miércoles, 30 de septiembre de 2015

R.D.C EL SEÑOR "SOY UN OGRO" PARTE II

 
 
 
 
 
 
«Me he muerto y estoy en el cielo —pienso mientras miro a mi alrededor». Estoy tumbada en un chaise longe de color blanco y dorado y, todo lo que me rodea también es de un color blanco impoluto. Siento una calma absoluta, y paz, mucha paz. Noto el tacto de unas manos suaves acariciando mi rostro con ternura. Por su aspecto debe de ser un ángel. Pelo claro, ojos de un azul intenso que me hipnotizan. Lleva pantalón y camiseta también en blanco. Se inclina y se acerca a mi oído para susurrarme algo que no soy capaz de entender. ¿Quién eres? Me da la espalda y se aleja. Entonces es cuando veo sobresalir de su espalda dos enormes alas de color negro, pienso que debe de ser un ángel caído o algo así. En realidad no tengo ni idea, todo es tan surrealista…
 

Olivia… —Alguien susurra mi nombre bajito—, Olivia, despierta por favor…
 
Busco el lugar del que proviene esa voz desesperada que me pide que me despierte, ¿es qué acaso estoy dormida? La voz, insiste una y otra vez en que abra los ojos, pero no quiero hacerlo. Algo en mi fuero interno me dice que si lo hago, la paz que siento en mi interior, se esfumará. Estoy tan bien aquí…
Al final claudico y poco a poco voy abriendo los ojos. Lo dicho, en cuanto lo hago, toda la paz se esfuma al ver la cara de mi jefe a escasos centímetros de la mía. Esas palabras pronunciadas por él hace un momento… «Estás despedida Olivia...», golpean con fuerza en mi cabeza y al tener su rostro tan cerca de mi, rezo al Todopoderoso para que me de un ataque de alergia y empiece a estornudar sin parar. Pero va a ser que no.
 
Él, me mira detenidamente, callado. Como si tuviese miedo a pronunciar palabra alguna. Se inclina un poco más, hasta el punto que noto su cálido aliento sobre mi rostro. Creo que está a punto de besarme y, a pesar de toda la rabia que siento porque me ha despedido sin ningún motivo aparente ( al menos que yo sepa ), quiero que lo haga. Quiero que me bese y saber de una maldita vez a que saben sus labios arrogantes. Por primera vez en cinco años, me siento flaquear con el señor “soy un ogro” y eso me asusta. ¡Por el amor de Dios, me ha despedido! ¿Cómo puedo estar siquiera pensando en dejarme besar por él? ¿Es qué me he vuelto idiota o qué? ¡Maldita sea…!
 
¿Qué te crees que estás haciendo? —Espeto con brusquedad consiguiendo que él me mire directamente a los ojos—. ¿A caso te crees que soy la bella durmiente para que te atrevas a besarme? ¿O es qué quiere darme un beso como premio de consolación por mi despido?
Olivia, respecto a eso…
¡Si, explicate respecto a eso! ¿Puedo saber por qué coño me has despedido? ¿Puedes decirme exactamente que es lo que he hecho para merecer algo así?
Bueno, veras… En realidad no es cierto.
¿Qué no es cierto? —¡La medre que lo pario!— ¿Qué no es cierto? —Grito como una energúmena.
 
Lo empujo con fuerza para apartarlo de mi, y me levanto tan rápido del suelo, que estoy completamente segura, que ni la cámara de vigilancia que sé que él tiene puesta en alguna parte, le ha dado tiempo a registrar ese movimiento. Apoyo las manos en las caderas y lo miro de frente. Con furia. ¡Patearía ese culo pomposo que tiene hasta el fin de mis días!
 
¿Por qué lo has hecho? ¿Tanto me odias como para hacerme algo así?
No te odio Olivia…
¡Dime porque lo has hecho!
Lo hice porque llevaba más de diez minutos sentado en frente de ti y ni siquiera me veías. Estabas tan ensimismada pensando, que ni siquiera apreciaste el movimiento de mi mano delante de tu cara. Fue lo primero que se me ocurrió para hacerte reaccionar. Pensé que en cuanto lo oyeras te pondrías a gritar y a hacer aspavientos con las manos como haces normalmente. Además, reconozco que quería hacerte pasar un mal rato —Está claro que con patearle el culo, no voy a tener suficiente, voy a tener que pensar en algo, algo sangriento—. Lo que no imaginé, fue que te quedarías callada y te desmayarías. Lo siento, lo siento muchísimo Olivia. He sido un gilipollas por hacer algo así.
¿Puedo saber qué te he hecho para que sientas la necesidad de hacerme pasar un mal rato? ¿Puedo saber qué cojones quieres de mi? ¡Últimamente, no haces más que buscarme, buscarme y buscarme y créeme, empiezo a estar harta de esta situación!
¡Maldita sea, me gustas! Y tú, no haces más que ignorarme y despreciarme. Sólo quiero que me conozcas, que veas quien soy en realidad. Si me dieras una oportunidad, te darías cuenta que ni de coña soy la clase de persona que te imaginas —¡Ay Dios mío que me da un parraque! ¿Ha dicho que le gusto? ¿En serio? ¡Joder, pues estamos apañaos porque yo hacia él siento todo lo contrario! ¿Quiere eso decir qué vamos a seguir tratándonos así continuamente? ¿Qué nunca vamos a poder entendernos?
Señor Dempsey…
¿Lo ves? ¡Joder Olivia, estabas tuteándome hace dos minutos y ahora vuelvo a ser el señor Dempsey!
Tienes razón. Mira, yo no siento lo mismo que tú, no me gustas y, si realmente estás buscando la manera de cambiar eso, con tu actitud, estás consiguiendo todo lo contrario. Conmigo no haces más que cagarla Daniel, por ese camino, no llegarás a ningún lado…
¿Qué tengo que hacer para que me des una oportunidad?
Nada. No tienes que hacer nada porque nunca voy a darte esa oportunidad. Lo siento. Ahora si me disculpa —vuelvo al trato empleada jefe—, ya he perdido demasiado tiempo, recuerde que usted me paga por hacer mi trabajo, que aquí no se hacen obras de caridad —dicho esto, doy media vuelta para salir de allí en cuanto antes.
Señorita Murray… —Me giro desde la puerta— Tome —me extiende un papel doblado. Lo cojo—, es la dirección de la tienda donde compré las bambas de CK, las quiero sobre mi mesa antes del fin de semana. Estaba dispuesto a perdonarla, pero visto lo visto…
Si claro —digo torciendo el gesto y poniendo una mueca de desagrado—, como si usted fuera capaz de hacer algo sin recibir nada a cambio… —Firme como una vela, desaparezco de su campo de visión en cero coma.
 
Sé que pensaréis que estoy loca por lo que acabo de hacer, por no dejarme llevar y haberme lanzado a devorar su boca pecaminosa, pero no, no puedo hacerlo. Sencillamente porque no me bastaría con tener un lío con él. Me conozco bien, y sé que acabaría enamorada hasta las trancas cuando probablemente para él, solo sea un capricho pasajero. Un desafío o como queráis llamarlo. No quiero enamorarme, me niego rotundamente a ello. Cuando me inscribí en el “Lust”, lo hice para cambiar mi vida, porque estar en el club, me brindaba la oportunidad de follar con quien me diera la gana sin aplicar ningún tipo de sentimiento en ello, más que el de la lujuria y el deseo. Sin la necesidad de poner mi corazón en juego. Llamadme cobarde si queréis, quizá lo sea, no lo niego. Pero prefiero vivir con mi cobardía a tener que vivir con un corazón destrozado por un amor no correspondido. Ya he pasado por eso una vez y duele, duele demasiado.
 
El resto del día, lo paso enclaustrada en mi despacho. Ni siquiera Rebeca es capaz de sacarme de mi abatimiento con su charla constante. Después de un buen rato intentándolo, por fin, al ver que yo la ignoro totalmente y que solo contesto a sus preguntas con monosílabos, parece haberse dado cuenta que el horno no estaba para bollos y ha desistido. Me deja trabajar a mi aire y sin volver a dirigirme la palabra, aunque si que noto su mirada sobre mi más de una vez. Sabe que algo me pasa, y si me conoce un poco ( que creo que si ), no hurgará en ello, esperará a que sea yo la que saque el tema y le cuente lo que ha sucedido.
Durante todo el día, he evitado volver a entrar en el despacho del jefe. Por hoy ya he tenido bastante, tengo el cupo de gilipolleces lleno hasta los topes, así que he enviado a Rebeca en mi lugar cada vez que él ha necesitado algo. Supongo que habrá captado la indirecta de que no quiero verlo, porque ni siquiera ha protestado al verla a ella y no a mi. En realidad, después de saber que le gusto, no creo que vuelva a ser capaz de estar con él a solas en ninguna parte, por lo menos hasta que pase algo de tiempo y consiga difuminar sus palabras.
 
A las cinco, todo el mundo se va a sus casas o a donde quiera que vayan después de terminar su jornada laboral excepto yo, que decido quedarme para terminar un balance de devoluciones y así mantener la mente ocupada. Aunque os parezca extraño ( dados mis sentimientos hacia el señor Dempsey ), no he podido dejar de pensar en él. Lo de esta mañana, me ha dejado más hecha polvo de lo que imaginaba. Ha despertado algo en mi que creía dormido desde hacía mucho tiempo. Y no me gusta.
Miro el reloj, son las seis pasadas. Acabo de recordar que tengo encargadas desde esta esta mañana las putas bambas del jefe en la tienda que él mismo muy amablemente me facilitó. Si me doy un poco de prisa, todavía podré llegar a tiempo para recogerlas y dejárselas mañana a primera hora encima de su mesa. Guardo el archivo del balance de devoluciones ya terminado y apago el ordenador. Recojo el resto de mis cosas y salgo.
 
Mientras espero a que el ascensor suba, me apoyo en la pared y cierro los ojos, estoy agotada. No es que me haya matado a trabajar, pero si podría decir que me he matado a pensar, y mentalmente, no doy más de si. Está claro que comerme el coco, consume mis energías al cien por cien. Suspiro hondo, y es en ese preciso momento cuando noto que alguien está a mi lado. No necesito abrir los ojos para saber de quien se trata. El escalofrío que recorre mi espalda, lo delata.
 
¿Trabajando horas extra, señorita Murray? —Me pregunta.
Me quedé para terminar el balance de devoluciones, no me gusta dejar las cosas a medias.
Sin ninguna duda, será usted la empleada del mes… —Dice con burla. Ni siquiera me molesto en contestarle. No merece la pena.
 
Entramos juntos en el ascensor, un cubículo demasiado pequeño para compartir con él. Me pongo nerviosa al recordar lo sucedido en su despacho esta mañana y se me humedecen las palmas de las manos. El señor Dempsey presiona el botón de bajada y se gira hacia mi presionando mi cuerpo contra el espejo. Deja su maletín en el suelo y apoya ambas manos en el cristal, una a cada lado de mi cara. Su mirada es tan intensa y abrasadora, que se me humedecen otras zonas de mi cuerpo a parte de las manos.
 
Te pido perdón por adelantado Olivia…
¿Por qué me pide perdón? —Pregunto mirando sus ojos de color azul cielo.
Porque voy a besarte… —Y así, sin darme tiempo a reaccionar, se apodera de mis labios y los hace suyos. Nuestras bocas se amoldan a la perfección y nuestras lenguas se exploran, ávidas de contacto. Es un beso tan carnal y posesivo que me vuelve loca y me hace restregarme contra él sin importarme las consecuencias, y cuando más entregada estoy, se abren las puertas del ascensor y él se separa de mi bruscamente, recoge su maletín del suelo y se larga sin mirar atrás, dejándome confundida, temblando y con ganas de más, mucho mas…

 
 

 



viernes, 25 de septiembre de 2015

R.D.C EL SEÑOR "SOY UN OGRO"

 
 
 
 
 
Entro con paso decidido en el despacho del señor Dempsey, dispuesta a presentar batalla en esta guerra absurda que él me ha declarado así porque si. De espaldas a mi, mirando a través del gran ventanal, habla por teléfono. Se gira de medio lado y me hace una señal para que tome asiento y espere.
 
Mientras lo hago, aprovecho para hacer un regresión en el tiempo, exactamente al día que entré en este despacho por primera vez.
 
Hacía apenas un año que había terminado mi licenciatura de empresariales y buscaba trabajo desesperadamente. Me inscribí en una bolsa de empleo por internet, y a los pocos días me llamaron para una bacante en D&D. Me entrevistó la persona que por aquel entonces era la mano derecha del señor Dempsey, a ésta la destinaban a otra delegación y necesitaban cubrir su puesto con urgencia. Pasé la entrevista sin ningún problema. No tenía experiencia laboral ya que había terminado la carrera recientemente, pero les gusté y me contrataron.
 
Al Día siguiente, temblando como un flan, recorría el pasillo que me llevaba al despacho del jefe. No sabía que clase de persona iba a encontrarme y, como todo era nuevo para mi, pues estaba un poco asustada. Crucé la puerta temblorosa, y cuando le vi, casi me caigo de culo, literalmente, quedando en evidencia en mi primer día. ¿Os lo podéis imaginar? Me sentí morir, y su sonrisa confirmándome que no le había pasado desapercibido mi traspié, pues tampoco me ayudo mucho a recuperar un poco de la dignidad perdida. Deberían de advertir en los contratos laborales que el jefe está tan condenadamente bueno que es contraproducente para la salud ¿no os parece?
 
Me indicó que tomara asiento, y lo hice. No tengo ni idea de cómo fui capaz de dar los pasos que me separaban de la silla, pero lo hice, avergonzada si, pero lo hice con un par de ovarios, eso si, alterados a más no poder por su presencia.
 
Durante largo tiempo, él no dijo nada. Se limitó a mirarme de arriba abajo y de abajo a arriba, mostrando desagrado al ver mi atuendo de señorita Rotenmeyer ( para él ), o de funcionaria de cárcel ( para Rebeca ), para mi, un sencillo y sobrio traje de ejecutiva. La primera vez que me hizo sentir poca cosa, fue en ese preciso momento, y a día de hoy, sigo recordándolo con resquemor.
 
Cuando por fin habló, su voz, fría y dura como el iceberg que se cargó al Titanic, hizo que me encogiera en en la silla deseando ser invisible. Empezaba a arrepentirme de que la necesidad, hiciera que no me quedara más remedio que aceptar el empleo.
 
Señorita…
 

Murray. Olivia Murray —dije con un hilillo de voz al advertir que a él parecía costarle pronunciar mi apellido.
 

Bienvenida a D&D señorita… Murray. Soy Daniel Dempesey, aunque supongo que eso usted ya lo sabe —asentí—. Estará usted un mes a prueba con nosotros. Durante ese tiempo, espero que sea capaz de demostrarme porque a Hilary le ha parecido buena idea contratarla dado que carece de experiencia para el puesto que se requiere. En realidad, he revisado su curriculum y no veo que tenga experiencia alguna en nada…
 

Bueno —carraspeé para aclararme la voz—, no hace mucho que terminé la carrera y…
 

No me interesa —me cortó—. Lo único que a mi me interesa, es que usted haga bien su trabajo. Aquí no pagamos a la gente porque seamos una obra de caridad. Aquí se viene a trabajar, y si su trabajo no me convence, simplemente se irá por donde ha venido. ¿Me he expresado con claridad señorita Murray?
 

«Más claro el agua —me apeteció responder. Pero me callé». No era el momento de mostrarme respondona, no fuera a ser que ni siquiera se me permitiera ese mes de prueba. Supongo que ahora comprenderéis de donde viene mi animadversión por el señor “soy un ogro”, ¿verdad? Era y sigue siendo un capullo integral.
 

¿Me he o no me he expresado con claridad señorita Murray?
 

Se ha expresado perfectamente señor Dempsey.
 

Bien, ahora vaya a su despacho donde Hilary la está esperando para enseñarle el funcionamiento de la empresa, y usted pueda empezar a rendir.
 
 
Hice lo que me ordenó. Fui al despacho contiguo al suyo y empecé a funcionar. Durante ese primer mes, me hizo la vida imposible, quizá con la esperanza de que me rindiera y, no hiciera falta despedirme. Pero le salio el tiro por la culata, porque cuanto mas difícil me lo ponía, mas me empeñaba yo en demostrarle que conmigo se había equivocado de cabo a rabo. Si, confieso que me tuvo acojonada hasta hace más o menos un mes, cuando ya cansada de soportar su falta de modales, su arrogancia y su prepotencia, decidí plantarle cara. Por lo cual, estoy hoy aquí. ¿O es por qué no he querido tener una cita con él? Bueno, da igual. Lo cierto es que estoy aquí con el paraguas abierto esperando a que caiga el chaparrón, y por lo visto, la nube que amenaza tormenta, tiene una llamada urgente que parece no tener fin.
 
¿Por dónde iba? Ah si… Es que con este rollo del antes y del ahora, se me va un poco la pinza. Sorry.
Pues eso, superado el mes de prueba, y visto lo visto con mi jefe, decidí dejar que todos creyeran que era una mosquita muerta ( que no es que no lo fuera, sobre todo en muchos aspectos de la vida ), pero como veis, muerta, muerta, como que no, más bien dormida, o haciéndose la dormida que es muy diferente. Por eso nunca me había relacionado con mis compañeros de trabajo, iba a lo mío y me importaba una mierda el resto, punto pelota. Mi relación personal con los demás, fue inexistente hasta el viernes pasado. Por eso los pobres se quedaron tan sorprendidos al verme aparecer en la cervecería Indiana acompañando a Rebeca. No era para menos.
 
Por eso, repasando una y otra vez mi relación con el señor Dempsey, se me hace imposible siquiera imaginar que yo pueda gustarle, y muchos menos que se sienta atraído por mi sexualmente. Es tan imposible, como que el verano que viene yo me vaya de vacaciones a marte o a un spa a la luna.
Sería la hostia que él estuviera pillado por mi, después de tratarme como lo hizo y aún sigue haciendo, rechazarle sería una buena patada en las pelotas, pero va a ser que no.
 
Por supuesto que me sentiría halagada, y ¿quién no? Alto, fuerte, de ojos claros, podre de dinero ( que conste que eso es lo de menos, no vayáis a creer ahora que soy una materialista ), sexy… En fin, todo un machoman de carne y hueso que no es para mi, principalmente, porque juro por las flechas de cupido, que con todo lo guapo que es, a mi, no me gusta nada de nada, cero patatero. Ya, ya sé que parece increíble, pero es tan cierto como que la noche es noche y el día, día.
Por cierto, en los cinco años que llevo trabajando para el señor Dempsey, jamás de los jamases, oí hablar de su vida privada. ¿Qué quiero decir con esto? Muy simple. Pues que a lo mejor, lo que de verdad le gusta al jefe, son los hombres. Ya me entendéis...
Venga va, que si, que estoy de coña, que alguna cosilla suya si que sé. Hace unos tres años, estuvo prometido con una modelo de Victoria Secret. ¿A qué respiráis más aliviadas al saber que no es gay eh? ¡Lo sabía! ¿Qué cómo me enteré? Pues comiendo en la cocina comunitaria de la empresa. Todo el mundo sabe que a esa hora, los cotilleos vuelan, y como yo gracias a Dios no estoy sorda, pues sin quererlo me entero de todo. Ese día en concreto, estaban tres compañeras comiendo a mi lado, y hablaban de la modelo ( que por cierto no recuerdo su nombre ) y del señor Dempsey. Contaban que el fin de semana anterior, la guapa pareja se había prometido. Que la fiesta había sido espectacular y que se les veía muy enamorados. No lo supieron porque estuvieran invitadas a la fiesta, que va. A esa fiesta solo asistió la gran élite de Nueva York y alrededores. Lo supieron por otras bocas tan cotillas como las suyas que lo habían presenciado todo. Total que la boda estaba programada para el verano siguiente, pero oh, oh, la boda nunca se llevo a cabo. ¿Por qué? Prometo de corazón que respecto a esto, no tengo ni idea. Es un gran secreto que supongo solo los más allegados a la familia sabrán. Pues eso, que el señor Dempsey se quedó compuesto y sin novia o, a la inversa.
 
 Después de la modelo, no se le ha conocido ninguna otra relación, quizá porque el pobre machoman, salió escaldado de la anterior. A raíz de aquello, el se volvió más hermético y más cabrón. Todos nos atrincherábamos en nuestros despachos en cuanto lo veíamos llegar, evitando confrontaciones innecesarias. En cambio ahora, por lo que he podido comprobar el viernes, sale de farra con los compañeros, ¿será bipolar?
 
Estás despedida Olivia…
 
Vuelvo al presente de una manera brusca. ¿Qué estoy que? ¿Despedida? ¿He oído bien? Lo miro. Está tan tranquilo, ahí sentado en su mesa de gran jefe contemplándome mientras yo intento sacudir el miedo de mi cuerpo al saberme despedida y sin poder articular palabra, que me apetece sacarle los ojos con el lápiz que hay sobre la mesa ¡joder!. ¿Me está despidiendo por qué no desayuné con él? ¿Por estropear con mi vómito sus bambas nuevas de C.K.? No entiendo nada.
Respiro hondo varias veces intentando que mi corazón vuelva a su ritmo normal. Ahora mismo en mi pecho solo siento golpes lentos y secos, pum pum, pum pum…
¡Joder, que impotencia siento! Encima es que ni las palabras son capaces de salir de mi boca. ¿Me habré quedado muda por la impresión? Pues va a ser que si. Porque si no, no me explico que mi cerebro esté formulándose mil preguntas a la vez y que no sea capaz de formular con mis labios ninguna de ellas. ¡Ay Dios! ¿Y ahora que voy a hacer? ¿Por qué no deja de mirarme con esa sonrisa de medio lado dibujada en su boca y me explica el motivo de mi despido? ¿Es que le hace gracia verme así? ¿Descolocada por completo? ¿Acojonada? ¿Muda? ¡Por el amor de Dios, di algo!
Ojalá pudiera, joder!
Tengo que salir de aquí, me estoy ahogando. Creo que por primera vez en mi vida, estoy sufriendo un ataque de ansiedad, ¿o será un infarto? ¿Tienen los mismos síntomas?
Apoyo mis manos en la mesa y me pongo en pie muy lentamente. Estoy mareada por la falta de aire y creo que voy a desmayarme de un momento a… ¡Zas, me caigo redonda al suelo y todo a mi alrededor, se vuelve oscuridad!
 
 
 
 
 
 
 
 












 
 

 





miércoles, 23 de septiembre de 2015

R.D.C. EL INTRUSO

 
 
 
 
 

Sé que debe parecer cómico imaginarme ahí, encima de la cama tacón en mano para defenderme del ataque del intruso, pero no tenéis ni idea de lo acojonada que estoy. Miro fijamente la puerta que en cualquier momento se abrirá y, no tengo ninguna duda que me pondré a gritar como una loca en cuanto eso suceda. Los pasos se detiene justo delante de mi cuarto.
 
¡Dios, el corazón me golpea tan fuerte en el pecho que creo que voy a desmayarme! La manilla de la puerta, empieza a moverse y ésta, se abre muy lentamente. «Medre mía, madre mía que esto no es un sueño, que un descerebrado está aquí en mi casa para hacerme daño —pienso». Cierro los ojos, los vuelvo a abrir, los vuelco a cerrar, ¿pero qué coño estoy haciendo? Está claro que el miedo y la adrenalina, me nublan la razón. «Tendría que haberme colocado detrás de la puerta para arrearle al intruso en toda la cabeza en cuanto traspasase la puerta». Pero ya es demasiado tarde, ya no me da tiempo porque él ya está dentro mirándome alucinado porque yo acabo de ponerme a gritar como una histérica, dando manotazos en el aire a diestro y siniestro. Así estoy durante un rato, golpeando el aire, sin ser consciente de que en algún momento he cerrado los ojos para no verlo.
 
Al ver que nadie se acerca a mi, abro los ojos y me quedo muda, con la boca abierta y muy quieta. Como si alguien hubiera accionado el botón de pausa dejando la imagen de mi sobre la cama congelada. No me puedo creer lo que están viendo mis ojos. De pronto, toda la angustia y el miedo que sentía hace dos segundos, se convierten en ira y en rabia. ¿Qué coño está haciendo él aquí? ¿y cómo ha conseguido entrar en mi casa? Me pongo a bufar. Si, si a bufar, como un rinoceronte a punto de embestir a su cazador, y en dos zancadas me plato delante de él y empiezo a golpearle en el pecho con todas mis fuerzas mientras grito:
 
¡Maldito cabrón, hijo de puta! —Él no dice nada, pero si coge mis puños con sus manazas para que deje de golpearlo y me abraza muy fuerte. Supongo que para que deje de temblar y me tranquilice. Y lo consigue. Consigue que deje de forcejear y me quede quieta sollozando entre sus brazos.
 
 
Cuando pasan varias minutos, no sé cuantos, cinco, diez, quince, vete a saber porque pierdo la noción del tiempo. Me deshago de su abrazo. Estoy cabreada, mucho, tanto que desearía arrancarle la cabeza con mis propias manos.
 
¡¡¿Cómo… cómo has entrado en mi casa?!! —Pregunto con rabia. Él, levanta una mano y me muestra unas llaves. Sigue sin articular palabra. Que no se digne a contestarme me enfurece aún más—. ¿Puedo saber por qué cojones tienes las llaves de mi casa? ¡Contéstame joder!
El viernes cuando te acompañé a casa y dejé tus cosas en la cocina, me olvidé de las llaves —explica tranquilamente.
¿Cómo que te olvidaste de las llaves? ¡Explícate!
Verás, cogí las llaves de tu bolso para abrir la puerta. Tú no te podías sujetar en pie por ti misma y entonces tuve que cogerte en brazos. Metí las llaves en el bolsillo de mis pantalones y me olvidé de que estaban ahí. Por eso no te las deje con el resto de tus cosas.
¡¿Y crees que por tener las llaves de mi casa puedes entrar en ella así porque si?! ¡¿No podías haberme llamado?! ¡¿O haber esperado a mañana para dármelas?! —Cada vez estoy más indignada.
Te llamé, pero tenías el teléfono desconectado. Vine hasta aquí porque pensé que podías no tener otra copia de las llaves y que igual las necesitabas. Timbré abajo muchas veces, y al no obtener respuesta, pues creí que algo te podía haber pasado después de lo del viernes, y como tampoco obtuve respuesta al mensaje que dejé en tu contestador el sábado por la mañana, mi preocupación aumento y por eso decidí subir y ver con mir propios ojos si estabas bien.
¿Y no te dio por pensar, que tal vez no quería hablar con nadie?
Pues no. Después de dejarte como te dejé la madrugada del sábado, y dada tu poca experiencia con el alcohol, simplemente creí que algo te había pasado.
¡Pues ya ves que estoy perfectamente! ¡Ya puedes largarte por donde has venido! —Grito.
¿Así es como me agradeces mi preocupación por ti?
¿Agradecerte? ¡Casi me matas del susto joder! ¿Y encima quieres que te lo agradezca? Mira, te agradezco mucho que me acompañaras a casa el viernes, y que me ayudaras a acostarme y todo eso… —digo pasando por alto el hecho de que me haya desnudado y demás, porque me muero de la vergüenza solo de pensarlo—. Pero no voy a darte las gracias por haberte presentado en mi casa. He pasado un miedo horrible por tu culpa, así que no esperes un gracias por mi parte.
Mira, todavía estás asustada y cabreada. ¿Por qué no te das una ducha, te relajas, y después nos vamos a desayunar al starbucks que hay a la vuelta de la esquina para poder hablar tranquilamente?
¿Pero es qué este hombre se ha vuelto loco? ¿Ir a desayunar con él? ¿Hablar tranquilamente? ¿A caso no le ha quedado claro en todo este tiempo que me cae como una patada en el estómago? ¿qué detesto su prepotencia, su arrogancia y su chulería? Pues va ser que no oiga.
 
Señor Dempsey, lárguese de mi casa ahora mismo —siseo con rabia.
Olivia, ¿puedo saber por qué me odias tanto?
¿Sinceramente? —Él asiente— Pues porque usted me trata como una mierda en el trabajo, me ningunea, me ridiculiza y, continuamente me amenaza con despedirme porque soy una inepta cuando ambos sabemos que no es así. Porque es la persona más arrogante y prepotente que he conocido en mi vida y porque…
¡Basta!
Usted ha preguntado…
Cierto.
Mire, ni a usted le gusto yo, ni a mi me gusta usted. Por alguna razón que no logro entender, ni siquiera nos caemos bien, así que, lo mejor es que nuestra relación se ciña estrictamente al ámbito laboral.
No sabes lo equivocada que estas…
¿Respecto a qué exactamente?
Algún día lo sabrás... —me tiende las llaves de mi casa, las cojo y después sale por la puerta desapareciendo de mi vista. Y yo, aunque no lo creáis, me quedo echa polvo sintiéndome la persona más ruin del mundo por haberle dichos todas esas cosas tan horribles. Aunque sean verdad.
 
Ese es uno de mis mayores defectos, que cuando me cabreo, las palabras salen de mi boca como si fueran dardos y por normal general, suelen ir directos al centro de la diana. Que le voy a hacer, soy así. Y luego claro está, me siento fatal por no saber controlarme y mantener la boca cerrada. Si es que no tengo remedio.
 
Por la tarde, después de haberme pasado un par de horas arreglando el apartamento, decido salir a dar una paseo por el parque. Necesito que me de el aire, a ver si de esa manera consigo despejar el nubarrón que pende sobre mi cabeza, y de paso deshacerme de algunas de las calorías ingeridas en mi post-borrachera. Ya veis, una manera sencilla de matar dos pájaros de un tiro. Esperemos que de resultado.
Me pongo unos leggins azul marino, una camiseta de tirantes blanca y, me anudo en la cintura una sudadera por si acaso. Me pongo los playeros, cojo el ipod que está en el cajón de la mesita de mi habitación y salgo a la calle. Tarareando la canción de de Taylor Swift ( Shake it off ), entro en el parque y camino en dirección de la estatua de George Washington.
 
Hay un montón de gente tumbada en el cesped, aprovechando los rayos del sol que todavía calientan, parejas cogidas de la mano y prodigándose muestras de cariño, niños corriendo y gritando entusiasmados. Vamos, lo típico de un domingo en un parque ¿no? Lo que pasa que como yo vengo tan poco por aquí, pues que queréis que os diga, no estoy muy acostumbrada a ello y me siento extraña. Nota mental, ( dejar de pillarse pedos descomunales y salir más a pasear al parque ), eso es lo que tengo que hacer. Si, ya sé que solo me he emborrachado una vez, que soy muy exagerada, pero es que creo que con una vez tengo bastante. Es lo que hay.
 
Me siento en un banco frente a la estatua del señor George y dejo que mis pensamientos campen a sus anchas por mi cabeza. Todos van dirigidos hacia la misma persona, Daniel Dempsey. Este fin de semana, ha conseguido colarse en mi mente y hacer que no pueda dejar de pensar en él. A pesar de que realmente le aborrezco, no consigo sacarlo de mi mente.
 
Las palabras dichas por Rebeca en el baño, retumban en mis oídos haciendo un eco ensordecedor. «Al jefe le gustas… Al jefe le gustas...». ¿Estará ella en lo cierto y yo completamente equivocada? No, no puede ser cierto. ¿Por qué alguien como él iba a fijarse en alguien como yo? No tiene sentido. A la vista está que para nada soy su tipo, todo lo contrario. Él está muy bueno, muy, muy bueno, pero que queréis que os diga, no saldría con él ni por todo el oro del mundo. Solo de pensarlo, me dan escalofríos de los chungos. Y ¿Queréis saber una cosa más? No acabo de creerme del todo la historia de las llaves de mi casa. Soy tan mal pensada que creo que lo hizo a propósito. Si, puede que esté equivocada pero… Piensa mal y acertarás.
 
Más tarde, cuando regreso a casa, lo hago más tranquila. Aunque no he conseguido mi objetivo al salir a pasear, ya que no he parado de darle vueltas al coco, me siento más relajada. Sé, que mañana será un día duro, y que él no me pondrá las cosas fáciles, pero eso no va a hacer que me acojone. Estoy dispuesta a plantarle cara y a no dejarme pisotear ni por él, ni por nadie.
 
La alarma del móvil suena a las seis y media de la mañana, y como cada mañana, hago el mismo ritual hasta llegar a la oficina. No voy a negaros que estoy nerviosa, muy, muy nerviosa, pero no puedo hacer nada por evitarlo. Llego a la oficina a las ocho menos diez, me paro en recepción a saludar a Amanda y a coger la agenda con lo dispuesto para hoy. Cuando estoy despidiéndome de ella, entra por la puerta el señor “soy un ogro”, se planta junto a mi y me espeta:
 
Olivia… A mi despacho. ¡Ahora! —Aunque ya me lo esperaba, el tono de su voz me sobresalta. Amanda, se encoge en su asiento y me mira con cara de lástima. Ella al igual que yo, sabe de sobra que se me avecina una de las gordas. Le sonrío para tranquilizarla y sigo a mi jefe por el pasillo aparentando una calma absoluta, pero solo aparentando, porque por dentro… uff por dentro estoy como un volcán a punto de erupcionar…
 
 
 

 
 
 
 
 
 

 
 
 



 
 






lunes, 21 de septiembre de 2015

R.D.C. RESACÓN EN MANHATTAN

 
 
 
 
 

La intensa luz del sol, entra a través de las cortinas descorridas de la ventana. Abro los ojos y, desorientada miro a mi alrededor. Estoy acostada en mi cama en ropa interior. Asustada me incorporo, ¡mierda, la cabeza me va a estallar! Me duele tanto que parece que dentro de ésta hay un millón de pájaros carpinteros taladrándome el cerebro. Vuelvo a recostarme. ¡Joder, joder, joder, menuda cogarza me pille ayer más a lo tonto, malditos chupitos de aguarrás!
 
No recuerdo cómo llegué a casa y eso me inquieta. Por mi cabeza pasan imágenes de la noche anterior. Yo hablando con Katty, el señor “soy un ogro” tocándome las pelotas, bebiendo chupitos con todos en la barra, muchas miradas entre mi jefe y yo, Rebeca hablándome de esas miradas en el baño, y por último… ¡Ay señor, no, no puede ser que esto me haya pasado a mi! La imagen de mi vomitando a mi jefe, pasa una y otra vez a cámara lenta por mi mente. Madre mía que vergüenza, no me lo puedo creer, pero... ¿qué paso después? Porque a partir de ahí, estoy totalmente en blanco.
 
La angustia se apodera de mi al imaginarme la reacción del señor Dempsey al ver sus bambas de CK vomitadas, conociéndolo, me habrá puesto a caer de un burro.
Me levanto de la cama despacio, creo que aún sigo pedo, porque todavía estoy mareada. Me encierro en el baño y me doy una larga ducha que me sienta de maravilla. Después, me cepillo los dientes y la lengua. Esta última parece un estropajo de alambre, cada vez que la muevo me raspa el paladar, la sensación es asquerosa. Duchada y con la boca fresca aunque rasposa, me siento más humana.
Voy a la cocina y me preparo una taza de café bien cargado, a ver si con ello consigo despejarme del todo. Mientras me lo tomo le echo un vistazo al móvil que está junto a mi bolso encima de la meseta de la cocina. Tengo dos llamadas perdidas de Rebeca y un mensaje de voz de él en el contestador. Me da miedo escucharlo, pero mi vena curiosa me supera.
 
«Hola Olivia, si estás escuchando este mensaje, es porque has visto encima de la encimera tus cosas. Me pareció que ahí no tardarías en verlas. Espero que tengas una resaca de mil demonios por haber jodido mis bambas. El lunes hablaremos sobre ello en la oficina».
 
Tras escuchar la voz del gilimemo de mi jefe, me quedo como un pasmarote mirando el teléfono. Se acaban de confirmar mis sospechas. Él fue quien me trajo a casa. Ha estado aquí, en mi santuario particular. Pero eso no es lo peor, para mi lo pero es que me haya visto desnuda. Está claro que también fue él quien me quito la ropa y me metió en la cama. No sabéis lo mal que me siento en estos momentos al saber que la persona que más odio por tratarme como a una mierda, me ha visto en una situación tan, tan, bochornosa. Y lo que más me joroba es que no me acuerdo de nada. ¿Cómo cojones voy a ir a trabajar el lunes? ¿Con cara voy presentarme en su despacho cuando mi presencia sea requerida? ¡Si es que tenía que haberme quedado en mi casa leches! No sé por qué dejé que Rebeca me convenciera para salir… «Por que tenías ganas de pasar un rato en compañía como las personas normales —me digo». Y ahora, tendré que pagar las consecuencias de ello.
 
 
Llamo a Rebeca con la intención de ver si ella puede arrojar algo de luz a mis tinieblas mentales. Hay una mínima posibilidad de que los tres nos hubiéramos ido juntos, si, ya sé que la posibilidad es minúscula, pero si estuvierais en mi situación, ¿no os gustaría salir de dudas?
Al quinto tono, oigo la voz de camionero resacoso de mi amiga.
 
¿Olivia?
¿Estabas dormida?
¡No que va, no estaba dormida, estaba inconsciente! ¿Qué hora es?
Es la una de la tarde —contesto mirando el reloj.
¡Oh joder, solo llevo durmiendo cinco horas! ¡Más te vale que lo que sea que te ha llevado a despertarme sea importante! —Refunfuña— Desembucha.
Bueno, lo cierto es que creí que me habías llamado tú. Tengo dos llamadas perdidas tuyas en el móvil y por eso te he llamado.
Pues no tengo ni idea Olivia, ahora mismo no me acuerdo de nada. Hasta dentro de unas horas ni siquiera seré persona ¿me entiendes?
Oye… ¿Me acompañaste tú a casa? —Suelto de golpe.
No. Daniel entró a la cervecería a por tus cosas. Me dijo que no te encontrabas bien y que te acompañaría a casa. Ahora lo recuerdo, fue por eso por lo que te llamé, para saber que había pasado con el jefe.
¡Ojalá supiera lo que pasó esta madrugada Rebeca, pero me temo que no me acuerdo de nada! Lo último que recuerdo es haberle vomitado encima cuando estábamos fuera de la cervecería. ¿Entonces no nos acompañaste?
Ya te dije que no pesada…
¿Estás segura? A lo mejor tampoco te acuerdas…
Estoy segura Olivia, Daniel y tu os fuisteis en taxi, yo me fui con Paul y los demás siguieron de fiesta. Ahora déjame seguir durmiendo o iré a tu casa y te daré una paliza. Me vuelvo muy agresiva cuando no me dejan dormir. Te llamo más tarde ¿vale? —Y cuelga sin más, sin dejarme disculparme siquiera por haberla despertado.
 
 

Desolada por toda la inquietud que siento en mi interior, paseo de un lado a otro del apartamento. ¿Por qué tienen que pasarme estas cosas a mi? Joder, parezco un imán para los desastres, sobretodo con él. Me siento fatal, pero no solo por el hecho de no recordar, también me siento fatal físicamente. Supongo que ya sabréis lo que es tener una resaca del copón ¿no? Pues así me encuentro yo. Y encima no tengo experiencia en ello, porque como también es mi primera vez en esto… Pues que le vamos a hacer. ¡Jamás de los jamás volveré a beber! Ya, yo tampoco me lo creo, pero en mi estado actual, es lo único que se me ocurre pensar.
 
Dios, como me apetece beber una coca cola y comer comida grasienta. Cojo el teléfono y marco al restaurante de comida rápida que hay dos manzanas más arriba de la mía, hago un pedido como para tres días y me siento en el sofá a esperar.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, tengo la mesa repleta de comida con montones de grasa saturadas que probablemente mañana me arrepienta de haber comido, pero el cuerpo me lo pide. Y el cuerpo es muy sabio ¿no?, pues a comer se ha dicho.
Mientras como, veo la televisión. Bueno, en realidad ni la veo ni la escucho. Mi mente sigue divagando sin obtener ningún resultado. No sé ni para que me molesto en forzarla a recordar si está claro que no voy a conseguir nada, así que al final desisto de pura frustración. Lo que sea que haya pasado, no puedo borrarlo como si fuera un archivo no deseado así que, ¿para qué seguir volviéndome loca?
 
Con el estómago lleno de comida basura, me tumbo en el sofá y me tapo con una manta, no es que esté frío porque estamos en pleno mes de agosto, pero es que yo soy una de esas personas que cuando está tirada en el sofá tiene que taparse, porque sino es como si me faltase algo. Pues eso, cuando ya estoy acomodada, bajo el volumen del televisor y me quedo frita en cero coma.
A pesar de dormir prácticamente toda la tarde, cuando me despierto, me sigo sintiendo como si el camión de la basura me hubiese pasado por encima un millón de veces. ¿Cuánto tarda una persona en recuperarse de los excesos del alcohol? Porque madre mía, yo no puedo ni moverme. Incluso me parece que estoy peor que esta mañana cuando me desperté, vaya tela. En serio, si vuelvo a beber, por favor, dadme unas collejas.
Me levanto del sofá y arrastrando los pies porque la verdad me pesan tanto que no puedo con ellos, me voy al dormitorio. Si, lo sé, soy la hostia. Me levanto de un sitio para tumbarme en otro, pero es lo que hay. El desastre que reina en el salón me produce tal dolor en los ojos ( es que soy muy maniática con el orden ), que o salgo de él o me pondré a limpiar como una loca. Y la verdad, que no tengo ni fuerzas ni ganas. Hoy, me la suda todo. O casi todo.
 
Estiro un poco las sábanas de mi cama, recojo el montón de ropa que esta a los pies de ésta para llevarlo al cubo de la ropa sucia y me preparo para volver a dormir. Si, si, como lo oís, voy a seguir durmiendo, ( estado marmota modo on ).
Me despierto varias veces durante la noche, principalmente para beber agua porque tengo la boca más seca que el desierto del Sahara, pero la última vez que me desperté, no fue por mis necesidades fisiológicas, ¿o si? El caso es que estaba teniendo un sueño erótico en el que los protagonistas éramos tres personas. Mi jefe Daniel Dempsey, Jack Sparrow ( el tío que me puso cardíaca con sus miradas en la última reunión del club ), y una servidora. «Yo estaba apoyada en el respaldo de un sillón de cuero negro, completamente desnuda. Arrodillado ante mi y metido entre mis piernas, estaba el señor Dempsey, que con su lengua, obraba maravillas entre mis pliegues femeninos. Detrás de mi, el hombre misterioso del club sujetando firmemente mis caderas para adentrarse en mi con fuertes estocadas. Mi cara, era el vivo reflejo de una mujer entregada a la lujuria carnal. En mis ojos, brillaba el deseo y de mi boca, salían roncos gemidos de placer».
 
 Lo que me estaban haciendo era tan real en mi mente, que juro que me desperté en mitad de un orgasmo bestial y con la mano metida entre mis bragas. Cuando bajé de la nube en la que me encontraba, fui consciente de lo que había hecho. Me había masturbado mientras dormía a causa de las imágenes tan vívidas que dominaba mi subconsciente. ¡Qué fuerteeee! Pero eso, no fue lo que me mantuvo despierta durante un buen rato incapaz de volver a conciliar el sueño, que va. Fue el haber tenido a mi jefe arrodillado ante mi y verme a mi disfrutando de ello. ¿Qué leches significaba eso? No tengo ni idea, pero ya os imaginaréis las vueltas que le di al coco para dar con la respuesta. Obviamente, me quedé igual que estaba, sin tener ni pajolera idea.
 
El domingo por la mañana, me despierto de muy buen humor. Me ruborizo recordando el magnifico sueño donde dos hombres, ambos imponentes, estaban a mi merced y haciéndome aquello que tanto me gusta. ¡Pero que guarrindonga soy…! Me desperezo. La cabeza ya no me duele y parece que me encuentro mucho mejor, la resaca va desapareciendo de mi cuerpo al igual que el alcohol ingerido el viernes. Todavía no me he levantado cuando oigo un ruido parecido al que hace una puerta al cerrarse de golpe. Me quedo quieta, escuchando atentamente y, percibo claramente los pasos que se acercan a mi habitación. ¡Hostia puta, hay un ladrón merodeando por mi casa y ahora viene hacia aquí! Me entra el caguele, ¿qué hago? Miro al suelo y cojo lo primero que veo. Uno de mis zapatos de finísimo tacón. Un tacón de aguja puede ser un buen arma para defenderse del ataque de un intruso ¿no?
Sentada en mi cama, con el zapato en la manos, miro fijamente la puerta, esperando el momento en que esta se abra y aparezca el extraño…