Entradas populares

viernes, 22 de enero de 2016

R.D.C ¿HOGAR DULCE HOGAR?




Después de casi siete horas de vuelo, en las que en algún momento he pasado miedo debido al mal tiempo, llego a mi destino. Al contrario que en la ida, esta vez no me tomé las pastillita para dormir. No porque no la necesitara, sino que se me olvido cogerla y, tuve que aguantar todo el viaje los ronquidos del señor que estaba sentado a mi lado y, morirme de la envidia por verle dormir tan plácidamente. Bendito sueño el de ese señor, que ni las turbulencias fueron capaces de despertarlo. Debido a la tormenta que nos acompañó la mayor parte del tiempo, llego a Mahattan con algo de retraso. Solo espero que este inconveniente, no le suponga ningún problema a mi amiga Rebeca.
Bajo del avión y voy directamente a la cinta por la que saldrá mi maleta. Empiezo a impacientarme al ver que pasan los minutos y la muy puñetera no aparece. Era lo que me faltaba, que mi maleta se hubiera extraviado. Veinte minutos después de estar allí mirando como una gilipollas viendo salir las de todo el mundo, por fin, aparece la mía. Menos mal, estaba empezando a temer tener que ir a poner una reclamación. Con lo que se alargan esas cosas ¡por Dios! Saco la maleta de la cinta y me encamino a la puerta donde he quedado con mi amiga. Hay demasiada gente y no consigo verla por ninguna parte. Cuando llego a la puerta en cuestión, saco el móvil del bolso y lo enciendo. No vaya a ser que se le haya complicado el poder venir a buscarme y me haya enviado un mensaje avisándome de ello. Pero no. Ni mensajes, ni llamadas, ni nada. Empiezo a ponerme nerviosa por qué no se que hacer. Si esperar un poco más o, coger un taxi e irme a mi casa. La llamo, pero tiene el teléfono apagado o fuera de cobertura, ¿habrá pasado algo? Decido esperar media hora más por si las moscas. No vaya a ser que yo me vaya por un lado y ella entre por el otro y ni nos veamos. Estoy mirando al fondo de la gigantesca sala porque me parece haberla visto en uno de los mostradores de información, cuando una mano se posa con delicadeza en mi hombro. No necesito darme la vuelta para saber a quién pertenece. Lo sé de sobra. El calor que ha recorrido mi cuerpo al sentir su tacto y, el cosquilleo en mi estómago, no deja lugar a dudas. Es él…
Me giro y, le miro. ¡Por favor! ¿Cómo puede estar tan condenadamente guapo con esa perilla que se ha dejado? ¡Oh señor, dame voluntad te lo ruego! Mis recuerdos no le hacen justicia, ahora al tenerlo en frete de mi, me doy cuenta de ello. También me doy perfectamente cuenta de lo beneficiosa que ha sido para mi la distancia que nos ha mantenido alejados durante estos dos meses y pico. Si me hubiera quedado aquí, probablemente a día de hoy, estaría comiendo de la palma de su mano. En cambio, creo que la separación me ha servido para aprender a mantener a raya mis sentimientos y poder mostrarme más fría ante él.

¿Qué coño haces tú aquí? ¿Por qué no ha venido Rebeca a buscarme?—Espeto.
Vaya, yo también me alegro mucho de verte Olivia…
¡No has contestado a mis preguntas!—¿Por qué le hablo cómo si estuviera cabrada con él? ¿Será un mecanismo de defensa que sale por propia voluntad?
¿No crees que te estás pasando?—Dice enarcando una ceja y cruzando los brazos sobre el pecho.
¡¡Contéstame!!—Joder, si de verdad este es un mecanismo de defensa, no me gusta nada. Yo no soy así de cabrona.
¿Puedo saber qué mosca te ha picado?—Resoplo— Está bien… Han tenido que llevar al padre de Rebeca al hospital por una caída. Ella me pidió que viniera a buscarte.
Si, claro. Que oportuno ¿no?
¿Qué estás insinuando?
Eres un tipo listo, adivínalo…
Olivia, estás metiendo la pata hasta el fondo. Créeme, si hubiera podido evitar venir a buscarte lo hubiera hecho. Tengo cosas mucho más importantes que hacer que ser tu chófer.
¡Pues haberte quedado en tu despacho!
¡Joder, eres insoportable! Eres tan…—se calla de golpe.
¿Qué?—Le reto con la mirada para que siga hablando.
Mejor dejémoslo ¿quieres?—Dice dirigiéndose a la salida.— ¿Vienes o no?—¡Mierda! Cojo el asa de mi maleta y le sigo. Ya que está aquí, es tontería pagar un taxi ¿no?
Camino detrás de él por el aparcamiento. Bueno, más que caminar corro, porque sus zancadas son más largas que las mías y, ahora está cabreado. La imagen de mi en estos momentos, debe de ser penosa. Tirando de la maleta y corriendo para darle alcance. ¡Joder, debo parecer un perrito faldero! Cuando llega a su coche, se para y, con las manos apoyadas en las caderas, se gira para mirarme. Ahora además de cabreado, está impaciente. Normal, tendrá ganas de perderme de vista. No es para menos.
¡No tengo todo el día!—Me grita.
¡Vete a cagar zoquete!—Siseo.
¿Qué has dicho?
¡Qué hace un frío de muerte!—Repasa mi cuerpo de pies a cabeza con una mirada desdeñosa y, dejando asomar esa sonrisa suya tan particular me suelta…
¡Además de insoportable, cobarde!—Y aunque me apetece contradecirle y seguir discutiendo, no puedo hacerlo. El pobre tiene más razón que un santo, por lo menos en una cosa. Definitivamente, soy una cobarde. Así que me pongo una cremallerita en la boca y subo al coche, no vaya a ser que se cabree más todavía y al final me quede tirada aquí en el aparcamiento.

Durante el trayecto a casa, ninguno de los dos vuelve a abrir la boca. Vamos cada uno rumiando nuestros pensamientos en silencio, mientras en la radio, como si de una broma de mal gusto se tratase, suena la canción “Hello” de Adele. «Si.—Me digo escuchando la letra,— se supone que el tiempo cura, pero no cura mucho». Al menos en mi caso. A estas horas el tráfico está imposible y tardamos una eternidad en llegar. En cuanto lo hacemos, suelto el aire de mis pulmones. No creo que hubiese aguantado mucho más tiempo estar a su lado con tanta tensión a nuestro alrededor. Tensión que yo misma he creado con mi patético comportamiento. Me tenía por una mujer adulta y madura, pero los hechos me demuestran, que va a ser que no. Que mi madurez, en el caso de que alguna vez la haya tenido, brilla por su ausencia.
Ya hemos llegado—me dice parando el coche junto a la puerta del portal. Está muy cabreado, lo noto en su mandíbula tensa, en la rigidez de su cuerpo, y en la frialdad de su voz. Yo en cambio, estoy avergonzada.
Gracias.—Es lo único que consigo decir.
Podría decir que ha sido un placer. Pero no ha sido así.—Responde sin mirarme. Me bajo del coche y, voy a la parte de atrás para sacar mi equipaje del maletero. Sin despedirme, camino cabizbaja hacia la puerta.
¿Olivia?—Me giro y lo veo aproximarse a mi con paso decidido. Las paredes de mi estómago se agitan, y la mano con la que sujeto la llave, tiembla. Sin darme tiempo a hacer, ni decir nada, posa su mano en mi nuca, me acerca a él y, con rudeza posa sus labios en los míos que se abren como los pétalos de una flor recibiendo los primeros rayos de sol del día. Un beso fiero, cargado de deseo, que dura apenas unos segundos.—Bienvenida a casa nena.—Acaricia mi rostro y sin más se va. Dejándome temblorosa y anhelante.
Entro en casa, ¿hogar dulce hogar? Pues va a ser que no. Preferiría estar en cualquier parte menos aquí. En realidad, me gustaría estar lejos. Muy lejos. Me he portado como una gilipollas con Daniel, ojalá supiera qué es lo que me está pasando, porque ni yo misma lo entiendo. Aún siento el cosquilleo que su beso produjo en mis labios y el calor que ha recorrido mi cuerpo al sentir ese tacto suave de su lengua que durante todo este tiempo he estado anhelando. Ojalá no seas él Daniel, me rompería el corazón tener que dejar de verte para siempre. Ni siquiera creo en la posibilidad de seguir trabajando en su empresa.
Me muevo por casa como una autómata. Encendiendo las luces y la calefacción. Hace un frío que pela y al estar desocupado, el apartamento está helado. Como mi corazón. Como mi alma. ¿Cuándo me he convertido en una persona tan fría? Sé la respuesta, pero no quiero oírla. No sé ni para que he venido, la verdad. Estaba en San Francisco echando de menos a todo el mundo, echándole de menos a él. Pero llego aquí y en la primera oportunidad que tengo, le demuestro que soy una niñata, infantil y caprichosa. Nerviosa, busco el teléfono en mi bolso que no deja de sonar insistentemente. Puede ser él y esta puede ser mi oportunidad para pedirle disculpas por mi comportamiento. Pero no, no es Daniel quien llama. Es Rebeca.
Hola Oli, ¿qué tal? ¿Ya estás en casa? Acabo de ver tu llamada. Perdona que no te haya contestado primero, pero es que estoy en el hospital y, tenía el teléfono apagado.
¿En el hospital? ¿Pero qué ha pasado? ¿estás bien?
Es mi padre. Estaba subido a una escalera colocando una guirnalda en casa y se cayó. La escalera no estaba abierta del todo y se dio un golpe en la cabeza que lo dejó inconsciente. Mi madre llamó a una ambulancia y, han decidido trasladarlo al hospital para hacerle un chequeo. ¿Daniel no te lo dijo?
No sabes cuanto lo siento. ¿Tu padre está bien? ¿Qué han dicho los médicos?
Si, está bien, pero pasará la noche en observación. No entiendo por qué Daniel no te dijo nada.
Si que me lo dijo, pero estaba tan cabrada por verlo allí, que ni siquiera le escuché, tampoco dejé que me explicara nada. Soy tan desconfiada que creí que era mentira. Me porté fatal con él Rebeca.
Lo siento. Sé que era a la última persona que te hubiera gustado ver allí, pero en aquel momento no tuve a quien más recurrir y, por eso le pedí que fuera a recogerte. ¿Tanta te cabreaste?
Si amiga. Lo traté fatal y sin razón. Este carácter mío tan impulsivo solo consigue meterme en problemas y hacer que la cague una y otra vez.
Pues si Olivia. Deberías de pensar antes de hablar. Esta vez Daniel solo estaba haciéndome un favor…
Lo sé. Hablaré con él y me disculparé.
Si, hazlo… Oye tengo que dejarte. Nos vemos mañana en la fiesta ¿vale?
Vale. Espero que tu padre pase buena noche y, si necesitas algo, no dudes en llamarme. Hasta mañana.
Gracias Oli. Hasta mañana.
Si ya me sentía mal por mi comportamiento, después de hablar con mi amiga, me siento como una autentica mierda. He metido la pata hasta el fondo con Daniel y, ahora no me queda más remedio que hablar con él y disculparme. Pero hoy no. Mañana en cuanto llegue a su fiesta y le vea, será lo primero que haga. Solo espero no volver a meter la pata…






9 comentarios:

  1. Ay por favor esta mujer es incorregible, desde luego Daniel tiene más paciencia que un santo.
    Espero impaciente la próxima entrega.
    Un besillo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jajajja pues si María, la pobrecilla no hace más que meter la pata, que le vamos a hacer!!
      Gracias besin :))

      Eliminar
  2. Por fin he encontrado un poco de tiempo libre para ponerme al día con esta historia que dejé a medias desde principios de este año.
    Sin duda es muy buena historia, ya estoy deseando volver a leer un nuevo capitulo. Todo un acierto haber encontrado este blog.
    Hoy mismo le he dado a seguir (y bien merecido) para no perderme nada.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Karina, bienvenida!! Me alegra que la historia te guste!!
      Saludos :))

      Eliminar
  3. ¿Hay que impulsiva es Olivia eh? Cuando leía el texto me lo estaba imaginando , no está su amiga está Daniel esperando para llevarla y aun así ha actuado muy fría. Pero bueno estamos expectantes para el próximo capítulo. Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si María del Carmen, es muy impulsiva, de ahí que se lleve tantos quebraderos de cabeza.
      Gracias besin :)

      Eliminar
  4. Espero que sus disculpas merezcan la pena, porque la verdad es que se ha portado fatal. Lo bueno es que ahora tiene una excusa para estar muy cariñosita con él jajajaa.

    Un beso y feliz finde, Virginia!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si, si, ¿tu crees que lo arreglará Julia? No se yo que te diga eh? ajjajaa Ver veremos...
      Gracia besin :))

      Eliminar
  5. ¡Qué carácter!!! Y el pobre Daniel que paciente, porque desde luego... jeje
    Esperemos que no meta la pata, :)
    Besos!!!

    ResponderEliminar