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martes, 3 de noviembre de 2015

CON EL TIEMPO EN LOS TALONES

 
 
 
CAPÍTULO XVIII DE "LA MANSIÓN CROW MIRROR"
 
CON LA MUERTE EN LOS TALONES
 
 
 
 
 
 
Varios días después de que el detective Peter Mongabay, se hubiera colado en la mansión Rowmir con la intención de hacerse con los papeles que el alemán Herr Vex guardaba en aquel cuartucho, éste, recibió de manos de la señora Roland la invitación que lo llevaría de nuevo a la mansión. Estaba oficialmente invitado a la fiesta de fin de año que, se celebraría la noche del 31 de diciembre en los salones de la casa. Lo que significaba, que desde ese mismo momento, contaba con exactamente diez días para investigar varios asuntos. El tiempo se le echaba encima y en su libreta, había demasiados acertijos y, ninguna solución. Debía ponerse manos a la obra, pero ¿por dónde empezar?
 
Lo primero que tenía que hacer, era averiguar quién más a parte de Herr Vex, estaba tratando de reunir los tres anillos para que esa cosa ( por llamarlo de alguna manera ), maligna y monstruosa, se reencarnara en el señor Williams para cobrarse una venganza. «¿Pero que venganza?—Pensó Mongabay». «¿La de la propia muerte de Williams? O ¿Tenía que ver con lo ocurrido en 1809?» «¿Debería dar por hecho que el pobre notario había pasado a mejor vida?». Su cabeza, era un hervidero de preguntas sin respuesta.
 
Por otra parte, el detective, no dejaba de darle vueltas a lo que la señorita Nispel insinúo días atrás cuando lo sorprendió en la mansión. «¿Cómo podría encontrar al tal M?—Se preguntaba Peter— Lo único que sabía de él, era que usaba su mismo perfume». Apuntó esto último en la libreta que guardaba en el bolsillo interior de su chaqueta y, se encendió un cigarrillo.
 
A través de la ventana entreabierta, le llegaban los acordes de una canción de Duke Ellington, alguien tocaba al piano “Love You Madly” y, lo hacía realmente bien. Apuró de un trago el bourbon que tenía sobre la mesita, y cogió el sombrero del perchero para bajar al saloncito donde la señora Roland, daba de comer a sus huéspedes.
 
Más tarde y, ya con el estómago lleno, Mongabay se disponía a salir a la calle cuando se cruzó con el señor Roland en el pasillo. Se saludaron con una inclinación de cabeza y, sólo cuando estuvo fuera, se dio cuenta que un olor muy familiar, inundaba sus fosas nasales. Volvió a entrar en el hotel y, oteando el aire como si fuera un sabueso, lo confirmó. Su mismo olor, su perfume “Black Fleece”, pero él, no se había puesto perfume esa mañana… «¿Era posible que el hombre al que llamaban “M” estuviera viviendo bajo su mismo techo?». Un escalofrío recorrió la espalda de Peter al formularse esa pregunta y, saber de antemano la respuesta.
 
 
Herr Vex, se guarecía bajo un paraguas negro de la lluvia que esa tarde había empezado a caer en St. Mare. Apostado frente al edificio donde el señor James Cromwell tenía su despacho, esperaba pacientemente a que éste saliera de él para de una vez por todas, hacerse con el anillo que aquel hombre guardaba en un cajón de su escritorio.
 
Había sido muy fácil hacer que Eric Perkins estuviera ojo avizor sobre aquel asunto. Todo el mundo en aquella maldita población sabía que el policía cacareaba como una gallina en cuanto se le ofrecía algo de dinero. Era un bastardo capaz de vender a su madre por un puñado de dólares.
 
Si las palabras de Perkins, eran ciertas, el señor Cromwell no tardaría en salir del edificio para dirijirse a la sastrería de la esquina, donde por lo menos lo mantendrían ocupado un par de horas. Tiempo más que suficiente para colarse en su despacho y hacerse con la joya. En cuanto ésta estuviera en su poder, ya sólo faltaría deshacerse del detective Mongabay para reunir los tres anillos. «Sería pan comido —pensó el alemán».
 
Un movimiento en la acera de enfrente lo sacó de sus cavilaciones. El policía era legal, allí estaba el señor Cromwell junto a dos de sus perritos falderos caminando hacia la sastrería. Miro su reloj plateado de bolsillo, era el momento de pasar a la acción.
 
Miró a un lado y a otro, no había un alma en la calle, salvo aquellos tres que ya traspasaban el umbral de la tienda. No tenía tiempo que perder, si algo salía mal, ella no se lo perdonaría y, no dudaría en acabar con su vida, al igual que hacía con todo aquel que osara cruzarse en su camino. Así que cruzó la calle y, con paso firme y decidido, camino hacia la entrada del edificio.



 
 
 
 



6 comentarios:

  1. Virginia, como ya te dije en privado:
    Un capítulo excelente Virginia. Ya no solo por lo bien escrito y narrado, que lo está, sino por todo lo que aclaras a la trama. La “M” intuyo que te has basado en el apodo Mule del señor Roland,¿ Verdad? Me ha gustado mucho.
    Gracias por colaborar con este fantástico episodio en la novela compartida.
    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias, me alegra mucho que te haya gustado, la verdad que estaba un poco nerviosilla porque es la primera vez que escribo sobre este género.
      Gracias, abrazo!! :)

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  2. Muy buen capítulo, Virginia! Esto se va liando cada vez más, jaja. ¿M será el señor Roland? Y esa invitación para fin de año, ¿será con planes ocultos? Me parece muy bien enlazado y te lo lees del tirón, casi sin pestañear ; )

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    1. Si Ramón, cada vez hay más lío jiii Lo bueno será cuando empecemos a descubrir el pastel, a ver por donde salimos!! jajjaa
      Muchas Gracias!!
      :)

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  3. Las preguntas que se formula Mongabay son las mismas que nos hacemos los lectores, y has logrado hilar conceptos que no resuelven el misterio por el momento, pero que nos conducen a posibles respuestas que deben ser reveladas. Gran capítulo, Virginia. Un trabajo preciso y muy bien narrado.
    ¡Abrazo, Compañera! ;)

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    1. Pues si Edgar, todas esas preguntas me planteo yo, por eso me pareció bien añadirlas al capítulo!!
      Gracias, me alegra que te haya gustado!!
      Abrazo compi!! :)

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