Por
fin ha llegado el otoño a la ciudad. Todo está cubierto de esos
colores ocre que tanto me gustan y, que me hacen sentir bien. Me
gusta esta estación, bueno, en realidad me gustan todas. Cada una de
ellas, tiene algo que me maravilla, pero sobre todo, lo que más me
llama la atención, es ver como todo cambia a su paso y, lo
sutilmente que nos enseñan que el tiempo pasa, que no se detiene ni
por mi, ni por nadie.
Hace
dos semanas que he vuelto a mi rutina habitual, a mi trabajo, y a
pesar que no comparto mi día a día con Daniel porque él está en
San Francisco, lo llevo bastante bien. Echo mucho de menos no tenerlo
tocándome las pelotas en la oficina, pero sobretodo, lo echo de
menos cada noche en mi cama. Mi cuerpo se ha acostumbrado demasiado
rápido a sentir sus brazos rodeándolo mientras dormimos. En
realidad, para ser sincera conmigo misma, todo de él, lo echo de
menos.
De
momento, nuestra relación está limitada a los fines de semana y,
aunque me gustaría tenerlo junto a mi a cada instante, me conformo
con disfrutarlo de viernes a domingo e incluso a veces hasta algún
lunes por la mañana. Nuestros reencuentros, son intensos y
apasionados, a cada cual mejor, y luego, nuestro día a día es
simplemente perfecto. No es que mis miedos y mis dudas hayan quedado
del todo olvidadas, para nada, siempre están ahí, en algún rincón
de mi mente, recordándome que hay algo pendiente en mi vida, pero
como he decidido disfrutar al máximo de mi relación con mi “pitufo
gruñón”, pues sencillamente las cubro con un poco de indiferencia
y sigo adelante.
Lo
único que no llevo nada bien de la ausencia de Daniel, es tener que
soportar la presencia de Bruce cada dos por tres en el despacho. Me
mira de una forma extraña que me hace sentir muy incómoda. En más
de una ocasión ha intentado acercarse a mi más de lo necesario, por
eso últimamente intento no quedarme a solas con él bajo ningún
concepto. Su sola presencia me repugna. Sé de sobra lo que pretende,
por eso creo que de momento ha pasado por alto que nos viera a mi y a
su hermano aquella vez en el restaurante en actitud cariñosa. Lo que
él no parece saber es que yo no soy una mindungui y, cuando menos se
lo espere, de seguir así, tendré que dejarle las cosas claras,
aunque lo único que consiga con ello, sea buscarme problemas.
Rebeca
que no tiene ni un pelo de tonta, también se ha dado cuenta de la
actitud de Bruce y, en la oficina no me deja sola ni a sol ni a
sombra. Por si las moscas, se mantiene pegada a mi, tanto que hasta
podríamos pasar por hermanas siamesas y, se lo agradezco en el alma.
Me ha sugerido que se lo comente a nuestro jefe y mi chico, por
tratarse claramente de un caso de acoso, pero todavía no lo he hecho
y no estoy muy segura de estar haciendo lo correcto al mantener la
boca cerrada en este asunto. Sospecho que al final, haga lo que haga,
de los problemas no me salva nadie.
En
estas dos semanas, he recibido dos invitaciones seguidas del club.
Por supuesto que no he ido, estoy loca, pero no tanto como para
liarme la manta a la cabeza e ir a darlo todo a las reuniones. La
verdad, he de reconocer que lo echo de menos. No las reuniones en si,
más bien el estar con Jack. No termino de lograr sacármelo de la
cabeza, y mira que lo intento ¿eh? Pero nada, no hay manera. A
veces, me despierto en mitad de la noche con las hormonas por las
nubes por culpa de esos sueños que siguen atormentándome. Menos mal
que nunca me ha pasado estando con Daniel dormido a mi lado, porque
¿cómo explicarle que mi cuerpo reacciona de esa manera por culpa de
otro hombre? Un hombre al que sexualmente conozco pero del que en
realidad no sé nada...
Rebeca
me saca de mis pensamientos al entrar en nuestro despacho parloteando
sin parar. Viene con la comida para ambas ya que hemos decidido comer
aquí mismo. Fui yo la que se lo sugerí, quiero tratar de
convencerla para que le sonsaque información a su hermano y, nuestro
despacho nos da toda la intimidad que necesitamos para este tipo de
conversación sin tener que estar mirando por encima de nuestros
hombros si a nuestras espaldas, hay algún cotilla poniendo la oreja.
Nos acomodamos en su mesa. Filete de ternera con guarnición para mi
y, ensalada césar para ella. Comemos en silencio, supongo que Rebeca
rumiando el que Paul sigue pasando de ella y yo, buscando una manera
sencilla de proponerle a Rebeca mi plan.
— Rebeca—digo
rompiendo el hielo—, desde la noche de chicas del otro día, hay
algo que me ronda la mente…
— Soy
toda oídos—contesta haciendo a un lado su ensalada y mirándome
con curiosidad.
— Verás,
siendo tu hermano y Daniel tan amigos y, sabiendo que tiene muchas
cosas en común, ¿crees que exista la posibilidad que ambos acudan a
las reuniones del club juntos?
— Pues
no sé que te diga, es probable, pero mi hermano jamás me insinuó
nada respecto a que Daniel fuera miembro del Lust. Ya te comenté que
no le gustaba demasiado hablar del tema conmigo y, aunque lo hiciera,
supongo que nunca nombraría a nuestro jefe. A él no le importa que
su familia sepamos a donde va de vez en cuando para divertirse, pero
no todo el mundo es como él.
— Si,
lo entiendo. No dejo de pensar en ello y la duda me está matando.
Oye, ¿no podrías intentar sonsacarle información a tu hermano?
Como estás interesada en formar parte del club, pues tampoco sería
absurdo que le preguntaras si a parte de él hay alguien conocido
¿no?
— Claro
que puedo hacerlo, ya me conoces...—me guiña un ojo traviesa—.
Pero dime, si descubro que Daniel también es miembro ¿que harás?
— Supongo
que nada. No podría recriminarle que fuera a esas reuniones cuando
yo también lo hago ¿no? Saberlo me ayudaría a mi a ser totalmente
sincera con él y, quien sabe, quizá hasta podríamos ir juntos.
Entonces, ¿lo harás?
— ¡Por
supuesto! Pero mi investigación tendrá que esperar, porque mi
hermano y mi cuñada están de viaje y no vendrán hasta dentro de
unos días. Te prometo que en cuanto tenga oportunidad, le haré a mi
hermano un tercer grado para enterarme de todo, aunque te advierto
que el muy memo es duro de pelar.
— Muchas
gracias, estaba completamente segura de que aceptarías mi
descabellado plan.
— bueno,
ya sabes que si hace falta la menda lerenda se apunta a un bombardeo,
así que ten paciencia y, déjalo en mis manos—Las dos reímos
cómplices.
Más
tarde, me encuentro en mi despacho sola. Son más de las cinco y
todos han abandonado sus puestos de trabajo, pero yo me he quedado un
ratito más porque mañana habrá una reunión muy importante con
todos los directivos de la empresa y, a la que yo acudiré como
directora ejecutiva de aquí en Manhattan. Quiero estar bien
preparada con los temas que van a exponerse para poder dar mi opinión
en lo que sea que vaya surgiendo, sobretodo en el tema de San
Francisco que trae a mi chico de cabeza. Rebeca ha insistido en
quedarse conmigo, pero al saber que Bruce no anda por la oficina, le
dicho que podría irse tranquila, que no me quedaría mucho tiempo y
que además, el tío de seguridad siempre se daba una vuelta por
allí. No muy convencida se marchó, y yo me puse manos a la obra.
No
llevo ni media hora sola, cuando noto la presencia de alguien en mi
despacho. Alzo la mirada creyendo que al final mi amiga ha decido dar
la vuelta y quedarse conmigo y, para mi desgracia, me encuentro con
los ojos del hermano de Daniel puestos en mi. ¿Qué coño está
haciendo él aquí en mi despacho? Auguro que nada bueno.
— ¿Puedo
ayudarte en algo Bruce?—Pregunto seria.
— Podrías
si quisieras… No imaginé encontrarte aquí sin tu
carabina...—Dios, si hasta el tono de su voz me asquea. Aparentando
una tranquilidad que en realidad no siento, me levanto. Hay
discusiones que es mejor hacerlas de pie por si las moscas. Cierro la
carpeta que tengo encima de la mesa y la recojo.
— Me
pillas por los pelos, estaba a punto de irme…—Se acerca
sigilosamente a mi y acaricia con un dedo mi cuello. Me aparto
bruscamente y, me encaro a él—. ¡No vuelvas a tocarme!
— No
te hagas la estrecha gatita. Sé que te follas a mi hermano, ¿qué
buscas? ¿Subir un escalón más en la empresa? Pues déjame decirte
que no lo conseguirás. Daniel no es idiota y sabe de sobra lo que
pretendes, pero, si fueras tan cariñosa conmigo como lo eres con él,
yo podría darte todo lo que quisieras…
— ¡No
te atrevas a acercarte a mi!—espeto con rabia.
— ¿O
qué?—susurra mientras posa sus manos en mis hombros y acerca su
cara a la mía.
— ¡Suéltame
pedazo de cabrón!—Sin pensarlo dos veces, le doy un rodillazo en
su entrepierna consiguiendo que me suelte en el acto y que se doble
de dolor—. ¡¡Jamás vuelvas a acercate a mi hijo de puta!!—Cojo
mis cosas y corro hacia la puerta.
— ¡Esta
me la pagaras!—Aúlla, no sé si de dolor o de enfado.
— ¡No
te tengo miedo! Vuelve a acercarte a mi y te denunciaré—Tras decir
esto último cierro la puerta y corro al ascensor. No creo que se
atreva a venir corriendo detrás de mi, pero como vale más prevenir
que luego lamentar, paso de esperar a que el ascensor suba y bajo
disparada por las escaleras.
Una
vez en la calle, me apoyó en la pared del edificio para recuperar el
aliento. He pasado un miedo espantoso, menos mal que mi cuerpo
trabaja por cuenta propia y mi rodilla fue ágil, porque sino, sabe
Dios lo que podría estar pasando en estos momentos. Aunque vivo
cerca del trabajo, esta vez decido para un taxi para volver a casa.
Después de lo ocurrido, no creo que mis piernas puedan sostenerme
por más tiempo. En cuanto llego, me doy una ducha para borrar de mi
cuerpo la sensación de asco y, solo cuando creo que soy capaz de
articular las palabras sin tartamudear, llamo a Rebeca y le pongo al
corriente de lo que ha pasado. Ella, con razón, me pega una bronca
diciéndome que hacía días que tenía que haber hablado con Daniel
para que le parara los pies a su hermano y, que debería de ir a la
comisaría más próxima para denunciarlo.
Esa
noche, apenas consigo dormir. Cada vez que cierro los ojos siento a
ese hijo de su madre cerca de mi y me dan escalofríos. Mañana en
cuanto llegue a la oficina y vea Daniel, hablaré con él. Espero que
no sea demasiado tarde...