiere decir que cuando quisimos llegar a mi
habitación, ambos estábamos completamente desnudos y deseando estar
fundidos el uno en la otra. Apenas hubo palabras, solo sexo, pasión,
deseo… Nos saboreamos hasta saciarnos, en un silencio apenas roto
por nuestras respiraciones y gemidos. Mis manos, a veces lo
acariciaban a medias entre necesidad y desesperación, quizá porque
mi subconsciente sabedor de todas mis batallas mentales me hacía
actuar así, haciéndome sentir el miedo de que en cualquier momento,
lo nuestro llegará a su final. Ahora, exhaustos y saciados, él
duerme mientras yo me peleo de nuevo con mis miedos y mis dudas,
carcomiéndome por dentro sin tener la seguridad de que en realidad,
haya hecho algo mal. Me pego a su pecho y, me abrazo fuertemente a
él. Quien sabe si quizá, esta pueda ser nuestra última noche
juntos…