Al
día siguiente cuando me despierto, sigo estando cabreada por lo
sucedido la noche anterior en la oficina con el capullo de mi jefe, y
encima saber que tengo que pasar prácticamente todo el día detrás
de la becaria con todo el trabajo que tengo acumulado, me cabrea
mucho más.
Paro
en el starbucks que hay cerca del trabajo y espero la larga cola para
coger un capuccino con canela y un donut relleno de crema para
llevar. Con un poco de suerte, me dará tiempo a comerlo antes de que
lleguen el resto de mis compañeros y el señor “soy un ogro”.
Apenas le he dado un par de bocados al donut y unos sorbos a mi
delicioso capuccino, cuando me llaman de recursos humanos para
indicarme que la becaria está esperándome en recepción. De mala
gana, aparto el resto de mi desayuno y me encamino al ascensor para
bajar a buscarla.
Cuando
llego a la planta baja y veo a la chica que está apoyada en el
mostrador, casi se me salen los ojos de las órbitas. Tengo delante
de mi, a una rubia despampanante, vestida con un mini traje de
ejecutiva que parece que le va a estallar de un momento a otro.
¿Acaso cree que viene a un casting de stripers o que? Espero que por
lo menos tenga más de una neurona por que si no…
Antes
de acercarme a ella, no puedo evitar echar un vistazo a mi atuendo
reflejado en el cristal de la ventana. ¡Joder, a su lado parezco
Betty la fea!
Me
aproximo a ella con una falsa sonrisa dibujada en mi rostro y me
presento:
— Buenos
días, soy Olivia Murray, directora ejecutiva de “D&D”, tu
debes de ser Rebeca Hamilton ¿verdad? —Asiente con una sonrisa
radiante—. Bienvenida.
— Gracias.
Estoy un poco nerviosa. —Me confiesa mientras subimos en el
ascensor.
— Es
normal que estés nerviosa, es tu primer día, pero no te preocupes,
seguro que lo harás fenomenal. —¡Pero que falsa soy por Dios! ¿Se
me habrá notado mucho? No lo parece, porque ella sigue sonriéndome
como si nada así que… debo de ser buenísima mintiendo.
En
cuanto salimos del ascensor y caminamos por el pasillo, varias
cabezas se giran a nuestro paso. Todos siente curiosidad por saber
quien es esa superwoman que me acompaña.
Cuando
llegamos a la altura del despacho del señor Dempsey y del mío
propio, me paro para presentarla oficialmente y así matar la
curiosidad de estos cotillas.
Una vez hechas las presentaciones, entro en el despacho del señor Dempsey para que conozca a su nueva empleada y, a ésta casi se le caen las bragas al ver a nuestro apuesto jefe. «Cuando sepas lo cabrón que es —pienso—, no lo mirarás con esa cara de mema».
Una vez hechas las presentaciones, entro en el despacho del señor Dempsey para que conozca a su nueva empleada y, a ésta casi se le caen las bragas al ver a nuestro apuesto jefe. «Cuando sepas lo cabrón que es —pienso—, no lo mirarás con esa cara de mema».
Jefe
y empleada hablan durante unos minutos y para mi sorpresa, descubro
que ya se conocían. Por lo visto, el padre de ésta es íntimo amigo
del hermano mayor del jefe. ¡Menudo trifásico tiene la tía! Pasará
a la lista negra en cuanto descubran que es una enchufadilla.
¡Pobrecilla, no me gustaría estar en su pellejo!
Durante
el corto espacio de tiempo que pasamos en el despacho del jefe, él y
yo apenas cruzamos unas miradas. Cada vez que lo miro, recuerdo lo
que pasó anoche y me entran ganas de estrangularlo. Él en cambio,
parece divertido, incluso más prepotente de lo habitual. Por mi
bien, decido ignorarlo y prestar atención a lo que le está diciendo
a Rebeca, que no es otra cosa que el típico discurso de un jefe a
una empleada y que estoy más que harta de escuchar. Cuando por fin
termina la diarrea verbal del señor Dempsey, me llevo a la nueva a
mi despacho y nos ponemos manos a la obra. Para mi sorpresa, la tía
pilla todo lo que le digo a la primera. Me fastidia reconocerlo, pero
al final, va a resultar que es algo más que un cuerpo y una cara
bonita.
A
la hora de la comida, juntas vamos a la cocina de la oficina y ella,
rápido entabla conversación con nuestros compañeros. Los observo
anonadada hablar como si se conocieran de toda la vida cuando en
realidad hace apenas unas horas que se conocen. Llevo cinco años en
la empresa y creo recordar que nunca he mantenido una conversación
más larga de diez minutos con alguno de ellos. ¡Al final van a
tener razón al pensar que soy un bicho raro! ¿Por qué será que no
me gusta relacionarme con la gente que trabaja conmigo? Desde luego,
cada vez estoy más convencida de que soy rara de cojones.
Pasamos
el resto de la tarde funcionando sin parar, y a la hora de irnos a
casa, no tengo más remedio que felicitar a Rebeca por el gran
trabajo realizado en su primer día, y cuando más tarde estoy
tumbada en el sofá de mi casa, me siento fatal por haber pensado de
ella lo peor. En realidad es una tía muy maja y muy trabajadora.
¡Qué mal está esto de juzgar a la gente sin conocerla! ¡Soy lo
peor de lo peor! Solo el sonido del teléfono, consigue que deje de
pensar que soy una auténtica bruja. Al mirar la pantalla del móvil,
descubro con horror que es mi jefe el que llama. ¿Qué querrá éste
a estas horas?
— Señor
Dempsey… —Contesto de mala gana.
— Buenas
noches Olivia, Se te ha olvidado firmar el informe de la becaria…
¡Mierda,
he estado tan ocupada con Rebeca y con las entrevistas de los
candidatos para la sección de ventas que olvidé por completo firmar
el puto informe!
— ¿Sigues
ahí Olivia?
— Si
señor… Lo siento pero es que…
— No
quiero oír tus disculpas, estoy en el portal. Abre la puerta —¿Qué?
¿Está aquí abajo? ¿En mi casa? ¡Ésto ya es el colmo! ¿Acaso es
tan importante ese informe como para venir a mi casa a estas horas de
la noche para que lo firme?— Abre la puerta Olivia.
Cuelgo
el teléfono y me dirijo al portero automático para abrir. Mientras
espero a que suba el ascensor, me acuerdo de toda su familia,
incluidos todos sus antepasados. En cuanto oigo sus pasos acercándose
a la puerta abro y antes de que él diga nada, soy yo la que habla.
— ¿Le
parece normal presentarse en mi casa para que firme un informe? —¡Oh
Dios, estoy tan cabreada que no sé si podré contenerme!
— ¿Por
casualidad has olvidado con quién estás hablando? —¡Lo que me
faltaba por oír!
— ¿Por
casualidad se ha olvidado usted de que mi horario laboral ha
terminado a las cinco? ¡Puesto que estoy en mi casa y no en la
oficina y que he terminado mi turno hace algunas horas, puedo
hablarle como me de la real gana!
— Olivia,
Olivia, Olivia… Ese carácter tuyo te va a traer problemas, yo que
tú seguiría manteniéndolo oculto como has hecho hasta ahora…
— ¿Es
una amenaza?
— Digamos
que más bien es una advertencia —achica los ojos y me mira de pies
a cabeza.
— ¡Deme
el puto informe para que lo firme y se largue de una vez! —¡O se
larga o esto acaba tragicamente porque me lo cargo! ¡Cada día lo
soporto menos!
— Ay
Olivia, al final acabaré despidiéndote por descarada y mal hablada,
siempre creí que lo haría por tu ineptitud, pero este
comportamiento tuyo, deja mucho que desear.
— ¿Sabe?
¡Me importa una mierda si me despide o no! —Le arranco el informe
de las manos y se lo firmo mientras el me mira desde la puerta. Me
pone los pelos de punta ver esa sonrisa tan arrogante pegada a su
boca. ¿Qué estará pensando? ¿Qué cojones quiere de mi este
pedante?
Le
devuelvo el maldito informe y me dispongo a cerrale la puerta en las
narices, pero él no me lo permite.
— ¿Te
gustaría cenar conmigo una noche de estas? —¿Qué? ¿Se ha vuelto
loco?— Contéstame.
— Pues
sinceramente, no. Usted sería la última persona del mundo con la
que yo me iría a cenar.
— Algún
día, haré que te tragues esas palabras Olivia…
— No
lo creo. Buenas noches señor Dempsey —y sin más, cierro la
puerta.
Paso
la noche en vela preguntándome por qué ha cambiado tanto la actitud
de mi jefe conmigo. Nunca en los cinco años que llevo trabajando
para él ha hecho tal cosa. ¿Por qué ahora? ¿Realmente creé que
soy una inepta y está buscando la manera de despedirme? Si ése
fuera el caso, ¿por qué mantenerme en la empresa durante tanto
tiempo?
Cansada
de darle vueltas al coco y, en vista de que no puedo dormir, decido
ponerme al día con papeleo atrasado.
Cuando
llego a la oficina, Rebeca ya está allí tomándose un café y para
mi asombro, encima de mi mesa, hay un capuccino con canela
esperándome.
— Buenos
días —saluda sonriente—. Te he traído un café y estoy
revisando los informes que me dijiste ayer.
— Buenos
días Rebeca, gracias por el café. Hoy lo necesito más que nunca.
— Tienes
mala cara, ¿no has dormido bien?
— No
he pegado ojo en toda la noche —digo reprimiendo un bostezo.
— Lo
siento…
— ¿Te
puedes creer que el señor Dempsey se presento anoche en mi casa
porque había olvidado firmar el informe de tu evaluación? —No sé
porque se lo cuento, pero una vez que abro la boca no puedo parar de
hablar—. Me llamó inepta y amenazó con despedirme porque fui
borde con él —apoyo las manos en la cabeza y suspiro—. Va a
conseguir volverme loca…
— Yo
no creo que seas inepta. Seguramente tuvo un mal día y lo pago
contigo, no le des mas vueltas, no merece la pena.
— Ojalá
fuera tan fácil…
Nos
tomamos los cafés mientras seguimos charlando. Nunca antes había
tenido la necesidad de desahogarme con alguien, hasta ahora.
A
la hora de la comida, pasamos de ir a la cocina, decidimos quedarnos
las dos en el despacho para seguir hablando y conocernos mejor.
Cuanto más se de ella, más me gusta, y estoy totalmente convencida
de que llegaremos a ser grandes amigas. Por primera vez en cinco
años, me siento cómoda hablando con una compañera de trabajo, y
eso hace que me sienta bien.
Al
finalizar la jornada, estoy agotada y con muchísimas ganas de llegar
a casa, darme una ducha y dormir. Me despido de Rebeca en la calle y
me voy.
Lo
primero que hago al entrar, es mirar el buzón de correos. Sonrío de
felicidad cuando dentro de éste veo el sobre dorado, lo que
significa que este fin de semana, podré olvidarme durante unas horas
del caos que reina en mi cabeza. Subo a casa y excitada abro el
sobre. Próximo destino… “Búfalo”.