A
la mañana siguiente, me levanto temblorosa y ojerosa, no he dormido
nada. Estoy deseando llegar a la oficina para ver a Daniel y hablar
con él. He esperado demasiado tiempo para contarle que su hermano no
es trigo limpio y, no se porque, pero creo que no le sorprenderá lo
que voy a contarle.
Saco
del armario un traje de chaqueta y pantalón de corte clásico en
color chocolate y una camisa naranja muy mona. Me visto en periquete
y, aunque normalmente me maquillo muy natural para ir al trabajo, hoy
le dedico a mi cara más tiempo del habitual. Me maquillo con esmero
y dedicación, más que nada para tratar de ocultar bajo las capas de
maquillaje las manchas grises que rodean mis ojos, porque lo cierto
es que a pesar de lo que voy a contarle a mi jefe, quiero y necesito
que me vea hermosa.
Pese
a que me gustaría ser la primera en llegar a la oficina, prefiero no
romper la rutina y, paro en el starbucks y, mientras estoy haciendo
cola para coger mi típico capuccino con canela, aparece Rebeca
precisamente para lo mismo. Se coloca a mi lado omitiendo las
protestas de los demás clientes que también esperan y me observa en
silencio, consiguiendo con ello ponerme más nerviosa de lo que ya
estoy. Cuando llega nuestro turno, hacemos nuestros pedidos, pagamos
y salimos a la calle.
— ¿Cómo estás?—Pregunta.
— Nerviosa,
asqueada y cansada.
— Ya
veo. Olivia, prométeme que hoy sin falta hablarás con Daniel, o de
lo contrario, seré yo quien lo haga y, no creo que a él le guste
saber por mi lo que ha pasado.
— No
te preocupes, hablaré con él.
— Bien,
no es necesario que te diga de que parte estoy. Si hay algo que pueda
hacer por ti, no dudes en decírmelo.
— Gracias,
lo sé.
Entramos
en el edificio de D&D y, nos dirigimos al ascensor. Saludamos a
los compañeros y sin volver a pronunciar palabra, vamos a nuestro
despacho. Antes de entrar, echo una ojeada por la puerta entreabierta
del despacho de Daniel para ver si ha llegado, pero no hay nadie
dentro. Que raro, debería de estar ya aquí, a lo mejor se ha
retrasado el vuelo de San Francisco y por eso llega tarde. Tendré
que estar atenta a su llegada, hasta que no consiga hablar con él no
me quedaré tranquila, tengo una sensación rara en la boca del
estómago que no me gusta, espero que solo sean nervios y no un mal
presentimiento.
Rebeca
y yo empezamos a trabajar como autómatas, sin hablar, mirándonos de
tanto en tanto para a continuación seguir cada una a lo suyo. Ella
centrada en pedidos y devoluciones y yo, en la reunión que tendrá
lugar dentro de unas horas. Aunque para ser sincera, no soy capaz de
concentrarme en el trabajo. Daniel todavía no ha llegado y estoy
ansiosa. Algo más tarde, llaman del departamento de cobros por una
factura que no aparece y es Rebeca quien se ofrece a ir a
solucionarlo. No hace ni dos segundos que ha salido por la puerta,
cuando vuelve a entrar.
—¿Qué
sucede?—Pregunto al ver su cara.
— Daniel
acaba de entrar en su despacho…
— Bien,
entonces no tengo tiempo que perder—digo poniéndome en pie.
— No
está solo Olivia. Bruce está con él.
— ¡Joder!
¡Mierda!
— ¿Crees
que ya le habrá dicho algo?
— No
tengo ni idea, pero te apuesto lo que quieras que si aún no lo ha
hecho, está a punto de hacerlo.
— ¿Y
ahora qué?—Miro a mi amiga sin saber bien que decir.
— Pues,
supongo que ahora tendré que esperar a que Daniel se quede solo en
su despacho, si él no requiere mi presencia en éste antes claro.
— Crucemos
los dedos, quizá Bruce no se atreva a decirle nada a su hermano...
—
Eres
demasiado optimista si piensas eso Rebeca. Ese tío es un cretino y
hará lo que sea necesario para joderme. Sólo es cuestión de
tiempo...
—
Bueno,
intenta mantener la calma mientras voy a solucionar el tema de esa
factura, volveré lo más pronto que pueda. No me gusta nada la idea
de dejarte aquí sola...
— No
te preocupes, estaré bien. Ve y haz lo que tengas que hacer.
Dios,
me parece tan surrealista lo que está sucediendo... Yo, acosada por
el hermano de mi novio... ¿Cuándo se ha convertido mi vida en una
novela? Porque talmente parece una de esas historias que sólo he
leído de vez en cuando para matar el tiempo. Lo bueno de esas
historias románticas es que a pesar del sufrimiento de los
protagonistas, siempre acaban bien. En cambio, estoy totalmente
segura de que en mi caso de final feliz nada de nada. ¿Qué pensará
Daniel de todo esto? ¿A quién de los dos creerá? Después de lo
que su hermano le hizo con aquella modelo con quien estuvo prometido
sólo espero que tenga la mente lo suficientemente abierta como para
albergar alguna duda, porque sino, me veo de patitas en la calle y
sin nada que reclamar.
Va
pasando la mañana y yo, me voy tranquilizado al ver que de momento
nadie parece acordarse de mi, ¿eso es buena señal no? Puede que a
lo mejor esté tan cabreado que no siquiera quiera verme. ¡Joder, ya
no sé ni que pensar! Si llego a saber que hacer caso a los dictados
de mi corazón me iba a acarrear tantos problemas y tantas comeduras
de cabeza, hubiera emigrado al Polo Norte para refugiarme en casa de
Papá Noel.
De
pronto, como si mis pensamientos invocaran al enemigo, chisporrotea
el intercomunicador que está encima de la mesa. Me quedo en
silencio, a la espera de recibir algún tipo de orden. En cambio, lo
que escucho es una conversación privada entre dos hermanos que me
deja con la boca abierta. Sé que es de mala educación escuchar
conversaciones ajenas, pero no puedo evitar poner atención a lo que
allí se está hablando, y si además resulta que yo soy el principal
objeto de esa conversación pues... a poner oreja y punto.
—
¿A
qué viene esa pregunta Bruce? ¿Desde cuándo mi vida privada es de
tu incumbencia?
—
Vamos
Daniel, no es necesario que te pongas a la defensiva, sólo quiero
saber que es lo que te traes entre manos con la señorita Murray, eso
es todo.
—
¿Y
por qué ese interés tan repentino?
—
Bueno,
digamos que hay algo en ella que no me gusta. El otro día os vi muy
acaramelados en un restaurante y, no me gustaría que metieras la
pata, ya me entiendes... — Joder, menudo cabrón en este tío, a
saber lo que le cuenta ahora.
— Pues
no, no te entiendo. ¿A qué te refieres exactamente cuando dices que
hay algo en ella que no te gusta?
—
Pues
verás, no sé cómo decírtelo, pero creo que es necesario que lo
sepas...
—
¡No
te andes por las ramas y habla de una maldita vez Bruce!
— Está
bien. Estos días que pasas más tiempo en San Francisco que aquí,
digamos que la señorita Murray, ha estado insinuándose a mi en
varias ocasiones... — ¿Qué? Me quedo muerta al escuchar esto
último. ¿Qué yo me he estado insinuando? ¡Maldito acosador de
mierda! ¡En cuanto te ponga las manos encima, te vas a enterar de lo
que vale un peine mamón!
—
¿Estás
diciendo que la señorita Olivia Murray se te insinuó?
—
Si.
—
Perdona
que lo dude Bruce, pero ella no es de ésa clase de mujeres... — Oh
Dios mío, gracias por confiar en mi Daniel, desde ahora te amaré
más si cabe.
—
¿Tanto
la conoces cómo para asegurar categóricamente que miento? Bueno,
estás en todo tu derecho de creer lo que te de la gana, pero lo que
acabo de decirte es cierto. Dime una cosa... ¿Por qué crees en ella
tan ciegamente? ¿Qué hay entre vosotros? ¿Acaso estás enamorado?
—
Lo
que haya o deje de haber entre ella y yo, no es asunto tuyo Bruce.
— Es
asunto mío cuando ella es una empleada de esta empresa Daniel. No
has contestado a mi pregunta.
— No
sé lo que pretendes, pero estoy empezando a hartarme de esta
conversación—creo que Daniel está empezando a cabrearse…
— Lo
único que pretendo, es que abras los ojos. Esa chica no te conviene,
no es de fiar. Te busca porque es una interesada. Y ya que estamos,
la hermana de Oliver tampoco me gusta…
— Ya
veo que has decidido declararles la guerra a las dos… Mira, tengo
muchas cosas que hacer antes de la reunión, así que doy por zanjado
este tema…
— Te
conozco Daniel. No estás siendo claro conmigo y eso me preocupa,
insisto en que…
— Mira
Bruce, para que te quedes tranquilo te diré que entre ella y yo no
hay nada serio, solo nos estamos divirtiendo, ¿entiendes? Si lo que
te preocupa es que ella por estar conmigo tenga más poder en la
empresa, o lo que sea que estés pensado, no ocurrirá…
— Entonces,
¿es sólo una más de todas las que te tiras?—El silencio que
sigue a esa pregunta me deja sin respiración…—¡Contéstame!
— Si,
eso es...—¿Qué? ¿Soy una más?¿Sólo nos estamos divirtiendo?
¿Qué coño está pasando?Empiezo a respirar agitadamente presa creo
de un ataque de ira.
— Espero
que no estés mintiéndome Daniel, no me gustaría descubrir que en
realidad estás enamorado de ella y tener que llegar al punto de
recordarte el tipo de clausula que refleja en su contrato…
— Bruce…
Si algún día llegaras a hacer eso, entonces no tendré más remedio
que refrescarte la memoria, que por lo que veo no te funciona
demasiado bien y dejarte claro de una maldita vez quien es el jefe
aquí...—De repente, dejo de escuchar la conversación. Ya está
todo dicho.
Me
pongo en pie y, como un león enjaulado empiezo a caminar de un lado
a otro del despacho. ¿Qué cojones ha pasado allí dentro? ¿Por qué
dijo que entre él y yo no había nada serio? ¿Acaso no fue él
quién fue a buscarme a Ibiza para convencerme de que estar juntos
era lo mejor? ¿Qué haría lo que fuera para que estuviera con él?
¿Qué juntos viésemos a donde nos llevaba esta historia? ¡Joder,
pues ahora tengo muy claro a donde cojones nos ha llevado! ¡A
ninguna parte! He estado enamorándome día a día de él hasta el
punto de quererlo con toda mi alma, tan ciega de amor que no vi que
lo único que el pretendía era ¿divertirse conmigo? Soy una
estúpida y decididamente, no tengo remedio. Como que me llamo Olivia
Murray que esto lo soluciono yo, si, o si.
Cojo
del perchero mi abrigo y me lo pongo, necesito salir de estas cuatro
paredes antes de que cometa una locura. También cojo mi bolso del
cajón. Cuando estoy a punto de salir por la puerta aparece Rebeca.
— ¿A
dónde vas?—Pregunta mirándome extrañada—¿Ha pasado algo?
— Ahora
no tengo tiempo Rebeca, necesito salir de aquí—y sin más abro la
puerta y me voy…