viernes, 29 de enero de 2016

R.D.C. FIN DE AÑO




La noche antes de fin de año.
La noche de fin de año, siempre me ha parecido una noche bastante triste. No se por qué, pero en esta fecha en concreto, mi corazón se angustia y me deprimo. Este año es peor. Mucho peor. Este año si que tengo un motivo para estar hecha polvo. Ha pasado casi una semana desde mi ruptura definitiva con Daniel Dempsey. Él sigue con su vida y yo con la mía, sin habernos puesto en contacto para nada. La historia definitivamente ha quedado zanjada. Si dijera que estoy bien, mentiría descaradamente. No duermo, y prácticamente, me mantengo de líquidos. No soy capaz de meter nada sólido en mi cuerpo. Rebeca dice, que si sigo así, en un mes solo quedarán de mi los huesos. Si, es una exagerada. En un mes, pienso estar muy lejos de aquí comenzando una nueva vida. De hecho, en unos días, tengo una entrevista de trabajo como directora ejecutiva en Galicia. Es una empresa con las mismas características de D&D y por lo que me han dicho, muy importante en España. Uno de los chicos que conocí en Ibiza, me consiguió la entrevista. Por lo visto, es íntimo amigo de la hija del dueño de la empresa. Y como no tengo nada que perder, me he liado la manta a la cabeza y allá que me voy.
Ya tengo empaquetadas la mayoría de mis cosas, y el apartamento, definitivamente se lo queda Rebeca. En un principio en alquiler, y más adelante, seguramente se pueda permitir comprarlo. Sea como sea, yo estoy encantada de que sea ella y no otra persona la que vaya a vivir en el que hasta ahora fue mi refugio particular. Y como probablemente venga de vez en cuando a visitar a mi amiga, me sentiré bien haciéndolo aquí. Ella y yo, hablamos a diario, y las pocas veces que nos hemos visto en esta semana, siempre ha intentado convencerme para que me quedara. Pero por supuesto, no lo ha conseguido. Una vez que tomo una decisión, suelo mantenerme firme, pese a quien le pese. Ella no entiende que aunque yo quiera a Daniel, siga adelante con mis planes. Ojalá pudiera hacerla entenderlo, pero es complicado. Dice, que es una estupidez que esté sufriendo de esta manera teniendo la solución en mis manos. Que con una simple llamada, podría hacer que todo cambiara y empezar de nuevo. Parece fácil, pero no lo es. Para nada. Yo no me quejo, apechugo con mis decisiones por muy descabelladas que puedan parecer. Lo que estoy pasando ahora, es simple y llanamente un proceso de curación por el que es obligatorio pasar cuando se rompe una relación que te ha decepcionado y con la que has sufrido. Y esa decisión la he tomado yo, completamente convencida de que es lo mejor. Así que simplemente sigo adelante, rumiando mi dolor en silencio.

Otra cosa de la que trata de convencerme Rebeca, es de que mañana asista a la inauguración del nuevo “Lust”. Por supuesto no voy a hacerlo. Sería una locura por mi parte meterme de lleno en la boca del lobo. Y no estoy dispuesta a pasar por ello. No cuando estoy totalmente convencida de a quién me encontraría allí. No creo que pudiera soportar siquiera estar en la misma habitación que él. No, no puedo. Solo de pensarlo, se me encoge el estómago y me palpita el corazón. Y no, no son nervios. Es miedo. Si, lo sé. Soy una cobarde. Ahora estoy mentalizándome y preparándome, porque mi amiga, está a punto de llegar a cenar y, seguramente empiece a darme la lata con la misma cantinela. Y como no quiero ser grosera con ella ni darle una mala contestación, tengo que estar preparada. Quiero que nuestra cena particular de fin de año, sea tranquila. Una cosa es lo que yo quiera, y otra muy distinta, lo que resulte al final.
Rebeca llega puntual, como siempre. En una mano trae una botella de vino, y en la otra, una de champán, ambas muy caras. Según ella, porque como últimamente solo ingiero líquidos, pues que sean de marca. La tía está fatal no, lo siguiente. Para la cena, he preparado consomé de marisco y un pescado al horno. Nada complicado de hacer. Después de tomarnos una copa de vino hablando de trivialidades, nos sentamos a la mesa a degustar la cena.
¿Al final has hecho planes para mañana con Paul?—Le pregunto a mi amiga.
Tengo planes para mañana, pero no con él.
¿En serio? ¿Y con quién has quedado?—Hasta donde yo sabía, ella iba a ir a una fiesta privada con su amigo con derecho a roce.
¿Con quién va a ser? Contigo…
¿Conmigo? Lo siento Rebeca, pero creo que me he perdido algo…
Tu y yo iremos a la fiesta de fin de año del “Lust”.
De eso nada. Ya te dije que no iba a ir. No sé por qué sigues insistiendo en el tema Rebeca—. Creo que al final, no vamos a tener una cena tranquila. No acaba más que empezar y ya estoy cabreada.
Necesitas salir, desconectar… ¿Y qué mejor sitio para ello que la fiesta del club?
No voy a ir.
Si que irás…
¿Pero que coño te pasa eh? ¿No eres capaz de entender que no quiero ir a esa maldita fiesta?
Soy muy capaz de entenderlo, pero lo siento, no me da la gana de hacerlo.
Pues me da igual lo que quieras. No pienso ir y punto pelota. Fin de la discusión.
¿Y si te dijera que Jack sparrow no va a ir? ¿Cambiarías de opinión?
¿Cómo sabes que él no va a estar allí?
Ayyy Olivia, yo me entero de todo. ¿Olvidas que soy radio patio? Él y mi hermano se han ido a una chocita que Daniel tiene en Aspen. Muy lejos. Ahora dime, ¿irás a la fiesta?
No.
Está bien, entonces no me dejas más remedio que hacerte chantaje emocional. No quería recurrir a ello, pero no me dejas otra opción...—. ¡Ay Dios mío, esta mujer ha perdido el único tornillo que tenía sano!
¿Chantaje emocional?—La fulmino con la mirada, intentado intimidarla. Pero va a ser que no.
Si. Verás, prometiste que si te ayudaba a averiguar quién era Jack Sparrow, me llevarías a una fiesta del club…
Tú lo has dicho, si me ayudabas a averiguarlo. Pero no ha sido así. Él lo confesó. Así que déjate de gilipolleces.
Pero yo puse todo de mi parte para ayudarte. Intente hablar con mi hermano, pero, ¿qué culpa tengo yo de que él y su esposa decidieran separarse precisamente en ese momento? Además, te ayudé en el Indina. Fue gracias a mi que supiste cuál era su película favorita y demás… Así que creo que creo que merezco que lleves a esa fiesta.
Tienes una cara que te la pisas Rebeca…
Lo se… Entonces qué, ¿vamos a ir al club mañana?
No—. Si ella cree que va a salirse con la suya, va lista.
¿Voy a tener que suplicarte?—Me mira con chulería y yo, me cruzo de brazos enarcando una de mis cejas. ¿Esto es un duelo de miradas? Pues va a ser que si, tiene toda la pinta.—. Eres imposible ¿lo sabías?
Si—contesto—. Ya me lo han dicho más veces.
Si tengo que ponerme de rodillas...lo haré—. Y lo hace. La muy arpía se pone de rodillas y empieza a suplicarme—. ¡Oli, llévame a la fiesta, por favor, por favor, por favor!—Me río por lo cómico de la escena.
Si te digo que me lo pensaré, ¿dejarás de hacer el idiota y terminaremos la cena en paz?
Si.
Pues entonces, me lo pensaré. ¿Satisfecha?
No—dice poniéndose en pie—. Pero algo es algo…
Durante el resto de la cena, la loca de mi amiga, me da un respiro y no vuelve a sacar el temita de la maldita fiesta. ¡Gracias a Dios! Lo malo es que estoy completamente segura de que claudicaré y acabaremos yendo al club, aunque solo sea para despedirme de lo que alguna vez, me dio tanta felicidad. Después de cenar, entre risas y una charla amena, nos tomamos la botella de champán, brindando varias veces porque el año nuevo, empiece mejor de lo que éste termina. Que me saliera bien la entrevista de trabajo en España, para mi, ya sería un buen comienzo. Pasadas las dos de la madrugada, Rebeca se va y yo, me acuesto con la mente puesta en la noche de mañana. A ella no le he dicho nada aún, pero ya he decidido que iremos…
A la mañana siguiente, lo primero que hago al levantarme, es buscar en mi armario el vestido que me pondré para la fiesta. Por suerte, mi ropa es de las pocas cosas que me quedan por recoger y, enseguida doy con el que tengo en mente. Es un vestido de color azul marino que me compre en las rebajas antes de marcharme a San Francisco. Con escote en forma de corazón, largo hasta los pies y muy sencillo. El único adorno que lleva es un cinturón fino y plateado. Lo compré precisamente pensado en esta noche. La noche que iba a desenmascarar a Daniel Dempesy, e iba a dejarlo en evidencia delante de todo el mundo. Pero éso, ya no será necesario. Saco el vestido de la bolsa de plástico que lo cubre y lo dejo bien estirado sobre la cama. Es un vestido precioso, lástima que no pueda lucirlo delante de él… A media mañana, me llama Rebeca y, cuando le digo que acepto ir a la fiesta del club con ella, se pone a gritar como un histérica y me da las gracias un millón de veces. Solo con una palabra, he conseguido hacerla feliz. Espero que merezca la pena.
Por norma general, las reuniones del club, siempre son a partir de la media noche. Pero en esta ocasión, es diferente. Con el cuento de recibir el año nuevo y tal, han decidido dar una cena en uno de los salones del nuevo local y, por eso tenemos que estar allí a las nueve de la noche.
Rebeca y una menda, como ruega en la invitación, llegamos puntuales. Mi amiga está preciosa. No tengo ninguna duda de que esta noche, llamará la atención. Su nick es “Pocahontas”, y el antifaz que cubre su rostro es de color dorado con plumas azul eléctrico. Está realmente espectacular. Ambas estamos nerviosas. Yo quizá porque esta sea mi última reunión, y ella, porque a partir de hoy, no dudo de que será un miembro más. Pasamos al salón donde se servirá la cena y, nos sientan en una mesa redonda con gente que no conozco de nada. Ella tampoco claro. O eso creemos, porque visto lo visto, cualquiera se atreve a asegurarlo. Lo que si tengo claro, es que ninguno de los comensales, es Hércules o, Jack Sparrow, así que mi última noche en el “Lust”, será tranquila y sin contratiempos. Y no, no voy a jugar. O eso creo...





jueves, 28 de enero de 2016

R.D.C ¿LA HORA DE LA VERDAD? PARTE II




Durante varios minutos, permanezco de espaldas a él. No quiero mirarle. No quiero ver esos ojos que piden una clemencia que no estoy dispuesta a dar. No se la merece, mucho menos después de haberme comparado con él. Siento sus pasos acercándose a mi, espero que no se le ocurra tocarme, porque sería capaz de arrancarle la mano de un mordisco. Me giro y, doy un paso atrás para volver a poner distancia entre nosotros. Tampoco quiero tenerle cerca. Ya no.
Olivia...—dice con voz ronca.
¡No te acerques a mi Daniel! ¿Cómo te atreves siquiera a insinuar que soy igual que tú? ¿Acaso estás tan ciego que no eres capaz de ver la diferencia que hay entre nosotros? ¡Tú me engañaste deliberadamente! ¡Eres un egoísta que con tal de salirse con la suya y tenerme, fue capaz de mentir! No pensaste en mi. Yo ni siquiera estaba contigo cuando empecé a acudir a las reuniones del “Lust”. No tenía ninguna obligación de contarte ese aspecto privado de mi vida, pero quería hacerlo, porque me importabas. Porque no contártelo me hacía sentirme desleal contigo. En cambio tú… te callaste y decidiste no ser sincero conmigo. Decidiste seguir con un engaño que de sobra sabías que me iba a hacer mucho daño. ¿Y dices que me quieres? ¡Tú no sabes lo que éso! ¡No tienes ni idea! ¡Me lo cuentas ahora porque tu egoísmo no es capaz de soportar que yo pudiera buscar en lo brazos de otra persona la manera de olvidarme de todo! ¡De olvidarme de ti!
¡Como siempre hablas sin pensar! ¡Tu lengua antes que tu cerebro! Si te pararas a pensar por un momento, te darías cuenta de que estás equivocada. Si no te quisiera, ¿qué caso tendría contártelo todo ahora? ¿Por qué no seguir con la identidad de Jack bien oculta y, seguir follándote todas las veces que se me antojara eh? ¡Dime! ¡Estuvo mal lo que hice y, lo siento muchísimo! Cometí un error. ¿Es qué tú eres tan jodidamente perfecta que nunca has cometido ninguno?
No soy perfecta Daniel, por supuesto que he cometido errores. Y el peor de todos ha sido enamorarme de ti. Ahora estoy pagando las consecuencias de ello. Yo no hago daño deliberadamente a las personas que quiero.
Ahora estás haciéndome daño a mi…
¿Y quién dice que aún te siga queriendo?
Olivia por favor...—da un paso al frente y yo, vuelvo a recular—. No digas eso, ¿qué puedo hacer para que me perdones?
No tienes que hacer nada porque no voy a perdonarte. Me has hecho mucho daño Daniel. Me has decepcionado. Has hecho todo esto para tenerme si o si, y lo único que has conseguido con ello, ha sido perderme. Esas son las consecuencias. Yo pago las mías y, tu las tuyas. No quiero volver a verte. No quiero volver a saber nada de ti nunca más. Desde este momento, estoy fuera de la empresa, y de tu vida.
¿Esa es tu decisión?
—Si.
¿Estás segura?
Si.
Te quiero más que a mi vida Olivia, pero no voy a rogarte. Todos tenemos derecho a equivocarnos y a enmendarnos. Si de vedad me quisieras, me perdonarías… Esta vez no iré a buscarte. Jamás volverás a saber de mi. Te lo prometo—Asiento. Ya no queda más por decir. Salgo de la azotea con la cabeza alta. Orgullosa. Y destrozada.
Cuando salgo del ascensor en la planta baja, respiro aliviada al no ver a mi amiga pululando por allí. Voy al guardarropía y recojo mi abrigo. Una vez en la calle, respiro hondo. Muy hondo. Pero la presión del pecho sigue ahí, oprimiendo mis pulmones y mi corazón. No me arrepiento de lo que acabo de hacer. Quiero muchísimo a Daniel, pero me quiero más a mi misma. Se acabó. Soy consciente de que empezar de cero, va a ser muy difícil. Pero no imposible. Camino hacia la parada de taxi más próxima y vuelvo a casa. Tengo que pensar detenidamente lo que voy a hacer a partir de ahora. Cierro los ojos e intento dejar la mente en blanco, pero no me sirve de nada.
No hace ni dos minutos que estoy en casa cuando suena el teléfono. Es Rebeca.

Olivia, acabo de ver a Daniel y me ha dicho que te habías ido. ¿Dónde estás?
Estoy en casa.
¿Qué ha pasado?—Sé que está preocupada, pero no tengo ganas de hablar con ella. Ahora no.
Mañana te lo cuento ¿vale? Ahora estoy cansada y voy a acostarme.
Algo malo ha tenido que ser para que tu estés en casa y él, con el aspecto de querer matar alguien. ¿Cómo estás?
He tenido días mejores Rebeca…
Voy en un periquete—. Y sin darme tiempo a replicar me cuelga.

Resignada, preparo café. Si mi amiga viene de camino, lo necesitaremos, porque auguro que el amanecer nos sorprenderá sentadas en el sofá analizando todo lo que pasó en la azotea con Daniel. Me pongo cómoda y, espero sentada en el sofá a que llegue Rebeca. ¿Qué va a ser de mi vida ahora? Tengo tanto que hacer… quizá debería plantearme irme lejos. A otro país. ¿España? ¿Y por qué no? No tengo nada que perder. Puedo encontrar un buen trabajo y disfrutar del cálido clima de allí. Si, cuanto más pienso en ello, más me agrada la idea de irme y empezar de nuevo bien lejos de aquí. Me levanto a abrir la puerta en cuanto oigo el portero automático. Lo primero que hace mi amiga en cuanto me ve, es abrir los brazos y, acogerme en ellos fuertemente. Mal. Muy mal, porque con ese abrazo, las lágrimas salen de mis ojos a borbotones sin que pueda hacer nada por evitarlo.

Lo siento Oli, lo siento muchísimo—asiento sollozando y tiro de ella para sentarnos en el sofá—. Desahogate cielo—.dice acariciando mi espalda.
Cuando el llanto cesa, empiezo a relatarle toda la conversación con Daniel, sin omitir ni una coma. Ella escucha atentamente todo lo que le cuento sin interrumpirme. Se lo agradezco. Prefiero soltarlo todo de golpe para no tener que volver a hablar de ello. Aunque conociéndola… en cuanto abra la boca, no dejará títere con cabeza. Y sin ninguna duda, la primer cabeza que rodará será la mía. Cuando por fin me quedo en silencio, la miro esperando a que diga algo. Pero no lo hace. Se queda callada, sin decir ni mu.
¿No vas a decir nada? ¿Ni siquiera para regañarme?
Lo siento Oli, de verdad. Lo siento mucho. No imaginé que fuera a pasar algo así.. cuando él…
¿Que sabes tú que yo no sepa Rebeca?
Todo esto ha sido culpa mía.
¿Culpa tuya? ¿Por qué dices eso?
Porque el me pidió que amañara el sorteo del amigo invisible para que le tocaras tu. Y lo hice pensando que os reconciliaríais. Él estaba tan nervioso, que creí que se te iba a declarar en serio, ya me entiendes…
No digas gilipolleces Rebeca, tu no tienes la culpa de nada.
Si que la tengo Oli, si no hubiera amañado el sorteo…
Si no hubieras hecho trampas, esto hubiera ocurrido de todas maneras. Quizá hoy no, pero si cualquier otro día. Las mentiras tienen las piernas muy cortas amiga.
Tienes razón pero…
Nada de peros, no sigas culpándote por ello.
Está bien, no lo haré. ¿Qué vas a hacer ahora?
No lo sé, no me he parado a pensarlo detenidamente. Pero supongo que para empezar, irme bien lejos de aquí.
¿Irte?
Si. Al menos una temporada. Hasta que todo se enfríe y se olvide.
¿Crees qué has hecho lo correcto? Él te quiere Olivia. Y tú, le quieres a él. Lo que hizo no estuvo bien, pero puedo llegar a entenderlo. ¿No puedes hacer tu lo mismo y perdonarlo?
Para ti es muy fácil verlo así, no estás en mi situación. Si te sintieras como me siento yo, te aseguro que opinarías de otra manera.
Si, tal vez tengas razón.
Permanecemos despiertas toda la noche dándole a la húmeda sin parar. Yo, llorando cada poco y Rebeca, intentando consolarme. Pero no tengo consuelo. No de momento. Cuando mi amiga decide irse a casa, ya ha amanecido completamente y, a pesar de las horas que llevo sin dormir, no puedo cerrar los ojos. Entonces, me acuerdo de las pastillas que tengo para dormir y me tomo una. Lo hago porque necesito descansar, y resetear la mente. Me arrebujo en mi cama bajo las mantas y aunque parezca cómico, empiezo a contar ovejitas hasta quedarme dormida.
Esas pastillas son tan milagrosas, que consigo dormir del tirón unas siete horas. Milagrosas para conciliar el sueño. No para curar un corazón destrozado. Creo que todavía no existe una medicina que pueda curar eso. Bueno, mucha gente dice que el tiempo lo cura todo y, que siempre pone las cosas en su lugar. Eso espero… Desde mi cama, veo como cae la nieve copiosamente sobre la ciudad. Si estuviera con ánimo, no dudaría en salir a pasear por el parque, pero visto lo visto, hoy o me levanta de la cama ni el tato. Cojo el ipod que está sobre la mesita de noche y le doy al play. La música que escuho últimamente, es la que mi amiga asturiana, Sheila, me metió en el ipod en las vacaciones. Música española y aunque preciosa, tengo que decir que también muy nostálgica. Precisamente, la que estoy escuhando en este momento, es de una muchacho que se llama Manuel Carrasco, se titula “Ya no”, y me va que ni pintada. Talmente parece que se ha escrito para mi.
«Ya no, llevaremos la venda, buscaremos respuestas, moriremos de amor. Ya no, por más que quiera verte, ya no puedo tenerte, ya todo terminó. Ya todo rompe en mi se va y me mata… ¿Qué quieres? Ya no tengo fuerzas para resistir, ya no tengo palabras para rebatir, ya no, te alejas y me dueles. Ya no habrá canción ni bailes de pasión, los ojos que ahora miras, no los veo yo, ya no, seremos para siempre...».
Mi vena masoquista es tan profunda, que pongo esa canción una y otra vez mientras lloro sin consuelo. Ya no. Ya no habrá mas reuniones en el “Lust”, porque pienso cancelar mi suscripción. Ya no habrá mas miradas cargadas de desdén en la oficina, porque ya no pertenezco a la empresa. Ya no habrá más mensajes de amor, ni más besos, ni más caricias. Ya no habrá nada de nada. Nada. Me doy cuenta de que no puedo quedarme en esta ciudad y arriesgarme a que cualquier día me encuentre con Daniel de sopetón en la calle, o en un restaurante. No mientras siga enamorada de él. No mientras no lo tenga superado. Así que en este mismo instante, queda tomada firmemente, la decisión de emigrar a otro país. Tengo que poner el apartamento en venta, o alquilarlo. Quizá a Rebeca le interese quedarse con él e independizarse. Por lo menos lo dejaría en buenas manos. Si, mañana hablaré con ella y, de paso le diré que me traiga las cosas personales que quedaron en el despacho cuando me fui a San Francisco. Yo no pienso volver a poner un pie en D&D, ¡ni hablar!
Vuelve a empezar la canción y, vuelvo a llorar. Y así me paso prácticamente todo el día, hasta que agotada, me quedo dormida profundamente…











miércoles, 27 de enero de 2016

R.D.C ¿LA HORA DE LA VERDAD? PARTE I




En estado de shock, así me encuentro desde el instante en que abrí la caja y vi lo que había en su interior. A penas soy consciente de que Rebeca me lleva de la mano al pasillo. Lejos de las miradas indiscretas y ávidas de saber por qué de repente se me ha quedado esa cara. La posibilidad de que todo esto fuera una broma de mal gusto, por parte de mi amiga, queda descartada. La pobre se ha quedado tan alucinada como yo. Lo que significa, que solo hay una persona que pueda tener algún interés en que yo reciba este regalo. ¿Llegó la hora de la verdad? Puede ser…
Olivia, me estás asustando…
Tranquila, estoy bien. Es solo que…
¿No vas a abrir el sobre y ver lo que hay dentro?—Cojo el sobre del interior de la caja. Sinceramente, no me atrevo a leerlo—. ¿Quieres qué lo haga yo?
Gracias Rebeca, pero esto es algo que solo puedo hacer yo—. Abro el sobre con el corazón martilleando en mi pecho. Lo leo. Podría distinguir esa caligrafía entre un millón. Estoy harta de tenerla delante de mis narices. La certeza de saber a quien pertenece, derrumba mi existencia como un castillo de naipes arrasado por un simple soplido
«Ponte el antifaz y sube a la azotea»

¿Qué dice? ¡Por el amor de Dios Oli, di algo!
Que me ponga el antifaz y suba a la azotea.
¿Vas a hacerlo?
Por mucho que me pese, debo hacerlo. Quiero saber de una vez por todas la verdad. Aunque esa verdad duela y destroce mi vida, debo hacerlo. Acabar de una maldita vez con la incertidumbre de saber si será o no será. Acabar de una maldita vez con esta historia que está consiguiendo volverme loca.
¿Estás segura?
—Completamente—la miro a los ojos, y en su mirada puedo ver perfectamente la preocupación.

Saco de la caja el antifaz, pero no me lo pongo. No lo haré. Yo no necesito esconderme detrás de una máscara para afrontar la realidad. Le entrego la caja a Rebeca y ésta, me acompaña hasta el ascensor en silencio. Un silencio incómodo y cargado de tensión por lo que está a punto de suceder. Mientras esperamos a que el ascensor baje, ella coge una de mis manos y la aprieta, transmitiéndome con ese gesto algo de fuerza y valor. Lo necesito.

Olivia, prométeme que pase lo que pase ahí arriba, no cometerás ninguna locura. Que pensarás antes de actuar.
No puedo prometer eso Rebeca. Nunca pienso antes de actuar. A estas alturas, ya deberías de saberlo.
Inténtalo por favor—se abren las puertas del ascensor y, ella me da un abrazo—. Estaré aquí esperándote, Olivia.
No lo hagas. Vuelve a la fiesta y diviértete—entro en el ascensor y pulso el botón que me llevará directamente a la cruda realidad.
Me paro frente a la puerta de la azotea. Tengo la palma de mis manos ligeramente húmedas. Los nervios se han apoderado de todo mi ser. Los nervios y el miedo. Miedo a lo que pueda oír a partir del momento en que cruce esa puerta. Miedo a lo que pueda sentir. Respiro hondo. Debo calmarme y mantener la mente fría. Debo hacerlo por mi bien, y por qué no decirlo, también por el de él. Roto el cuello a un lado y a otro. Dios, estoy a punto de saltar al ring y tener el peor combate de mi vida. Un combate que ya me ha dejado K.O antes de empezar. Apoyo la mano en la puerta y ésta, cede con facilidad. El aire frío de la noche, me golpea en la cara. Pero no es ese frío el que realmente me hace temblar. Que va. Es la imagen del hombre que de espaldas a mi contempla la ciudad con las manos en los bolsillos. El hombre que se gira en cuanto nota mi presencia allí arriba. El hombre al que amo con todas mis fuerzas. El hombre que me ha mentido durante estos meses ocultándome lo que ahora claramente ven mis ojos. Lo que mi subconsciente me gritaba desde hacía tiempo y, al que no presté la atención que se merecía. Tengo frente a mi a Jack Sparrow. Pero no al Jack Sparrow seguro y decido que estoy acostumbrada a ver en las reuniones. No. Tengo delante de mi a un hombre inseguro y nervioso. «Bienvenido a mi mundo»—pienso. Así es como me he sentido yo infinidad de veces a lo largo de mi vida. Se acerca lentamente a mi, mientras yo me quedo quieta. Conteniendo la respiración. Sin pronunciar ni una sola palabra.
Hola—dice en un susurro apenas audible—. No te has puesto el antifaz…
No.
¿Por qué?
Porque quiero que veas bien mi cara cuando me digas por qué me has mentido todo este tiempo—contesto con frialdad.
Entonces no tiene sentido que yo lleve puesta mi máscara.
Estoy aquí para eso ¿no? Para que de una vez por todas, te quites la máscara y me digas la verdad. Así que adelante. Soy toda oídos.
No vas a ponérmelo fácil ¿eh?
¿Debería?
No se por donde empezar…
¿Qué tal si empiezas por el principio?—Suspira resignado. Si. Llego la hora de la verdad.
Sinceramente, no puedo darte una explicación clara de por qué hice lo que hice. Ni siquiera yo mismo lo sé. Lo único de lo que estoy totalmente seguro es de que te quiero y, no quiero perderte.
He dicho por el principio Daniel, ¿O debería llamarte Jack Sparrow?
Está bien...Sabes que desde hace tiempo me gustabas, te lo dije en una ocasión, ¿lo recuerdas?—Asiento—. Aquella vez que te llamé pidiéndote perdón por mi comportamiento y asegurándote que no se volvería a repetir, iba en serio. Quería olvidarme de los sentimientos que empezabas a despertar en mi y, me prometí a mi mismo dejarte en paz. Anteriormente, había estado en Búffalo en una reunión del “Lust” porque Oliver había insistido en que fuera. Aquel día, vi por primera vez a la “Reina de Corazones”. Me sentí atraído por ella, pero no eras tú. Eso fue lo que pensé y, me largue de allí. Después pasaron cosas entre nosotros. Besos, miradas, mensajes… Por primera vez creí que me darías una oportunidad. Pero luego vinieron tus palabras. Duras, cargadas de odio y de rencor y me dije que tenía que acabar con aquello. No quería seguir haciéndote daño. Por eso te llamé, y después de esa llamada, me convencí de que la única manera de olvidarme de ti, era yendo al club y conocer a la chica que estaba causando sensación en las reuniones y tenía a mi amigo cautivado.
¿Cuándo supiste que era yo?—Pregunto.
Lo supe en Filadelfia.
Esa fue la primera vez que tu y yo…
Si.
¿Cuándo me invitaste a jugar, ya sabías quién era?—«Por favor, dime que no» Ruego.
Si. Cuando llegué a la fiesta, Os vi junto a la barra. Me acerqué. Tú estabas de espaldas y entonces vi el tatuaje. El mismo tatuaje que vi aquella noche en tu casa. En el mismo lugar y los mismos colores. Negro y rojo. Entonces lo supe. Supe que “La Reina de Corazones”, era Olivia Murray, la mujer de la que estaba enamorado. Sentí que por primera vez en mi vida, la suerte me había sonreído y, que los astros, se habían puesto de mi lado. Estaba tan eufórico por lo que acababa de descubrir, que lo único que atine a hacer, fue acariciarte la espalda para salir pitando segundos después. Mi conciencia, no dejaba de hablarme y decirme que lo que estaba pensando hacer, no estaba bien. Pero no pude resistirme. El deseo de tenerte era tan fuerte que te invite a jugar. Me dije que solo sería una vez, pero me mentí…
¿Por qué no me lo dijiste Daniel?
No lo se. Quería decírtelo, pero para ser sincero temía tu reacción y, pensé que más adelante te lo contaría todo. Quería que cuando lo supieras, estuvieras tan enamorada de mi, que todo ésto, quedara en una anecdota más que contar a nuestros nietos.
¿Y por qué ahora? Ya no estamos juntos…
Porque cada vez que entre tu y yo, surgen problemas, corres al club a buscar los brazos de Jack Sparrow para desquitarte…
Yo no hago eso Daniel.
Si que lo haces Olivia. Recuerda qué fue lo que hiciste el día después de tu cumpleaños. Recuerda con quién pasaste la noche en el aniversario del club y por qué. Exacto, sabes de sobra a lo que me refiero—nos quedamos en silencio unos segundos—. Pude callarme y, seguir ocultándome tras una máscara, pero estando tan cerca la fiesta de fin de año y, sabiendo con total seguridad que buscarías a Jack, preferí decirte la verdad arriesgándome a perderte para siempre, en lugar de seguir acostándome contigo en cada reunión. Quiero que la próxima vez que estemos juntos, lo hagas sabiendo la verdad.
No vamos a volver a estar juntos Daniel—digo con total seguridad—. Hace tiempo que tenía mis sospechas sobre ti. Estaba esperando tener mi oportunidad para desenmascararte. Esa oportunidad iba a ser en la fiesta de fin de año. Quería dejarte en evidencia delante de todo el mundo. Quería que todos supieran quién eras en realidad.
No te creo…
Pues es cierto, puedes preguntarle a Rebeca si quieres. Ella lo sabe.
¿Hubieras sido capaz de hacer algo así?
¡Oh si, claro que hubiera sido capaz! ¿Y por qué no? Tú me engañaste todo este tiempo sin tener en cuenta mis sentimientos. Una mujer engañada, decepcionada, y herida, es capaz de hacer cualquier cosa. Y yo, lo hubiera hecho sin dudarlo—me mira incrédulo—. ¿Sabes cómo me sentí cuándo las piezas empezaron a encajar en mi cabeza? ¡claro que no lo sabes! ¡Estos último meses han sido un infierno para mi Daniel! ¿Cómo decirle a la persona que amas, que te has acostado con su mejor amigo y con la mujer de éste? ¿Qué eres miembro de un club sexual? ¡Me devané los sesos buscando la manera de decírtelo! ¡Aún sabiendo que no tenías ningún derecho a reclamarme nada porque por aquel entonces tu y yo no estábamos juntos, aún así no quería hacerte daño!
Tú no eres mejor que yo Olivia. Tampoco fuiste sincera conmigo…
¡Oh no, no, no y no, por ahí si que no paso! ¿Cree el ladrón que todos son de su condición? ¡Y una mierda! No sé cómo se atreve siquiera a insinuarlo. Estoy empezando a perder los papeles y necesito calmarme. Pero va a resultar imposible si sigue por ese camino. No se lo voy a permitir. ¡No señor! Él observa mi ir y venir sin inmutarse. ¿Cómo puede estar tan tranquilo? ¿Es qué no tiene sangre en las venas? Joder, he mantenido el tipo todo este rato, pero no puedo más. Necesito gritarle. Sacar fuera esta rabia que me corroe por dentro. Necesito que sienta en su interior todo el daño que él me está haciendo sentir y, solo hay una manera de hacerlo…









lunes, 25 de enero de 2016

R.D.C. LA FIESTA DE NAVIDAD




A la mañana siguiente, me levanto totalmente apática. No me apetece para nada tener que ir esta noche a una fiesta. Y mucho menos, tener que humillarme y pedirle perdón a Daniel. Sé que debo hacerlo porque en realidad me porté fatal. Pero solo imaginar la satisfacción que él va a sentir cuando oiga mis disculpas, vuelve a cabrearme otra vez. Ya, no tengo remedio. Si soy más patética no nazco. En fin, debo dejar de darle tantas vueltas a las cosas, además ¿qué sentido tiene? Tengo que disculparme y punto. Por lo menos que mi conciencia quede tranquila.
Salgo de casa a las diez de la mañana dirección al salón de belleza. Rebeca me pidió cita la semana pasada y, allá vamos. A ver si nos ponemos un poco monas y Claudine puede hacer algún truco milagroso para disimular las tremendas ojeras que me gasto últimamente. Hace un rato que he hablado con mi amiga. Su padre ha pasado bien la noche y hoy le darán el alta. Gracias a Dios que el golpe en la cabeza ha quedado en un susto… He quedado con ella a la hora de la comida para charlar un poco y, que me cuente los últimos cotilleos antes de esta noche. Así estaré puesta al día. Luego tengo pensado regresar a casa y no hacer absolutamente nada hasta que tenga que empezar a prepararme para acudir a la fiesta. Si, pienso relajarme toda la tarde. Me lo merezco.
En el salón de belleza, me hacen una puesta a punto increíble. Manicura, pedicura, masaje facial, masaje corporal, tratamiento capilar para que mi cabello luzca sedoso y brillante. En fin, lo que se dice un completo en toda regla y que me deja fantástica, por dentro y por fuera. Cuando salgo de allí, me siento genial, ni comparación con la Olivia de esta mañana. Si llego a saber que, tanto masaje y tanta historia me iba a sentar así de bien, lo habría hecho mucho antes. De hecho, creo que a partir de hoy, haré una visita al salón de belleza como mínimo cada quince días. Incluso ya me han recomendado uno muy bueno en San Francisco que pienso visitar en cuanto regrese.
La comida con mi amiga, ha resultado ser una cura total para mi apatía. Me ha subido el ánimo de tal manera que ahora de camino a casa, me siento pletórica. Con sus comentarios y ocurrencias, me ha hecho reír como una hiena, haciendo que eliminara de mi cuerpo todos los malos rollos que por norma general me acompañan últimamente. Si, el día va mejorando por momentos. Me siento tan relajada, que hasta tengo ganas de que llegue la noche para ir a la fiesta de marras. Quiero divertirme y pasármelo bien.
  Antes de ir a casa, paro en el supermercado para comprar una botella de vino y así poder tomarme una copita cuando está en mi momento relax. La nevera la tengo temblando, pero tampoco tengo pensado quedarme más tiempo del necesario, para tres días que voy a estar por aquí, no merece la pena que haga compra ni nada de eso. Con llamar al restaurante de comida rápida o, salir a comer fuera, solucionado. Pero eso si, el vinito que no falte. Entro en casa y miro el reloj. Tengo por delante tres horas para no hacer nada. Así que me pongo cómoda y hago precisamente eso. Nada.
A las nueve en punto, estoy lista y junto a la ventana esperando que Rebeca venga a buscarme. En eso hemos quedado. Contemplo las vista desde mi ventana y me encanta, no me había dado cuenta de que también echaba de menos Manhattan hasta ahora. El árbol de navidad en el centro del parque y, la nieve que ha empezado a caer levemente, forman una postal navideña preciosa. Es una pena no tener una familia con la que poder disfrutar de estos días tan especiales. Retiro con el pulgar una lágrima que se desliza silenciosa por mi mejilla y suspiro. Si, una lástima. Me retiro de la ventana y me planto delante del espejo para darme un repaso. Llevo un vestido negro, de cuello alto y con la espalda totalmente descubierta. Ceñido hasta la cintura y cayendo en un vuelo vaporoso desde esta hasta los pies. Zapatos de finísimo tacón también en color negro y, me han maquillado con bastante esmero, destacando mis ojos en tonos ahumados. Como complemento, los pendientes que mi amiga me regalo en mi cumpleaños. Nada más. Bueno si, la cartera de fiesta y el regalo del amigo invisible. Me pongo un abrigo largo y, cuando suena el portero automático, bajo.
En cero coma nos plantamos en el local que normalmente Daniel alquila para este tipo de eventos y, para que mentir, estoy nerviosa. Mucho. Entramos en el salón donde muchos de mis compañeros ya están tomándose una copa de champán y degustando unos canapés que se ven deliciosos. Al fondo del salón, junto a un gran ventanal, hay un árbol de navidad precioso. Decorado en tonos dorados y rojo. Con paso tranquilo, me dirijo hasta allí para depositar a los pies de éste, el regalo de la persona que me ha tocado en el sorteo del amigo invisible, mientras Rebeca se queda saludando a Paul y a Katy. Veo a Daniel con las manos en los bolsillos, de espaldas a mi. Está junto a la mesa del bufé, comentando algo con uno de los camareros que se encarga de servir la comida. Sin dudarlo ni un segundo, me acerco a él, pero antes de que llegue a donde está, se gira y me mira. Como si supiera de antemano que soy yo quien se acerca.
Olivia...—dice cuando estoy a su altura.
Buenas noches señor Dempesey. Quería hablar con usted.
Estamos de celebración Olivia, ¿no puedes tutearme?
Si que puedo, pero no quiero…—Refreno mi lengua antes de que ésta me lleve a cometer alguna imprudencia.
Tu dirás…
Quería pedirle disculpas por mi comportamiento de ayer en el aeropuerto…
Disculpas aceptadas. ¿Algo más?—Dice cortándome.
No señor, eso era todo.
Bien, entonces que te diviertas Olivia.—Se da la vuelta ignorándome por completo y yo, me quedo como una gilipollas contemplando su espalda.

Bueno, tengo que reconocer que no espera esa indiferencia por su parte, todo lo contrario. Conociéndole imaginé que sus burlas no tardaría en llegar y, que aprovecharía ese momento para ridiculizarme un poco y hacer que me sintiera peor de lo que ya me siento. Mejor así ¿no? Por lo menos ahora tengo claro que no me hará pasar un mal momento y, que no tiene ninguna intención de andar revoloteando a mi alrededor llamando mi atención. Perfecto. Con mi conciencia algo más tranquila tras hacer lo correcto y pedirle disculpas, me alejo lo máximo posible de él yendo a la otra punta de salón donde varios compañeros de almacén están charlando. Me uno al grupo e intento por todos los medios relajarme y, pasármelo bien.
La noche va transcurriendo y yo, juro que intento divertirme, pero cada vez que me olvido de donde estoy y parece que lo estoy consiguiendo, siempre me encuentro con sus ojos escrutadores llevándome de nuevo a la casilla de partida. Apenas he probado bocado durante la cena, tengo el estómago cerrado a cal y canto y, no hay manera. Lo que si he hecho ha sido beberme tres copas de champan que ya empiezan a hacer de las suyas. Lo que me faltaba, pillarme un pedo descomunal y hacer el ridículo delante de todo el mundo. Así que pensándolo bien, la próxima copa que me tome será sin alcohol, por si las moscas.
Después de la cena, uno de los mejores Dj de la ciudad, hace acto de presencia y, enseguida empieza a poner música del momento para amenizar la fiesta. Han retirado las mesas y, han colocado las sillas en los laterales del salón, improvisando una pista de baile en el centro de éste. La gente se ha animado enseguida y rápidamente han salido a bailar. Menos yo claro. Es que mis dotes de bailarina están de vacaciones desde que nací y por eso no bailo. Veo a Rebeca acercarse a mi con cara de pillina, ¿qué estará tramando? Uff, miedo me da. De ella puedo esperar cualquier cosa. Sonrío viéndola hacer movimientos extraños con los brazos y luego indicarme con el dedo índice que me acerque hasta donde ella está. Dispuesta a seguirle el juego, lo hago.
No pensarás que voy a bailar contigo ¿verdad?—Digo cuando estoy a su lado riéndome con ganas.
¿Y por qué no? Vamos Oli, anímate…
Estoy animada, pero ni de coña voy a bailar. No sé hacerlo.
Solo tienes que seguir la música…
Lo siento Rebeca, pero mi sentido del ritmo es nulo total.—Ella se ríe y cogiéndome de las manos, empieza a darme vueltas.
¿Lo estás pasando bien?—Asiento— ¿Has hablado con Daniel?—vuelvo a asentir— ¿Y?
Y nada. Aceptó mis disculpas y tan contentos. Él a lo suyo y yo a lo mío.
Joder, tenía la esperanza de que esta noche pasara algo entre los dos.
¿Y eso por qué?
—No lo sé. Quizá porque es navidad… O quizá por…Bah, no me hagas caso, olvídalo.—Me hace un gesto con la mano para que no le de importancia y vuelve a hacerme girar. Que loca está la tía.
Falta poco para las doce, ¿no estás emocionada?—Dios, parece una niña.— Santa Claus Está a punto de llegar.
Que bien. Sabes de sobra que estas movidas a mi no me van Rebeca…
¡Aguafiestas!—Me suelta las manos y se pone a bailar a mi alrededor. Lo dicho, esta como un cencerro.
A las doce en punto, se apagan las luces y la mayoría de mis compañeros, empiezan a gritar de la emoción. Saben que en cuanto se vuelvan a encender, aparecerá un “papa Noel” junto al árbol dispuesto a entregar los regalos. Esa es la tradición de la empresa. De pronto, siento una mano cálida recorrer mi espalda y cierro los ojos para disfrutar lo que esa simple caricia me hace sentir. Su olor inconfundible, impregna mis fosas nasales y un leve jadeo escapa de mi garganta. Mi corazón se desata cuando él se pone frente a mi y lentamente baja su cabeza hasta rozar mis labios con los suyos. Un beso tierno, delicado. Un beso de película que me hace temblar de emoción.

Feliz navidad nena.—Me susurra al oído. Y yo, con los ojos cerrados, siento como se aleja de mi.
Cuando las luces se encienden, no hay rastro de Daniel. Se ha esfumado por arte de magia. Me esfuerzo por contener las lágrimas y, a duras penas consigo mantenerlas a raya. Papa Noel ha empezado a repartir los regalos. Rebeca a mi lado espera impaciente a que diga su nombre y todo el mundo parece feliz. Menos yo. Cuando oigo mi nombre, me acerco al árbol de navidad y, el hombrecillo vestido de rojo y blanco me entrega una caja. Una caja cuadrada, no muy grande, de color negro y con un lazo rojo brillante. Por la forma de la caja, imagino lo que puede ser. Un portarretratos, o algo similar. La abro, y cuando retiro el papel de seda y, veo lo que hay en su interior, me quedo lívida. Rebeca, al verme, se acerca preocupada.
Olivia cielo, ¿qué pasa? ¿Estás bien?—Le muestro lo que hay en el interior de la caja y se queda igual que yo.— ¿Es lo qué creo que es?—Pregunta.
Si.—Contesto buscando con la mirada entre la gente. Mis ojos vuelven al interior de la caja. Al sobre dorado, y al antifaz rojo, que es exactamente igual al que usa “La Reina de Corazones” en el “Lust”…