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viernes, 11 de septiembre de 2015

R.D.C. INDIANA PARTE I

 
 
 
 
 
 
 
La semana siguiente a la reunión en Búffalo, el trabajo en la oficina es de locos. Al señor «soy un ogro», parece ser que se lo ha tragado la tierra, dejándome sola ante el peligro. Soy tan mal pensada que creo que lo hace aposta para ver si soy capaz de sacar el trabajo adelante. Y vaya si soy capaz, lo que pasa que sé que él aprovechará cualquier nimiedad para montarme uno de sus números y volver a decirme que soy una incompetente y bla, bla, bla. Pues le va a salir el tiro por la culata, porque no pienso darle la oportunidad de hacerme creer que no sé hacer bien mi trabajo y mucho menos que no sirvo para nada. Tengo a Rebeca de mi lado, y juntas le haremos ver a ese «pendejo», que puede tomarse unas vacaciones indefinidas, porque no le necesitamos por aquí.
Me he planteado hacer las cosas tan bien, que apenas tengo tiempo para respirar. Me paso los días hasta el cuello de trabajo, con la cabeza metida de lleno en revisar facturas, inventarios, pedidos, etc, etc. Por eso, todavía no me he parado ha pensar detenidamente lo que he hecho el sábado en la reunión del «Lust». Ya sabéis a que me refiero, a mi desvirgue lésbico y tal. Ni siquiera cuando llego a casa lo hago. Llego tan hecha polvo que cada noche me quedo noqueada en cuanto apoyo la cabeza en la almohada. Sinceramente, lo prefiero así. He disfrutado muchísimo del juego con Hércules y Bella y, sé que he llegado a hacer con ellos cosas que ni me atrevo a nombrar. Pero ¿sabéis que? Que me quiten lo bailao. Gracias a ellos, me siento tremendamente sexual y poderosa, algo que no me había sucedido en la vida. Y que quede claro que volvería a hacerlo sin dudar.
El miércoles, Rebeca y yo, comemos juntas en nuestro despacho, más que nada para aprovechar a cotejar números y hacer un balance de pedidos y devoluciones. Si saliéramos a comer fuera, perderíamos demasiado tiempo y no estoy por la labor. Mientras comemos, mi compañera que es incapaz de estar más de cinco minutos seguidos en silencio, me pregunta por el fin de semana.
Oye Olivia, no me has contado nada de tu fin de semana en Búffalo…
Es que no hay mucho que contar… —La verdad es que si que hay mucho que contar, pero aquí mi amiga la explosiva y liberal, se quedaría a cuadros escoceses si le contara con todo lujo de detalles lo que he hecho en Búffalo.
Anda ya, no te hagas de rogar y cuéntame… ¿Has ido a ver a un chico? ¿Es eso?
No, nada de eso. El otro día te dije que iba a ver a unos amigos, ¿lo recuerdas?
Ah si, es verdad. ¿Y qué tal? ¿Has hecho cosas interesantes? —«Si yo te contara… —pienso».
No, nada interesante. Ha sido un fin de semana tranquilo… —Miento como una bellaca—. ¿Y tu? —Pregunto para que la conversación deje de girar en torno a mi.
El viernes fui con algunos compañeros a «Indiana», es una cervecería que está aquí al lado, ya sabes, a la vuelta de la esquina —asiento, sé de que cervecería me habla. Pero nunca he puesto un pie en ella—. Fue muy divertido, lo pasamos realmente genial. El resto del fin de semana, estuve en casa de mis padres. Había reunión familiar, un rollazo… ¿Tus padre viven aquí en Manhattan?
No tengo padres…
¿No tienes padres? —Me pregunta extrañada.
No. Murieron cuando yo era muy pequeña…
Vaya, no tenía ni idea. Lo siento mucho Olivia.
No pasa nada, fue hace mucho tiempo. Ni siquiera me acuerdo de ellos.
¿Y el resto de tu familia?
No tengo familia… —Odio hablar de esta parte de mi vida. No me gusta que sientan lástima por mi, por eso evito hablar de ello.
¿A nadie? ¿Ni abuelos, ni tíos, ni primos?
Rebeca… No me gusta hablar de estas cosas. No tengo padres y no tengo familia, fin de la historia.
Olivia, pero eso es…
Si, sé lo que me vas a decir, pero por favor, no lo hagas… Dejémonos de tanta cháchara y pongámonos a trabajar. Hay muchas cosas por hacer.
Vale. —Esto es lo que me gusta de ella, que a pesar de que habla, habla y habla continuamente, sabe cerrar el pico a tiempo y no insistir en sus preguntas.
Recogemos los bártulos de la comida y nos ponemos manos a la obra. Menuda tarde nos espera. Soy consciente de las miraditas que me echa Rebeca de vez en cuando. Siente lástima por mi y eso me incomoda. No quiero que piense que porque no tengo familia, me siento sola en el mundo. Para nada. No quiero decir que en algún momento de mi vida, no haya echado de menos tener unos padres, pero la vida es así de injusta y, yo no he podido hacer nada por evitarlo. En fin, que yo estoy muy bien como estoy. Sola, pero feliz. O eso creo.
Esa tarde, antes de salir y sin que yo me lo espere, Rebeca me da un abrazo que me deja sin palabras. Es un abrazo sincero, en el que me ofrece en bandeja su amistad incondicional. No sé si me lo merezco, mis pensamientos hacia ella el primer día que la vi, no fueron muy justos que digamos. Pero hoy por hoy, he llegado a apreciarla de verdad, y acepto ese abrazo y su amistad encantada. Salimos juntas de la oficina, y una vez en la calle nos despedimos.
De camino a casa, me doy cuenta de lo mucho que engañan las apariencias. Rebeca por ejemplo, va vestida de manera explosiva, es guapa, sexy y por su forma de vestir se podría decir que le encanta llamar la atención y que los hombres se fijen en ella. Una persona tan mal pensada como yo, en cuanto la ve, puede pensar que es un poco braga alegre, ya me entendéis, que va por la vida de devora hombres cuando en realidad es una tía de lo más normal, una curranta como pocas y un cielo de persona.
En cambio yo, voy vestida que parezco una monja virginal. Con mi traje de corte clásico en tono gris, mi camisa blanca impoluta con todo sus botones bien abrochados, el pelo tirante en una cola de caballo, y ni un gramo de maquillaje. Los que me ven a diario, verán en mi una mujer insegura, poco atractiva y, que no ha visto un pene en su vida. ¿Veis por dónde voy? Yo que parezco la mosquita muerta, soy la braga alegre ávida de sexo, y mi compañera todo lo contrario. ¿Engañan o no engañan las apariencias? Pues si, engañan y mucho.
Esa tarde, al llegar a casa y mirar el buzón, no encuentro el ansiado sobre, y al día siguiente tampoco. Lo que quiere decir que este fin de semana, me quedo sin reunión y sin sexo. En fin, algo se me ocurrirá hacer para matar el tiempo.
El viernes, el señor Dempsey sigue sin dar señales de vida. Empiezo a preocuparme un poco, él no acostumbra a desaparecer durante tantos días, y cuando lo hace, suele llamarme para ver qué tal van las cosas. Así que me parece muy extraño que siga sin saber nada de él. No es que me importe dónde está ni y mucho menos que hace con su vida, pero he echado de menos sus llamadas para tocarme las pelotas.
Hoy, hay menos trabajo y Rebeca y yo decidimos hacer un parón a media mañana para tomarnos un café. Mientras lo hacemos, mi compañera y ahora amiga ( porque ya la considero así ), me propone ir a la cervecería «Indiana» con ella y varios compañeros más.
Uf Rebeca, creo que voy a pasar. Estoy tan cansada que lo único que me apetece, es irme a casa.
Venga ya, no seas muermo y animate. Lo pasaremos bien Olivia —insiste.
Te lo agradezco, pero de verdad que no tengo ganas de ir…
Déjate de gilipolleces —me corta—. Te vienes y punto. Hemos quedado a las ocho allí, así que tienes tiempo de sobra para descansar un poco y quitarte ese uniforme de funcionaria de cárcel que llevas.
¿Funcionaria de qué? —La muy perra se descojona de risa.
Lo siento, igual me he pasado un poco, pero es que ese traje no lo pone ni mi abuela Olivia. Con lo guapa que eres… y lo poco que te luces hija mía.
No me gusta llamar la atención…
Ya lo veo, ya. Paso a recogerte a la siete y media ¿te parece bien?
Si te digo que no, vas a estar dándome la turra todo el día ¿verdad? —Asiente—. Entonces a las siete y media me viene bien —la muy tonta se pone a dar saltitos de alegría en medio de la cocina—. Tu estás un poco pirada ¿no? —Le digo riéndome, contagiada por su alegría.
No lo sabes tu bien…
A las siete y media en punto, estoy esperando a Rebeca en la puerta del portal. Ella, llega diez minutos después, y cuando me ve, se pone a silbar como si fuera un camionero salido.
¡Joder Olivia, estás impresionante!
¿Ya no te parezco la funcionaria de una cárcel?
¿Estás de coña? Te juro que si me gustasen las mujeres, te follaría aquí mismo. Conozco a algunos que se van a quedar alucinados cuando te vean. Venga, sube al coche —. Hago lo que me dice y subo al coche. Una vez dentro, la muy tarada sigue mirándome sin pestañear—. ¡Joder tía, es que estás irreconocible! Te juro que no entiendo porque te empeñas en esconder ese cuerpazo con esos horripilantes uniformes que llevas a diario…
No es para tanto… —Contesto modesta. Pero si que lo es. Llevo unos vaqueros ajustados en color negro, un top drapeado también negro, una cazadora entallada de piel roja y unos zapatos de tacón del mismo color que la cazadora. Me he dejado mi indomable pelo rizado suelto y me he maquillado. ¿Es o no es para tanto? Lo sé, mi modestia acaba de quedar esparramada por el suelo. Si soy sincera, os diré que cuando me he mirado en el espejo, me he visto cañón. Me pasa lo mismo cada vez que voy a una reunión del club, pero con una gran diferencia. Hoy, no soy “La reina de corazones”. Hoy simplemente soy yo misma, Olivia.
Llegamos a la cervecería que a estas horas ya está abarrotada de gente. Es un local grande, espacioso y muy original. Rebeca divisa a nuestros compañeros al fondo, jugando al billar. Por lo visto hace rato que nos esperan. Nos acercamos hasta donde ellos están y cuando me ven, se quedan de piedra, no sé si es porque no me reconocen o por el contrario se sorprenden de verme aquí. Probablemente ambas cosas.
En un principio, me siento un poco fuera de lugar. Es lógico ya que conozco a estas personas desde hace mucho tiempo y nunca mostré interés en ellas. Ahora al ver lo bien que me han acogido en el grupo, me siento avergonzada por haberles ignorado todo este tiempo.
Después de un par de cervezas y de haberme reído como un hiena con las historias de Katy ( una compañera de contabilidad ), me fijo en un tipo que está apoyado en la barra dándonos la espalda y que acaba de llegar. Habla distendidamente con otro compañero, Paul creo que se llama, y no se por qué, pero me quedo mirándolo embobada. Quizá sea por esos vaqueros ceñidos que lleva y que le quedan de vicio, o por esa espalda ancha, o por… De repente se gira y sus ojos se clavan en los míos dejándome patidifusa. ¡Joder, no me lo puedo creer! ¿Qué coño está haciendo él aquí?...



8 comentarios:

  1. Ay por favor, ¡Qué intriga! Completamente enganchada y en modo romanticona me tienes. A ver que nos depara el próximo capítulo. Estoy por dejar de leerte, para leerlos todos seguidos, porque me dejas siempre muuuuuy intrigada. Un besillo.

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  2. jajajajja Pues no sabes lo que me gusta eso María. De eso se trata, de estar en plan romanticona jijjiji
    Besin :)

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  3. Acabo de aterrizar en tu nueva novela y ya estoy enganchada!! jajajaja.
    Buen comienzo, Virginia. Me muero por saber quién es él ;)

    Besitos de miércoles!!

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    1. Pues bienvenida Julia, la historia comienza en el capítulo titula LUST por si te apetece leerla desde el principio. Me alegro de que te guste!! XD
      Besitos de jueves!! :)

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  4. ¿A que adivino quién es él? MUAJAJAJAJA: Vale, paro. Me alegro de que Olivia haya decidido aceptar la invitación de Rebeca para salir, y que encima haya dejado boquiabiertos a todos (incluida Rebeca, claro) con su apariencia. Me da en la nariz que quizá hoy solo lea y lea jajaja.

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  5. Jajajaja segurísimo que lo adivinas, se de cajón no?
    Tomárselo con calma y disfruta, que de eso se trata!,
    Gracias ;)

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  6. Virginia quien es ese que la ha dejado patidifusa,jajjaja aver a ver .... Un saludo

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    1. Seguro que a estas alturas ya lo sabes María del Carmen, jajajaja
      Gracias Besin :))

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