Sé
que debe parecer cómico imaginarme ahí, encima de la cama tacón en
mano para defenderme del ataque del intruso, pero no tenéis ni idea
de lo acojonada que estoy. Miro fijamente la puerta que en cualquier
momento se abrirá y, no tengo ninguna duda que me pondré a gritar
como una loca en cuanto eso suceda. Los pasos se detiene justo
delante de mi cuarto.
¡Dios,
el corazón me golpea tan fuerte en el pecho que creo que voy a
desmayarme! La manilla de la puerta, empieza a moverse y ésta, se
abre muy lentamente. «Medre mía, madre mía que esto no es un
sueño, que un descerebrado está aquí en mi casa para hacerme daño
—pienso». Cierro los ojos, los vuelvo a abrir, los vuelco a
cerrar, ¿pero qué coño estoy haciendo? Está claro que el miedo y
la adrenalina, me nublan la razón. «Tendría que haberme colocado
detrás de la puerta para arrearle al intruso en toda la cabeza en
cuanto traspasase la puerta». Pero ya es demasiado tarde, ya no me
da tiempo porque él ya está dentro mirándome alucinado porque yo
acabo de ponerme a gritar como una histérica, dando manotazos en el
aire a diestro y siniestro. Así estoy durante un rato, golpeando el
aire, sin ser consciente de que en algún momento he cerrado los ojos
para no verlo.
Al
ver que nadie se acerca a mi, abro los ojos y me quedo muda, con la
boca abierta y muy quieta. Como si alguien hubiera accionado el botón
de pausa dejando la imagen de mi sobre la cama congelada. No me puedo
creer lo que están viendo mis ojos. De pronto, toda la angustia y el
miedo que sentía hace dos segundos, se convierten en ira y en rabia.
¿Qué coño está haciendo él aquí? ¿y cómo ha conseguido entrar
en mi casa? Me pongo a bufar. Si, si a bufar, como un rinoceronte a
punto de embestir a su cazador, y en dos zancadas me plato delante
de él y empiezo a golpearle en el pecho con todas mis fuerzas
mientras grito:
—¡Maldito
cabrón, hijo de puta! —Él no dice nada, pero si coge mis puños
con sus manazas para que deje de golpearlo y me abraza muy fuerte.
Supongo que para que deje de temblar y me tranquilice. Y lo consigue.
Consigue que deje de forcejear y me quede quieta sollozando entre sus
brazos.
Cuando
pasan varias minutos, no sé cuantos, cinco, diez, quince, vete a
saber porque pierdo la noción del tiempo. Me deshago de su abrazo.
Estoy cabreada, mucho, tanto que desearía arrancarle la cabeza con
mis propias manos.
— ¡¡¿Cómo…
cómo has entrado en mi casa?!! —Pregunto con rabia. Él, levanta
una mano y me muestra unas llaves. Sigue sin articular palabra. Que
no se digne a contestarme me enfurece aún más—. ¿Puedo saber por
qué cojones tienes las llaves de mi casa? ¡Contéstame joder!
— El
viernes cuando te acompañé a casa y dejé tus cosas en la cocina,
me olvidé de las llaves —explica tranquilamente.
— ¿Cómo
que te olvidaste de las llaves? ¡Explícate!
— Verás,
cogí las llaves de tu bolso para abrir la puerta. Tú no te podías
sujetar en pie por ti misma y entonces tuve que cogerte en brazos.
Metí las llaves en el bolsillo de mis pantalones y me olvidé de que
estaban ahí. Por eso no te las deje con el resto de tus cosas.
— ¡¿Y
crees que por tener las llaves de mi casa puedes entrar en ella así
porque si?! ¡¿No podías haberme llamado?! ¡¿O haber esperado a
mañana para dármelas?! —Cada vez estoy más indignada.
— Te
llamé, pero tenías el teléfono desconectado. Vine hasta aquí
porque pensé que podías no tener otra copia de las llaves y que
igual las necesitabas. Timbré abajo muchas veces, y al no obtener
respuesta, pues creí que algo te podía haber pasado después de lo
del viernes, y como tampoco obtuve respuesta al mensaje que dejé en
tu contestador el sábado por la mañana, mi preocupación aumento y
por eso decidí subir y ver con mir propios ojos si estabas bien.
— ¿Y
no te dio por pensar, que tal vez no quería hablar con nadie?
— Pues
no. Después de dejarte como te dejé la madrugada del sábado, y
dada tu poca experiencia con el alcohol, simplemente creí que algo
te había pasado.
— ¡Pues
ya ves que estoy perfectamente! ¡Ya puedes largarte por donde has
venido! —Grito.
— ¿Así
es como me agradeces mi preocupación por ti?
— ¿Agradecerte?
¡Casi me matas del susto joder! ¿Y encima quieres que te lo
agradezca? Mira, te agradezco mucho que me acompañaras a casa el
viernes, y que me ayudaras a acostarme y todo eso… —digo pasando
por alto el hecho de que me haya desnudado y demás, porque me muero
de la vergüenza solo de pensarlo—. Pero no voy a darte las gracias
por haberte presentado en mi casa. He pasado un miedo horrible por tu
culpa, así que no esperes un gracias por mi parte.
— Mira,
todavía estás asustada y cabreada. ¿Por qué no te das una ducha,
te relajas, y después nos vamos a desayunar al starbucks que hay a
la vuelta de la esquina para poder hablar tranquilamente?
¿Pero
es qué este hombre se ha vuelto loco? ¿Ir a desayunar con él?
¿Hablar tranquilamente? ¿A caso no le ha quedado claro en todo este
tiempo que me cae como una patada en el estómago? ¿qué detesto su
prepotencia, su arrogancia y su chulería? Pues va ser que no oiga.
— Señor
Dempsey, lárguese de mi casa ahora mismo —siseo con rabia.
— Olivia,
¿puedo saber por qué me odias tanto?
— ¿Sinceramente?
—Él asiente— Pues porque usted me trata como una mierda en el
trabajo, me ningunea, me ridiculiza y, continuamente me amenaza con
despedirme porque soy una inepta cuando ambos sabemos que no es así.
Porque es la persona más arrogante y prepotente que he conocido en
mi vida y porque…
— ¡Basta!
— Usted
ha preguntado…
— Cierto.
— Mire,
ni a usted le gusto yo, ni a mi me gusta usted. Por alguna razón que
no logro entender, ni siquiera nos caemos bien, así que, lo mejor es
que nuestra relación se ciña estrictamente al ámbito laboral.
— No
sabes lo equivocada que estas…
— ¿Respecto
a qué exactamente?
— Algún
día lo sabrás... —me tiende las llaves de mi casa, las cojo y
después sale por la puerta desapareciendo de mi vista. Y yo, aunque
no lo creáis, me quedo echa polvo sintiéndome la persona más ruin
del mundo por haberle dichos todas esas cosas tan horribles. Aunque
sean verdad.
Ese
es uno de mis mayores defectos, que cuando me cabreo, las palabras
salen de mi boca como si fueran dardos y por normal general, suelen
ir directos al centro de la diana. Que le voy a hacer, soy así. Y
luego claro está, me siento fatal por no saber controlarme y
mantener la boca cerrada. Si es que no tengo remedio.
Por
la tarde, después de haberme pasado un par de horas arreglando el
apartamento, decido salir a dar una paseo por el parque. Necesito que
me de el aire, a ver si de esa manera consigo despejar el nubarrón
que pende sobre mi cabeza, y de paso deshacerme de algunas de las
calorías ingeridas en mi post-borrachera. Ya veis, una manera
sencilla de matar dos pájaros de un tiro. Esperemos que de
resultado.
Me
pongo unos leggins azul marino, una camiseta de tirantes blanca y, me
anudo en la cintura una sudadera por si acaso. Me pongo los playeros,
cojo el ipod que está en el cajón de la mesita de mi habitación y
salgo a la calle. Tarareando la canción de de Taylor Swift ( Shake
it off ), entro en el parque y camino en dirección de la estatua de
George Washington.
Hay
un montón de gente tumbada en el cesped, aprovechando los rayos del
sol que todavía calientan, parejas cogidas de la mano y prodigándose
muestras de cariño, niños corriendo y gritando entusiasmados.
Vamos, lo típico de un domingo en un parque ¿no? Lo que pasa que
como yo vengo tan poco por aquí, pues que queréis que os diga, no
estoy muy acostumbrada a ello y me siento extraña. Nota mental, (
dejar de pillarse pedos descomunales y salir más a pasear al parque
), eso es lo que tengo que hacer. Si, ya sé que solo me he
emborrachado una vez, que soy muy exagerada, pero es que creo que con
una vez tengo bastante. Es lo que hay.
Me
siento en un banco frente a la estatua del señor George y dejo que
mis pensamientos campen a sus anchas por mi cabeza. Todos van
dirigidos hacia la misma persona, Daniel Dempsey. Este fin de semana,
ha conseguido colarse en mi mente y hacer que no pueda dejar de
pensar en él. A pesar de que realmente le aborrezco, no consigo
sacarlo de mi mente.
Las
palabras dichas por Rebeca en el baño, retumban en mis oídos
haciendo un eco ensordecedor. «Al jefe le gustas… Al jefe le
gustas...». ¿Estará ella en lo cierto y yo completamente
equivocada? No, no puede ser cierto. ¿Por qué alguien como él iba
a fijarse en alguien como yo? No tiene sentido. A la vista está que
para nada soy su tipo, todo lo contrario. Él está muy bueno, muy,
muy bueno, pero que queréis que os diga, no saldría con él ni por
todo el oro del mundo. Solo de pensarlo, me dan escalofríos de los
chungos. Y ¿Queréis saber una cosa más? No acabo de creerme del
todo la historia de las llaves de mi casa. Soy tan mal pensada que
creo que lo hizo a propósito. Si, puede que esté equivocada pero…
Piensa mal y acertarás.
Más
tarde, cuando regreso a casa, lo hago más tranquila. Aunque no he
conseguido mi objetivo al salir a pasear, ya que no he parado de
darle vueltas al coco, me siento más relajada. Sé, que mañana será
un día duro, y que él no me pondrá las cosas fáciles, pero eso no
va a hacer que me acojone. Estoy dispuesta a plantarle cara y a no
dejarme pisotear ni por él, ni por nadie.
La
alarma del móvil suena a las seis y media de la mañana, y como cada
mañana, hago el mismo ritual hasta llegar a la oficina. No voy a
negaros que estoy nerviosa, muy, muy nerviosa, pero no puedo hacer
nada por evitarlo. Llego a la oficina a las ocho menos diez, me paro
en recepción a saludar a Amanda y a coger la agenda con lo dispuesto
para hoy. Cuando estoy despidiéndome de ella, entra por la puerta el
señor “soy un ogro”, se planta junto a mi y me espeta:
— Olivia…
A mi despacho. ¡Ahora! —Aunque ya me lo esperaba, el tono de su
voz me sobresalta. Amanda, se encoge en su asiento y me mira con cara
de lástima. Ella al igual que yo, sabe de sobra que se me avecina
una de las gordas. Le sonrío para tranquilizarla y sigo a mi jefe
por el pasillo aparentando una calma absoluta, pero solo aparentando,
porque por dentro… uff por dentro estoy como un volcán a punto de
erupcionar…
Ayyy que prontito nos has traído el siguiente capítulo. Genial.
ResponderEliminarMe he reído a gusto con la escena de ella dando golpes al aire sobre la cama. Me ha encantado.
Y todo lo demás del capítulo también. A ver si se baja de la burra esta cabezota y se da cuenta de lo que todos ya sabemos. Romántica modo on.
Genial en serio. Esperando siguiente entrega.
Un besillo.
Tienes razón María, es una cabezota, que le vamos a hacer!! jajajajja
EliminarBesin
Me uno a las palabras de María, cómo no le ve ella si lo estamos viendo los demás? jajajajaa. Hay que ver las ganas que tenemos de emparejarlos!!
ResponderEliminarGenial, Virginia, y deseando más :))
Un besito, que tengas buen dia!!
Julia a veces somos incapaces de ver más allá de nuestras narices!! jajaja
EliminarBesin :)
Guaaaay! Pero que no se da cuenta que está loquito por ella????? A ver si consiguen hacer ese sueño erótico realidad(aunque sea sólo con el jefe). Besos!
ResponderEliminarjajajja Pues va a ser que no Hada Rac Mar!! jajajaj la pobre aún está ciega!! jajajja
ResponderEliminarBesin :)
Pobre Olivia, no se da cuenta de lo que es evidente. Tanto en él como en ella, porque está claro que también está loquita por su jefe. Ains ¿qué le dirá ahora Daniel? (jo, si es que hasta el nombre me gusta jeje)
ResponderEliminarIba a parar ahora la lectura, peeero no puedo *-*
Pues si, pobrecilla, a veces nos cerramos en banda de tal manera que no somos capaces de ver lo que tenemos delante de nuestras narices!!
EliminarGracias :))
Pues yo voy hoy capitulo tras capitulo me has enganchado por completo, ¿es un a novela ya editada tuya ? Un saludo
ResponderEliminarPues me alegro que te haya enganchado María del Carmen, no, no está editada, aún faltan unos capítulos para terminarla!!
EliminarGracias Besin:))